Teresa Gil
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Multitud de cosas surgirán y muchas se están escribiendo, sobre Los Juegos Olímpicos que se realizan en París, Francia. Será el retrato de esta gran contienda, como antes se hizo de las anteriores. Dos cosas vale recalcar, la homofobia que se desparrama en determinados momentos contra ciertos deportistas que tienen características especiales. Algo similar a lo que en otros casos se ha expresado contra las mujeres trans. Pero lo que más agobia y eso es diario, es la forma como se expresa la distinción de los países en medallas, que demuestra que el poderío de los países ricos se evidencia incluso en los deportes. En los datos que tengo a la vista del día 5 de agosto, Estados Unidos lleva 76 medallas, China 52 y Francia la organizadora, 45. Frente a ellos, un país como México, que es calificado de país intermedio, lleva ¡solo tres medallas! ¿Que hace la diferencia tan abismal, con un país como México que tiene proyectos deportivos e incentiva a sus deportistas? ¿El desarrollo físico del deportista, la precariedad de los incentivos, la poca insistencia en el deporte a su niñez y a su ciudadanía en particular? ¿la poca eficacia de los entrenadores?
NOS NUTRIMOS CON INFORMACIÓN DEPORTIVA DE ESPECTÁCULO
Las dudas son muchas y siempre aparece el poder de los países ricos que siendo eso, lo han sido a costa de los otros. Posición que por desgracia parece asumida en ese aspecto. En lo que vemos y leemos sobre deportes en los medios siempre nos topamos con un 90 por ciento de información extranjera, de los equipos de futbol, de los pateadores como Mesi, de los grandes proyectos del espectáculo de los países poderosos. Nada de deporte social. La prensa que se ha sumado a esa información, no pone nada para diferenciarlo. El modesto 10 por ciento ni siquiera es para dar a conocer el desarrollo deportivo de niños de las miles de escuelas que tiene México ¡Que menosprecio!
EL RETRATO DEL DEPORTE REFLEJA EL PODERÍO DE PAÍSES RICOS
El retrato no siempre es la imagen que el fotógrafo nos entrega. Es la esencia de lo que es un ser humano en todas sus expresiones. Pero es también entre muchas definiciones, todo lo que se refleja hacia fuera. Por lo general, los autores utilizan el retrato como la descripción de alguien, si recordamos entre muchas obras, a Henry James el estadounidense -inglés, en El retrato de una dama. Y puede ser algo concreto expresado en una imagen como símbolo de la destrucción, como El retrato de Dorian Gray (Porrúa 2010), de Oscar Wilde. Cuando éste publicó esa obra tenía 36 años y el drama que aceleró su fin no se vislumbraba. Los prejuicios victorianos sobre el homosexualismo, aun no afilaban sus garras contra Wilde. Dorian Gray, el joven hermoso que al irlandés le hubiera gustado ser, conoce al frívolo lord Henry, el prototipo que la gente veía en el propio escritor y a partir de ahí, las cosas se precipitan en torno al retrato del joven pintado por Basil Hallward.
EL RETRATO PUEDE REFLEJAR LA FUERZA DE UN PODER: RIQUEZA O MALDAD
La leyenda de la que se considera la última gran novela de la decadencia y que pone énfasis en el narcisismo, es de todos conocida. Se han filmado más de 18 películas con el tema. Y en ese lapso Dorian se conserva joven y hermoso mientras el retrato refleja su maldad. Es él quien deseando destruir ese reflejo de tantas décadas, el que precipita su muerte. Una alegoría del escritor sobre la dicotomía del ser humano. Dualidad que se exhibía a raudales, en la doble moral de los victorianos. Wilde murió el 30 de noviembre de 1900 a los 46 años en Francia, donde se había refugiado. País sede, ahora, de la gran diferencia que separa a los países en eventos como el que se realiza. El escándalo sobre las preferencias sexuales de Wilde, que lo envió a prisión durante dos años, lo obligó a usar seudónimo hasta el fin de sus días. Pese a ello, su retrato de gran escritor se elevó y permanece.