La piedra de Sísifo: ¿Una tragedia anunciada?

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Por José Luis Camacho López.- Antes de la una de la tarde del martes 23  de septiembre, la comunidad estudiantil de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM decidió parar clases en protesta por el asesinato de Jesús Israel, de 16 años,  en las instalaciones del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH-Sur), un crimen cometido por uno de los alumnos de ese plantel, parte de la más importante caja de pensamiento del país.

Grupos de estudiantes de diversos planteles universitarios salieron de sus aulas para acompañar a otros jóvenes estudiantes del CCH-Sur a efectuar manifestaciones y airadas protestas con gritos: “Jesús no murió, la UNAM lo mató”, “No somos todos, nos falta Jesús” en momentos en que se bajaba la bandera a media asta instalada frente a la torre de la Rectoría.

Para Imanol Ordorika el asesinato del estudiante Jesús Israel en el CCH Sur el lunes 22 de septiembre es una tragedia. “La vida de este muchacho tan joven ha sido truncada en un acto incomprensible, inaceptable. Fue un hecho brutal y cruel perpetrado por otro estudiante en una acción individual que debe ser aclarada”, escribió Ordorika en el artículo La Tragedia en la UNAM publicado en La Jornada.

En algunas entrevistas difundidas en diversos medios con estudiantes de ese CCH-Sur la queja común era la inseguridad por la ausencia de medidas y protocolos que detectaran el ingreso de armas a ese plantel universitario, además acosos físicos y otras formas de violencias psíquicas.

Ordorika es uno de los jóvenes, junto con Antonio Santo Romero, Carlos Imaz Gisbert y  Claudia Sheinbaum Pardo,  también estudiante de ese mismo CCH-Sur, como militantes del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), que salieron de las aulas en 1987 a protestar y organizar una huelga por la elevación de las cuotas para ingresar a la UNAM y otras medidas autoritarias de tipo académico.

 

 

 

Defendían con el CEU la educación pública y postulaban la democratización del más importante centro de estudios de la educación superior del país. En una de las mañaneras la presidenta Sheinbaum recordó su paso por ese CCH-Sur  al lamentar el fallecimiento del joven estudiante.

Por más que hayamos normalizado la violencia estructural que ocurre en el país, el asesinato de este joven universitario en su plantel nos produce una tristeza profunda, enojo e impotencia. No puedo imaginar el inmenso dolor que embarga a sus familiares y amistades, a sus colegas estudiantes, a sus profes, agregó Ordorika en su texto periodístico.

El crimen de Jesús Israel adjudicado a otro joven estudiante del mismo plantel, identificado como Lex Asthon,  con serios problemas de estabilidad emocional nos remite a la serie inglesa  Adolescencia. Una serie  que narra el asesinato  de una joven cometido por otro joven compañero de aula, un discurso audiovisual que explora ese oscuro mundo de los jóvenes todavía débilmente estudiado en nuestro país, donde intervienen las experiencias familiares y las influencias tóxicas de las redes sociales, las violencias sociales y los aparatos mediáticos.

La paradoja de este trágico hecho es que días antes, al inaugurar La Primera Semana Nacional de Cultura y Paz,  el rector de la UNAM,  doctor Leonardo Lomelí Vanegas, economista e historiador, había convocado a una voluntad colectiva de la Universidad “para responder a una realidad marcada por las violencias normalizadas, exclusiones persistentes y las incertidumbres que atraviesan las juventudes de nuestro país”.

Lomelí habló de la urgencia de escuchar, abrir canales de comunicación y de transformar “ese panorama para reafirmar la tolerancia, la solidaridad y el respeto como principios compartidos que orienten nuestra vida en común”.

El rector mencionó la incorporación en las aulas universitarias de asignaturas de Cultura de Paz en bachillerato y licenciatura con el objetivo de fortalecer la formación en mediación y resolución pacífica de conflictos, materias a las cuales vistas a través de esta tragedia de los dos jóvenes preparatorianos,  se les debe medir la efectividad de sus mensajes en su comunidad receptora.

 

El crimen del estudiante del CCH-Sur vino a cimbrar los cimientos de la UNAM al poner en duda el seguir desarrollándose como una institución de masas del más alto nivel del pensamiento universal. Es un hecho terrible que transparenta sus capacidades e incapacidades de atender y prevenir situaciones de serio y doloroso agravio en las que dos jóvenes, tanto el agredido como el agresor, son víctimas de un rígido y deshumanizado sistema, fuera o dentro de las aulas universitarias, en un contexto de altísimas violencias que afectan, minan y lastiman el desarrollo humanista de la juventud.

El quebranto de dos vidas jóvenes es un hecho de brutalidad para la sociedad y no únicamente para la Universidad. Se perdió la vida física de un joven y la otra es lanzada al umbral  de la oscuridad de una mayor exclusión social.

Una lección inmediata de este hecho obliga a observar frente a grupo los efectos de esta dura experiencia en las aulas universitarias. Otra indagar si existe la posibilidad de anticipar hasta sus mismos hogares la visibilidad del corazón de las y los jóvenes para ser “previsibles y prevenibles”  “un ataque” como este en un plantel universitario mexicano que “remite a actos similares que ocurren con frecuencia en Estados Unidos”, como ha referido por Ordorika.

La UNAM ha desarrollado desde 1985 una Defensoría de los Derechos Universitarios, un estatuto avanzado que ha colocado a nuestra universidad como precursora de los derechos humanos en las instituciones educativas con la misión de erradicar la sinrazón, la arbitrariedad, injusticia y el abuso de autoridad, tal como dijo en su tiempo el que fuera rector José Narro Robles.

Una misión no solamente dirigida a garantizar  la autonomía académica, la libertad de cátedra, la libertad de investigación y la libertad de examen y discusión de ideas, también lo que compete a los derechos de todas las personas de la comunidad,  la dignidad,  la igualdad, la equidad de género, a la vida como la superior de sus misiones.

La misma UNAM ha desarrollado instrumentos teóricos  y prácticos factibles dentro y fuera  de toda la comunidad, la del derecho al cuidado, al autocuidado y ser cuidado para dar mayores garantías de seguridad y coincida con la construcción  de una cultura de paz que descanse y se desarrolle en las familias y en las  aulas, las columnas vertebrales de la experiencia, educación y conocimiento y se extienda a  todas las diversas sociedades del país y a sus instituciones educativas  desde  las generaciones más tempranas.

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