José Antonio Aspiros Villagómez
Leímos en El Heraldo de México que los alfareros zapotecas de Asunción Ixtaltepec, Oaxaca, fueron invitados por los comerciantes de Oklahoma, Estados Unidos, a reanudar el envío de sus artículos de barro cocido -ollas, comales, maceteros, etcétera- tras año y medio sin ese vínculo comercial a causa de la pandemia.
Y mientras eso sucedía en la realidad hace apenas cuatro meses, en la ficción literaria –que trata de otras realidades– fue al revés y desde mucho antes, a finales del siglo XX, cuando le cancelaron a Cipriano Algor los pedidos de alfarería porque en “el Centro” –un inmenso complejo comercial y de servicios dentro de la ciudad– ya no había mercado para platos, tazas y vasijas hechos artesanalmente con arcilla, pues la clientela prefería los artículos de materiales modernos y duraderos.
Así comienza en la novela La caverna, del Nobel portugués José Saramago, una historia de amor y resistencia de esos artesanos y otros protagonistas que, tras el rechazo de su mercancía hacen un intento más, ahora con la producción de muñecos del mismo material, hasta que se convencen de que el destino tiene otros planes y los asumen frontalmente.
La caverna (Editorial Suma de Letras-Santillana, segunda edición, 2002, 441 páginas) es un relato donde el propio Saramago lleva la voz narradora y, fiel a su estilo, no se limita a contar la historia, sino que se interna en la mente de los personajes, en sus razonamientos, en sus emociones y frustraciones a veces contenidas, y en el afecto que pese a algunos desencuentros verbales, se tienen todos en esa familia.
Una familia compuesta los dos alfareros: Cipriano y su hija Marta –“los Algores”-, el yerno Marcial Gacho quien es un guarda de seguridad del Centro, la agregada sentimental de Cipriano, Isaura Madruga, y el perro Encontrado, que también tiene su protagonismo en el relato.
Como en toda la obra literaria de Saramago, La caverna es de las lecturas que cuesta trabajo interrumpir pues, pese a la aparente sencillez de la historia, el suspenso es constante en este caso por saber si “el Centro” les aceptará los muñecos, si Marcial obtendrá un ascenso y con ello el derecho a una vivienda dentro de aquel complejo, si hubo pleito entre padre e hija, si los padres de Marcial lograrán su propósito en perjuicio de Cipriano, y hasta qué pasará con Encontrado cuando se producen ciertos cambios radicales en la vida de los personajes.
Tal vez la intriga mayor sea por no conocer la razón del título de la obra, sino hasta muy avanzada la lectura cuando aparece “la caverna” y se vuelve determinante para todos luego de que Cipriano sufre una transformación mental y toma decisiones con las cuales arrastra a los demás a un mismo destino.
La novela describe un estilo de vida que parece ir de salida y un ambiente de contrastes donde, para ir de su casa a “el Centro” en plena ciudad, esos alfareros deben cruzar a bordo de su furgoneta un cinturón verde (agrícola), un cinturón industrial, una potencialmente peligrosa zona de chabolas y luego una tierra de nadie.
La caverna narra cómo murió la alfarería por culpa de la modernidad y cómo se adaptaron los afectados, pero no una extinción absoluta fuera de la literatura, si regresamos al caso de los zapotecas citados al principio y si consideramos que en la provincia mexicana aún se niegan a desaparecer muchos de aquellos oficios que los mayores recordamos como parte de nuestra vida cotidiana en lugares como la hoy cosmopolita Ciudad de México y otras urbes grandes.
CAMBIO DE TEMA
Hasta aquí estas Lecturas con pátina, para colar algo de Textos en libertad:
Este 21 de febrero se cumplen dos años de que estalló una huelga en la Agencia de Noticias del Estado Mexicano, Notimex. En las negociaciones para solucionarla, ni la empresa ni el sindicato han cedido un milímetro en sus posturas, y tampoco han servido los buenos oficios de la Secretaría de Gobernación, ni las amenazas del vocero presidencial de cerrar la institución. Pareciera que el propósito es dejar morir de forma muy penosa a ese medio de información con más de 53 años de existencia.
Quién sabe si en ese escenario estén también los rencores del presidente de la República contra los medios que en el pasado le fueron incómodos, pues como ya hemos señalado en algunos artículos y en el libro con la historia de Notimex publicado en 2019, esta agencia -que fue oficial con gobiernos priistas y luego panistas- tomó parte en la campaña contra López Obrador cuando fue jefe del Gobierno del Distrito Federal.
Pero una cosa es la institución, que tiene una misión debidamente explicada y justificada por la ley de 2005 que la convirtió de agencia del gobierno en agencia del Estado, y otra es el estilo, el compromiso y el propósito -en varios casos cuestionables por diversas razones- con que la han conducido sus sucesivos directores desde 1968, pero principalmente en el siglo XXI.
Notimex vive ahora su peor momento, y vaya que los tuvo difíciles en el pasado. Dos años en huelga son mortales para una empresa de su tipo, pero al menos así no la involucraron en las campañas desde el Palacio Nacional contra medios y periodistas que han sido críticos con este gobierno, aunque ya iba por ese camino cuando estalló la huelga.
Al menos así lo entendemos porque, por ejemplo, dos años antes de que en las llamadas “mañaneras” comenzara la cuestionada sección “quién es quién en las noticias falsas de la semana” (30-VI-2021), Notimex ya tenía en su sitio web el segmento “Verificado” con el mismo propósito.
Y antes de que fuera denunciado -también a mediados del año pasado y hasta llegar a los casos actuales- el espionaje oficial a periodistas incómodos para AMLO, la directora de Notimex, Sanjuana Martínez, fue acusada de ordenar a trabajadores de Notimex que atacaran a varias periodistas –entre ellas Carmen Aristegui– a través del ‘chat’ denominado “The Avengers N”. La funcionaria lo negó y se quejó de un “linchamiento”.
La huelga estalló el 21 de febrero de 2020 y fue reconocida por las autoridades laborales, pero no por la directiva de Notimex que, en una afrenta a las instancias oficiales correspondientes, continuó trabajando hasta que el 8 de junio siguiente la Junta de Gobierno le ordenó parar las labores.
Paralelamente con la huelga han continuado la confrontación y las denuncias de unos contra otros por motivos y pretextos que nos ocuparía un segundo libro dar sus detalles e implicaciones. Ya antes nos hemos referido a ellos y siguen latentes.
Se ha pedido sin éxito la intervención presidencial para resolver todos esos conflictos. Tantos, que desde 2019 la agencia no puede presumir como antes de sus primicias, sus exclusivas y sus grandes coberturas periodísticas, sino solamente de haberse convertido en noticia -y para mal- en otros medios, en lugar de dedicarse a su labor sustantiva. La nota principal de su última página web, se refería a sí misma: “Solicita Notimex información de denuncias; SFP pide reanudar actividades”.
No ha variado nuestra apreciación de que, se resuelva o no la huelga que este 21 cumple dos años, será difícil resucitar un cadáver. Muchos aplaudirán que así sea; nosotros desde ahora lo lamentamos profundamente.