LA VIDA COMO ES… Madrastras

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Foto tomada en la Quinta Gameros. Chihuahua.

De Octavio Raziel

Las madrastras, según Carl Gustav Jung, “son la llave de oro que un hada buena nos puso en la cuna”; esa llave nos abre las puertas del “inconsciente colectivo”. La presencia del mal en el mundo, sostiene Jung, es un hecho evidente y, en consecuencia, no podemos descartar el proceso de aprendizaje que nos brindan los cuentos infantiles.

         Estoy seguro que la niña del cuento de la Caperucita Roja tenía una madrastra que encontró la fórmula de deshacerse de la abuelita (la suegra) y de la hijastra (la de la capa escarlata) con la ayuda de un lobo del bosque que con gusto se las zampó.

         No siempre la madre es buena, generosa y protectora; hay quien se muere de envidia de la belleza o inteligencia de su hija (Qué sería otra conclusión del paseo de Caperucita por el bosque) y la envía a una misión suicida; o la madre que, por razones de pobreza, la empujan a abandonar a la niña en el bosque (Gratel y Hansen)

         La fantasía de los cuentos, de las historias infantiles, está plagada de mujeres malas: brujas y madrastras que envenenan o se confabulan con otros personajes tanto o más malos que ellas.

         En lo personal, fui hijo primogénito al que luego le fueron llegando un sin fin de hermanastras y hermanastros (mi padre nació bajo el signo astral chino del Conejo) Pero no es el tema personal lo que hoy me ocupa, sino de un modesto análisis sobre esas damas que en las más de las veces destilan maldad.

         Los cuentos infantiles que incluyen a niñas desvalidas abundan: Blancanieves, la Cenicienta, Caperucita Roja, Rapunzel, Ricitos de Oro, las Tres hilanderas, los seis cisnes y las que aparecen en Las Mil y una noches.

         La de Blanca Nieves, la reina Grimhilde era, además, bruja, con un espejito que le recordaba que la más bella era ella, y nadie más que ella. Era la maldad en su más pura expresión; en cambio, la de La Cenicienta, Lady Tremaine era mala a secas. Se preocupaba por que sus hijas Drizella y Anastasia tuvieran lo mejor mientras a la hijastra la traían de chacha que, al final, combate la brujería con magia en la que participan ratones, arañas, hadas y otros personajes. Rapunzel, tuvo una madre falsa, adoptiva y secuestradora, Gothel, que, además, practicaba la brujería.

         En la vida real hay madrastras con una maldad que raya en lo demoniaco y otras con gran ecuanimidad y ternura. Esos personajes aparecen en contraposición: madres buenas y madrastras perversas, hadas benéficas y brujas malvadas, princesas sumisas y damiselas maltratadas al borde de la rebelión.

         En la televisión se presenta actualmente la serie “Madrastras malignas”, una trama que muestra la historia de mujeres manipuladoras y despiadadas que acabaron con la vida de los niños que prometieron cuidar.

         En la mayoría de estas historias, las víctimas son hijas de un padre viudo; en los restantes cuentos no se dice si los varones eran divorciados o simplemente abandonaron a su esposa por coscolinos.

         Sibylle Birkhäuser-Oeri, discípula de Jung realizó un pormenorizado análisis de 60 cuentos inolvidables, infantiles y populares que encierran mensajes ocultos, especialmente los vinculados al arquetipo materno. Señala que el sentido de esas narraciones es, definitivamente, de naturaleza simbólica; así que intentar racionalizarlas –como en ocasiones han querido algunas feministas- está condenado al fracaso. Nada se resolvería reemplazando a la madrastra de Cenicienta por su madre, por poner un ejemplo.

         Antropólogos, psicólogos y semiólogos aconsejan que los cuentos no se alteren pues alumbran la mente infantil; pero, además, príncipes y plebeyas se unen en matrimonios interclasistas (cosa que ha explotado la televisión) en contra de los concertados casorios de algunas culturas.

         El estudio, La llave de oro. Madres y madrastras en los cuentos infantiles, de la doctora Birkhäuser-Oeri en un trabajo conjunto con la también jungiana Marie Louise von Franz, permite abrir las puertas del inconsciente colectivo.

         En la actualidad, las nuevas generaciones dan un tratamiento distinto a las madrastras modernas. Se oye con frecuencia “el marido de mi madre”, “la pareja de mi padre” o “la novia de mi padre” en una forma neutral.

         Las madrastras han sido perversas, maldad que también se presenta en los padrastros, que no cantan mal las rancheras en la vida como padres postizos, pero han sido excluidos de los cuentos infantiles.

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