miércoles, abril 24, 2024

LECTURAS CON PÁTINA: Pudo estar en México la librería más famosa del mundo

José Antonio Aspiros Villagómez

 

La librería Shakespeare & Company se encuentra ubicada en un lugar privilegiado: el kilómetro cero de París, a un lado del río Sena y frente a la isla de la Cité -hogar de los primitivos parisii o parisios-, con vista a la catedral de Notre Dame actualmente sometida a trabajos para reconstruirla tras el lamentable incendio que sufrió en 2019.

Es, por muchos motivos, La librería más famosa del mundo, como se titula la novela del escritor canadiense Jeremy Mercer, quien expone en ella datos reales y tal vez muchos ficticios en aras del género, sobre la vida de una comunidad de extranjeros que son albergados en el establecimiento.

Porque el dueño de Shakespeare & Company durante seis décadas, George Whitman (1913-2011), fue un comunista que dio hospedaje a cambio de horas de trabajo en la librería, a incipientes y desconocidos escritores que llegaban a París sin recursos para sobrevivir por su cuenta. Su hija Sylvia mantuvo la costumbre después de que, por intercesión de Mercer, ambos se reconciliaron, ya que habían tenido diferencias.

Mercer relata en la novela (Malpaso Ediciones, Barcelona, 2015) su propia experiencia después de haber sido periodista en su país. En forma lineal, sin grandes pretensiones lingüísticas pero sí con mucha destreza para casi retratar con palabras los lugares y personas que menciona, el autor también nos permite conocer el ambiente, un tanto sórdido, de un rincón de París que para el turismo masivo -“hordas de gente”, “curiosos primaverales”- pasa desapercibido.

Ello, a pesar de que ya los lectores de Ernest Hemingway conocían el lugar gracias a su libro París es una fiesta, y que era famoso también porque Sylvia Beach (Nancy Woodbridge Beach, su nombre real), quien fundó en 1919 la primera Shakespeare & Company, había tenido la temeridad de publicar una novela rechazada por otros editores, el Ulises de James Joyce, y además la librería era centro de reunión de literatos destacados. Llegaron a frecuentarla figuras como Arthur Miller, Anais Nin (quien fue pareja de George), Samuel Becket, el “estrafalario” Gilmore y la generación beat con Burroughs, Ginsberg y otros.

Shakespeare & Company cerró durante la II Guerra Mundial -Mercer explica con detalles por qué- y Hemingway la rescató en 1944 tras la liberación de París. George abrió en agosto de 1951 la librería La Mistral (como reconocimiento a Gabriela Mistral), para el comercio de obras en lengua inglesa. Era un ateo, socialista, pacifista y aventurero, hijo del poeta Walt Whitman; había estudiado periodismo en Boston y tenía buen ojo para los negocios.

Dice Mercer que ese complejo personaje, cuyo lema era “no leer, es peor que no saber leer”, tuvo el propósito de establecerse en México cuando ya tenía en Massachussets la Taunton Book Lounge, pero le atrajo más Europa.

Así que, al mismo tiempo que abrió su establecimiento en París, Whitman puso una cama y sopa caliente. Allí estuvieron después quienes protestaron contra la guerra de Vietnam y los estudiantes que buscaron refugio durante las manifestaciones de 1968. Lustros después, llegaron los mochileros. Mercer refiere los atractivos que tiene París para los soñadores extranjeros.

Pero, cuatro años antes, durante el cuarto centenario natal del más célebre escritor en lengua inglesa y tras la muerte de Sylvia Beach (1887-1962), en recuerdo suyo La Mistral cambió su nombre al de Shakespeare & Company, aun cuando no en el mismo local que la primera llamada así.

Para el año 2000, cuando Mercer pidió hospedarse en la librería, ya lo habían hecho numerosos escritores pobres, vagabundos y gente en apuros, y él se unió a un grupo de residentes que compartían esa condición, pero eran distintos en lo individual y no pocas veces conflictivos, aunque formaban una comunidad que en buena medida llevaba el negocio.

En La librería más famosa del mundo hay muchas descripciones minuciosas del medio, de sus huéspedes y de su entorno, entre ellas una magnífica y extensa sobre un antro llamado Polly Magoo, y otra del desorden existente en la habitación asignada a Mercer antes de que le cedieran la codiciada Sala del Anticuario. Todo en el mismo edificio: librería, salones, camas, cocina y bodegas.

El autor también se remonta a su formación como periodista en Canadá y cómo dejó su país tras recibir amenazas por haber publicado una nota sensacionalista que acabó con el prestigio de un médico.

Y narra que la librería y sus inquilinos ahuyentaron a la única esposa que tuvo George a los 68 años -40 menor que él y con la famosísima Colette como madrina de la boda-, y que después un millonario quiso apoderarse del inmueble tres veces centenario donde estaba el negocio de los libros, para hacer un hotel de lujo. Muy cerca de donde vivió de joven Napoleón Bonaparte.

De acuerdo con Mercer -porque también recurrimos a otras fuentes para esta reseña-, ya viejo, Whitman era muy descuidado con el dinero, pues lo olvidaba dentro de los libros y hasta se le caía de las bolsas rotas del pantalón y no le importaba pero, eso sí, se enojaba con los despilfarros. El librero sufrió una depresión cuando fue abandonado por su esposa, quien le pedía que vivieran sin inquilinos y compraran un coche con el dinero que él decía estar ahorrando para ampliar el negocio.

Shakespeare & Company continúa en servicio en manos de Sylvia Beach Whitman (nada que ver con la fundadora de la librería; su nombre de pila fue un capricho de George), quien la ha modernizado y dado su toque personal, pero Mercer interrumpe su relato en el momento que intervino para evitar el riesgo de que cerrara sus puertas por la salud del dueño y la desbandada de huéspedes, incluido él mismo.

 

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