Teresa Gil
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A Manuel María Ponce Cuéllar y a Miguel Hernández Gilabert, uno mexicano, el otro español, la columna por este día que recuerda a más de 2 mil 300 millones de menores en el mundo, se les dedica a dos niños que fueron el músico y el poeta. Es cierto que la celebración es solo en México, ya que la mundial de la ONU es el 20 de noviembre, pero se puede hacer extensiva la creatividad, porque ésta no tiene fronteras. Estamos ante uno de los más grandes compositores que tuvo México y que murió el 24 de abril hace 77 años. De fundamental clasicismo, su sello popular es Estrellita que en realidad es música de concierto. Y el otro niño, el poeta que luchó otorgando su propia libertad, y finalmente la vida por la república española, se yergue luminoso con su poema El rayo que no cesa.
MANUEL M. PONCE YA TOCABA CONCIERTOS DE PIANO A LOS SEIS AÑOS
La familia de Manuel M. Ponce comentaba que a los seis años, ya ejecutaba en el piano la Zacatecana y la Gaviota y a la edad de 15 años era organista de un templo en Aguascalientes. El que es considerado uno de los más grandes músicos mexicanos, nació en Zacatecas en 1882 y murió el 24 de abril de 1948 en la Ciudad de México, hace 77 años. Es curioso que su bella canción Estrellita que fue escrita en 1912 y lanzada en 1913, y que escribió según anécdota una vez que iba en un tren hacia Aguascalientes, se haya querido plagiar. Hay una mujer inglesa que se la atribuye y dice que se inspiró en Mozart. Ponce siempre tuvo a la mano la obra del concierto que llamó de esa manera, pero que se ha hecho tan famosa por su impacto popular y su belleza. Escribió y participó como pianista que también era, en su concierto para piano número 1, y se mencionan de él, concierto para violín y concierto para viola y cello, serenata mexicana, entre muchas obras. En sus bellas canciones populares hay muchas de ellas, pero destacan La pajarera, Si alguna vez, Soñó mi mente loca y desde luego Marchita el alma.
Marchita el alma
triste el pensamiento,
mustia la faz
y herido el corazón.
Atravesando,
la existencia mísera,
sin esperanza ya,
sin esperanza
de alcanzar su amor.
MIGUEL HERNÁNDEZ MURIÓ A LOS 32 AÑOS TRAS LUCHA CONTRA EL FRANQUISMO
De origen campesino, nació en Orihuela y desde niño ayudaba a su familia en el campo como pastor de cabras. Y en medio de ese oficio entró a la escuela a los cinco años y ésta lo fue llevando a la intención de estudiar una carrera cosa que su padre impidió para que siguiera cuidando cabras. Miguel se liberó, buscó contactos en la ciudad y empezó a escribir en una carrera que se formaliza con dramas y poemas de gran calidad que incluso maravillaron al Nobel Juan Ramón Jiménez. Su obra poética que estructuró cambios que ya necesitaba la literatura española, lo colocan algunos en la generación del 27 como a García Lorca. La obra comprometida de este gran poeta que murió a los 32 años, ha sido llamada por algunos poesía de guerra porque fue de una lucha constante mientras estaba preso por Francisco Franco, en Alicante, donde murió a los 32 años en 1942. Su obra es muy amplia y destacan dramas como Pastor de la Muerte, libros Perito en luna, Viento del pueblo y entre muchos poemas, El rayo que no cesa ya mencionado y las Nanas de la cebolla, que dedicó a su hijo. Veáse a lo que conducía la agresión fascista de Franco. El mismo Miguel murió de tuberculosis porque la comida en la cárcel era precaria.
Cerrada y pobre
y de mis noches
grande y redonda
mi niño estaba
En la cuna del hambre
mi niño estaba,
con sangre de cebolla
se alimentaba.