viernes, septiembre 13, 2024

La troje centenaria de don Luis García Romero

Luis Alberto García / Sevina, Michoacán

* Es propietario de una vivienda michoacana de 1643.
* Se le considera muestra viva de un gran pueblo originario.
* El símbolo más genuino y acabado de una tradición.
* Existen en más de veinte municipios purhépechas.
* Son Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1980.
* Nicho y Chinda, los herederos del abuelo sevinense.

Estas construcciones, hechas enteramente de madera de oyamel y techumbre de tejamanil son muestra de la cultura viva de Michoacán y referentes de la civilización purhépecha, identificadas como las viviendas tradicionales de las comunidades de Michoacán, especialmente de la meseta serrana.
Don Luis Filiberto García Romero -natural de Sevina, a tres kilómetros de la cabecera municipal de Nahuatzen, las trojes, reconocidas como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1980, son el símbolo más genuino y acabado de la arquitectura tradicional michoacana- es propietario de una de esas viviendas, cuya construcción data de 1643, según consigna la fecha grabada en la viga principal.
En más de veinte municipios que ocupan la Meseta Purhépecha, es posible apreciar, además de los paisajes, esos hogares tan antiguos, y lo más sorprendente en este caso, es que la troje de don Luis -blanco, de mejillas sonrosadas y ojos verdes- ha sido heredada, de generación en generación.
Así ha ocurrido desde mediados del siglo XVII, cuando aquellos antepasados de los García, la hicieron con madera de oyamel que, según marca el ritual purhépecha, debe cortada en noche de Luna llena.
Existen no solamente en la región montañosa de la entidad, sino en numerosos lugares de la zona lacustre de Pátzcuaro y más allá de ellos, al norte y oriente de la entidad, en la ciénega de Zacapu, los valles de Zamora, Uruapan y comarcas como Los Reyes, limítrofes con Jalisco
Las trojes saltan a la vista cuando se visita la zona boscosa de la sierra michoacana, al entrar a la meseta y recorrer, por ejemplo, la antigua ruta de Morelia a Uruapan, pasando por Ajuno, La Mojonera, San Isidro, Tingambato, Sevina, Nahuatzen, Paracho, Capacuaro, Angahuan, Cherán y Cheranásticu.
En este último pueblo, la doctora Claudia Sheinbaum realizó sus prácticas profesionales al concluir su carrera de Física en la Facultad de Ciencias de la UNAM, en la década de1980, como lo narró en una entrevista convertida en biografía en 2023, autoría de Arturo Cano, reportero del diario capitalino La Jornada.
Por esta carretera se llega al Parícutin, el volcán más joven del mundo, nacido el 21 de febrero de 1943 en la parcela de Dionisio Pulido, campesino de San Juan Parangaricutiro, poblado en el que, antes de ser sepultado por la lava, las moradas que existían en ese sitio cercano a Uruapan ya eran trojes centenarias.
En el camino hay algunas casas en cuya edificación se utilizaron y se utilizan métodos añejos de construcción que han subsistido a través de los años en ésos y otros poblados como Pichátaro, Nurio y Zacán, en los que se conservan esas hermosas reliquias, algunas de ellas con columnas escultóricas de madera, talladas y labradas a mano.
Don Luis -quien habita la suya desde 1951, legado de su madre, doña Reducinda Romero- explica que las trojes en Michoacán continúan con la preservación de la arquitectura tradicional, utilizando materiales de las regiones lacustre y serrana de ese estado, construidas con materiales, herramientas y procedimientos antiguos, con las características propias de esas zonas.
No obstante la deforestación y la erosión en esta parte de la Sierra Madre Occidental -subraya Luis García, también pequeño propietario de terrenos en los que cultiva maíz, y de una superficie sembrada de pinos en el cerro de La Virgen cercano al poblado, de los cuales extrae resina- hay árboles suficientes en esos lugares de vegetación boscosa.
“Hay oyameles, pinos y encinos que -destaca el señor García, nacido en 1935 en la población en la que siempre ha vivido- previa autorización y licencia para cultivarlos, son cortados para proporcionarnos material para la construcción no solamente de las trojes”.
Estas llevan un techo de cuatro aguas de tejamanil, hojas finas de madera expresamente usadas como tejados y vigas despegadas del suelo, cuyas dimensiones dependen del lugar y los árboles que sean empleados.
Otra peculiaridad de las trojes es que para hacerlas -igual a las que hacen con troncos los habitantes de Alaska y Canadá- no se utilizan clavos, sino vigas y tablones unidos hábilmente utilizando taquetes de madera.
Igual a la que posee don Luis -quien la heredará cuando muera a sus nietos Nicho y Chinda-, las auténticas trojes son totalmente desmontables, por lo que hoy se admiran algunas muy antiguas en diversos lugares, incluida la capital mexicana, como la trasladada al barrio de Santa Úrsula Coapa para convertirla en sede del Centro de Estudios Ambientales, donde sesionó el Pacto de Grupos Ecologistas fundado en 1985.
En Pátzcuaro se exhiben dos de estas construcciones representativas de los purhépechas en el Museo de Artes e Industrias Populares y en el Centro de Interpretación de la Ruta Don Vasco: “En la estructura funcional de la troje se refleja el estilo de vida de los habitantes de las comunidades purhépechas”, dice un folleto explicativo del museo.
Una troje está compuesta por el portal -espacio de usos múltiples-, en donde se acostumbra colgar mazorcas, poner macetas con flores, plantas y productos que fueron cosechados en la huerta familiar.
La estancia, lugar en donde los habitantes reciben a sus parientes, amigos e invitados, siempre con dos o tres sillas disponibles para ellos.
Y la habitación -espacio privado para la familia-, con una característica particular de estas construcciones: no tiene divisiones, se duerme en petates y, en los muros pintados de oscuro como el exterior, hay imágenes religiosas y retratos que forman el altar de vivos y difuntos.
Finalmente, el tapanco es el almacén o granero en donde se guarda el maíz de la cosecha en cantidades pequeñas, regulares o grandes, y otros productos básicos para el autoconsumo de los García, quienes devota y respetuosamente mantienen la troje que, desde hace siete generaciones, ha sido de ellos y para ellos.

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