Teresa Gil
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El lobbysmo totonaca, el cabildeo directo en la capital, les cuesta a los ciudadanos de los estados sumas millonarias, que en muchos casos se mantienen en secreto. Como verdaderas embajadas se comportan las representaciones estatales en la Ciudad de México, cuyo accionar, pese a ser limitado, provoca un despilfarro público que succiona programas sociales y de apoyo a la pobreza, de la mayoría de las entidades. La historia es vieja y promovida desde los palacetes gubernamentales, para que sirvan de correa de trasmisión a las demandas de los gobernantes y tener gente de confianza para las gestión directa con los poderes federales. El sistema priísta llamaba a eso federalismo. Los ciudadanos son los que pagan esos lujos que en casos concretos como el estado de Colima gobernado por el priísta José Ignacio Peralta Sánchez, se deriva en una mansión que costó alrededor de 17 millones de pesos, tasados en dólares o el estado de Sonora, gobernado por la priísta Claudia Pavlovich, que pagó en 2019 una nómina de 5 millones y medio a once empleados entre ellos cuatro choferes. En un bien documentado reportaje publicado en el número 6, de febrero, de la revista Quadratín y firmado por Jaime Molinero, se dan a conocer algunos de los casos emblemáticos de este dispendio, con el que presuntamente se apoya también, a los originarios de los estados en el centro del país. La suspensión de la práctica federal en el extranjero, de comportamiento similar a las representaciones estatales, 46 de ellas controladas desde 2007 por el Grupo ProMéxico, no alcanzó a las locales debido al mismo federalismo tan oportuno. Los gobiernos de los estados aplican el presupuesto a sus necesidades políticas. El actual gobierno federal argumentó para desaparecer aquellas representaciones, que con la nuevas tecnologías se pueden solucionar y aplicar los servicios que ofrecían. Los gobiernos de Morena, están tratando de adoptar esa práctica como es el caso de Chiapas que desmanteló su representación en la CDMX.
PANISMO DEPREDADOR Y SUS GASTOS SUNTUARIOS: DATOS DE JAIME MOLINERO
El reportero de Quadratín se topó con la cerrazón de los gobernadores de Guerrero, Michoacán y Nuevo León que eludieron de manera burocrática los datos de sus respectivas representaciones enviándolo a diferentes oficinas, sobre todo -en una burla a su trabajo-, a las de transparencia. Su derecho a la información se convirtió en un amasijo de vueltas. En el caso de los panistas, en el de Guanajuato incluye no solo lo referente a los gastos de su instalación capitalina, sino otro flagelo, permanente en el sector público, el de vivir del presupuesto. En este caso en la persona de Luis Felipe Bravo Mena el representante del gobierno de Guanajuato, -encabezado por el panista Diego Sinhué Rodríguez Vallejo- en la capital. Bravo Mena considerado la parte más conservadora de ese partido -lo que ya es decir-, ha transitado durante décadas por los puestos públicos, favorecido en su momento por los gobiernos panistas federales y estatales. Además de haber sido durante años, dirigente de su organismo. Aparte de lo que la representación gasta, su salario con la acumulación de pagos diversos y prestaciones, fue en 2019 de más de 150 mil pesos mesuales, superior al del presidente de la república, solo por representar a un estado. En el caso de Chihuahua que gobierna Javier Corral, su casa de representación le costó al pueblo chihuahuense, en el lapso de 2017-2019, tres millones 420 mil pesos, además del pago de 8 servidores públicos, mas los gastos normales de manejo de una casa. Y así por el estilo, el gobierno de Nayarit, otro ejemplo, pagó también casi dos millones de pesos de renta en 2019 y el de Quintana Roo aparte de renta y gastos de servidores y demás, contrató a un maestro de educación primaria y a una psicóloga, que nunca se supo para qué. Puro dispendio
GOBERNADORES VAQUETONES SE SUMAN A LA ARREBATINGA, PARA EL TRAFIQUE
Los términos usados en el subtitulo son del Vocabulario sonorense (Gobierno del Estado de Sonora 1984). El vocablo arrebatinga que sustituye a la palabra arrebatiña, tiene una terminal que según Horacio Sobarzo ex gobernador de Sonora y autor del vocabulario, se adapta a la palabra clásica de los mexicanos, chinga. Yo recuerdo haber estado en varios desayunos organizados por la representación del estado norteño en Polanco, a los que asistían más de cien personas. Aparte había reuniones, veladas y festividades a las que acudían políticos, altos funcionarios y medio artístico, pagadas con el dinero del presupuesto. Una vez presenté uno de mis libros y como critiqué a uno de sus gobernadores priístas, el silencio se hizo sepulcral y mas tarde, solo vendí ¡tres libros!; uno de ellos lo adquirió Alejandro Sobarzo Loaiza, ex embajador en Venezuela y ex legislador sonorense, hijo de aquel historiador y humanista que fue Horacio Sobarzo, lingüista adelantado para su época, pionero de los aportes de las voces cahita, ramal del Náhuatl que él analizó tomando en cuenta incluso sus orígenes y raíces griegas y latinas y como desembocaron en las etnias sonorenses, -mayo, yaqui, seri, pima, pápago, etcétera-, que les dieron nuevas connotaciones. Mi padre Enrique Gil Moreno era hortelano y trabajó con los Sobarzo como jardinero y llegaba a nuestra casa con los nuevos vocablos y nos dábamos vuelo con aquellas palabras novedosas. Un gran aporte filológico que expresa también su lado irónico, como cuando habla de la bachicha o de la trinca de la que se deriva trinquete lo que hacen algunos gobernantes y recalca voces que son muy comunes en el norte por la cercanía con Estados Unidos, como la palabra pochi, “dícese del mexicano agringado”. Del poeta festivo Miguel Campillo, que Sobarzo menciona:
Si Rita le llama “pochi”
a lo corto o descolado
y denomina “jorochi”
al infeliz jorobado
porque lo aprendió de su aya,
allá se las haya