jueves, abril 18, 2024

LIBROS DE AYER Y HOY: Recuerdos y homenajes fuera de lugar

Teresa Gil

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

 

Los ciudadanos no tenemos porqué  recordar o revisar la trayectoria del poder a través de placas, estatuas, parques, avenidas, edificios o lo que sea, porque lo que hicieron fue  a costa del disfrute de una situación  que en muchos casos se buscó a la fuerza y con  fraude. Aparte de que se les pagó – y se autopagaron-, generosamente. Cuando se considere un  homenaje de ese tipo, debería de  ser sometido a consulta y exponer los méritos que suponen ese reconocimiento. México está lleno de estatuas, placas, nombres en los más diversos lugares y recintos, muchos de ellos agresivos a los ciudadanos o en los que el tiempo demeritó las causas transitorias que les dieron relevancia. Si es que existe una norma, debería de revisarse y de paso buscar un cambio a nivel nacional de los señalamientos o nombres de las calles, que son  homenajes a trayectorias, pero que en algunas situaciones son  una agresión  histórica y a la vida cotidiana de los pueblos. Imagínese vivir en una calle que se llame Victoriano Huerta, -como al parecer hay en Chiapas y en otros estados-, el golpista. usurpador, asesino de Francisco I Madero y  José María Pino Suárez, que dio un salto sorpresivo a la lucha revolucionaria. ¿O como se sentirían los periodistas del país- permanentemente agredidos y muchos de ellos asesinados -, si hubieran tenido durante largos años, impuesto por el PRI pese a las protestas, una placa  de Gustavo Díaz Ordaz en la placita Zarco donde iluminaban con  su presencia,  Francisco Zarco, con  su estatua y Miguel Angel Granados Chapa con  su placa?  Contrasentido inexplicable que Díaz Ordaz aparezca, además,  con  su rostro bestial en la galería de los presidentes para mayor agravio e insulto  a los mexicanos y más a los familiares de quienes mando asesinar ¿La historia está por encima de la vida cotidiana o no hay otras formas para  recordar que en determinados momentos se tuvieron en el poder mentes enfermas y con desprecio de la vida humana? Otro caso es el dar nombre a  personajes controvertidos, vivos, como es el del boulevard que en Sonora lleva el nombre de Manlio Fabio Beltrones, que ha tenido un  rechazo de amplios sectores de la sociedad hermosillense o los parques y homenajes signados que se anuncian para gentes que ahora ejercen el poder, incluyendo a miembros de sus familias. Cuando se trata de empresas privadas,  grupos o coaliciones que por su cuenta quieren nombrar u homenajear a un  político o personaje cercano, es cosa de ellos y en su propiedad privada quizá lo puedan hacer. No conozco el alcance normativo o histórico de ese acontecimiento.  Ni la reacción popular que pueda darse, pedradas incluidas. Pero tratándose de terrenos y presupuestos públicos, es otra cosa, debe investigarse.  Hay de símbolos a símbolos. Una estatua  puede representar mucho y uno de los más bellos ejemplos es El príncipe feliz de Óscar Wilde (Libros de El zorro rojo, Gandhi y diversas editoriales) . Se trata de un cuento breve publicado en 1888, junto con otros cuatro cuentos, en el que un príncipe convertido en  monumento, lloraba tristemente porque había descubierto la  pobreza en la que vivía el ser humano. Revestido de oro, con zafiros en los ojos y un rojo rubí en la espada, aquella triste estatua que tenía corazón de plomo, descubrió que podía ayudar a los demás donando sus riquezas. Y lo hizo a través de una golondrina  – que pasaba por ahí, “porque se había enamorado de un junco”-, que aunque recelosa, repartió las riquezas a todos aquellos que lo necesitaban. Me gustó cuando el escritor y poeta irlandés, conocedor de como viven los de su profesión, le mandó un zafiro, vía la golondrina, a un  joven dramaturgo que por su pobreza no podía terminar una comedia. Como el interés siempre tiene pies, los poderosos de la época al ver que la estatua estaba fea y raída, sin oro y sin joyas, la tiraron a la basura junto con el noble corazón de plomo y el cadáver del ave que había muerto de frío. El cielo los recogió, entonces, para que el ave cantara eternamente y para que el corazón  de plomo del príncipe,  fuera feliz en una ciudad de oro. ¿Hermoso no? ¿Podrán algunos de esos políticos recogidos en plomo, en yeso o en placas de metal, generar imágenes como éstas? Ni volviendo a nacer.

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