La piedra de Sísifo: Una historia secreta del PAN

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Por José Luis Camacho López

Luis Donaldo Colosio, cuando era presidente del PRI, no tuvo más remedio en que entregar en 1989 la gubernatura de Baja California al candidato Ernesto Ruffo Appel, del Partido Acción Nacional,  y sacrificar a  Margarita Ortega Villa, la primera candidata mujer que su partido postulaba como gobernadora en ese estado del norte de la república.

 

Margarita Ortega Villa, socióloga por la Universidad de Baja California, diputada federal por su partido, fue crucificada  para darle al PAN su primera gobernatura, en una anómala  elección. Un partido mayoritario que realizó una desconcertante campaña de bajo perfil, prácticamente de brazos caídos, para que el panista-empresario Ernesto Ruffo, nacido en San Diego,  ganara la elección.

 

Margarita murió de cáncer en 1996 a los 44 años, triste y completamente decepcionada de su partido. Luis Donaldo la había impulsado como una diputada modelo de su partido. Una mujer ilustrada oriunda de Baja California.

 

La periodista Colilá Eguía, en su libro La Entrega de Poder, atribuyó esa derrota del PRI en Baja California y de su candidata Margarita Ortega Villa a un acuerdo vinculado a las cuestionadas elecciones presidenciales de 1988, hecho entre el PAN de Diego Cervantes de Cevallos y el presidente Carlos Salinas de Gortari.

 

La candidatura de Margarita, para la periodista Colilá Eguía, era una propuesta limpia, sin el mínimo rasgo de sospechas como era común entre los políticos priistas del estado. Estaba empeñada en aliviar las carencias de su pueblo y acabar con la corrupción, después de las fallidas gobernaturas de Bob de la Madrid y de Xicoténcatl Leyva Mortera, que el PRI sacó adelante no obstante  contar con  los motivos suficientes y de sobra,  para que ambos candidatos perdieran las elecciones.

 

En las elecciones Ruffo Appel, según los datos de la Comisión Estatal Electoral, triunfó con el 47.83 por ciento de los votos. El PRI de Luis Donaldo se abstuvo de impugnar el triunfo de primer gobernador de Acción Nacional en la república.

 

La historia de ese falaz triunfo del Partido Acción Nacional en Baja California para contentarlo tuvo su origen después de las elecciones de 1988, donde el empresario Manuel J. Clouthier del Rincón, junto con Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Ibarra de Piedra, calificaron de fraudulentas las elecciones presidenciales de ese año.

 

El triunfo del economista Carlos Salinas de Gortari derrapó en sospechas con  llamada “caída del sistema” cuando en plena sesión de la Comisión Federal Electoral  en el local de la secretaria de Gobernación dejaron de aparecer los datos de las casillas.

 

Clouthier apenas había logrado en esa elección presidencial de 1988 un 17 por ciento de los votos. No tenía mucho que pelear más que dejar su huella de una elección apestada por las sospechas del fraude maquinado.

 

El avance electoral del PAN desde Baja California hasta la Presidencia de la República en el año 2000 con otro empresario como su candidato, Vicente Fox tiene su oscura historia. Se explica a partir de que la ultraderecha intelectual estadunidense reunida en Santa Fe, Nuevo México, aconseja al presidente George Bush padre apoyar a la “sufrida oposición de la derecha mexicana” que representaba ese partido creado en 1938.

 

El PAN se fundó como un partido de inspiración católica. Reunía una creyente clase media, exfuncionarios  y sectores ilustrados universitarios,  simpatizantes todos por la defensa de los intereses económicos y políticos empresariales,   amenazados  por el gobierno del general Lázaro Cárdenas, desde su óptica, como lo describió  Abraham Nuncio “Cuando redoblan las sotanas”.

 

La ideología derechista del PAN era una filosofía ad hoc para ser motivo de estudio de la ultraderecha estadunidense reunida en Santa Fe, Nuevo México en los años ochenta del siglo XX. Idóneo para describirlo como una opción política que merecía ser apoyada por las políticas intervencionista en México de los presidentes Ronald Reagan y George Bush.

 

Los santafesinos hicieron publica en un segundo informe de 1988 sus propuestas.  Precisamente en el año en que se efectuaron las elecciones presidenciales mexicanas. Las firmaron cuatro de los más conocidos representantes de la ultraderecha estadunidense: Lynn Bouchey, Roger W. Fontaine, David C. Jordan y el general Gordon Sumner. Todos ellos llegaron a ocupar puestos de relevancia en el gabinete de la Casa Blanca de Reagan y Bush.

 

En su primer informe este grupos de los llamados think tanks, o cajas de pensamiento,   ya habían sugerido a su presidente Ronald Reagan endurecer sus intervenciones en América Latina y el Caribe con la invasión de Granada y aumentar el apoyo a los contras  que asediaban desde la frontera de Honduras a la revolución sandinista en Nicaragua. Al mismo tiempo sin  dejar de observar con ojos de lince  los cambios políticos en Centroamérica y el sur del continente. México sobre todo estaba en su mira.

 

En el marco de ese endurecimiento de la política exterior de la Casa Blanca hacia el sur, ocurrieron las muertes de dos políticos latinoamericanos opuestos a sus políticas de intervención: Jaime Roldós, presidente de Ecuador, y el general panameño Omar Torrijos, ambos en sospechosos accidentes aéreos.

 

Para México, en su segundo informe de Santa Fe II, los pensadores de la ultraderecha recomendaban tanto estimular y apoyar al PAN como a funcionarios mexicanos partidarios de la privatización de la economía nacional sin ningún rasgo de estatismo. Al mismo tiempo empujar al PRI a  una mayor apertura con “reformas políticas verdaderas” y con la venta masiva de las propiedades estatales.

 

Rosario Green, quien fuera secretaría de Relaciones Exteriores (1998-2000), egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, senadora de la República, identificó con precisión el proceso económico y político que le deparó para México la ultraderecha estadunidense en las etapas de Reagan-Bush.  Enarbolaban las banderas de la “democracia, protección de los derechos humanos y la recuperación económica al servicio de los intereses norteamericanos”.

 

Para Rosario Green una vez impuesto en México durante el gobierno de Miguel de la Madrid el proyecto económico neoliberal surgido del Consenso de Washington creado por Reagan- Margaret Thatcher y Karol Wojtyla,  incluido   derrumbar  el poder de la  Unión Soviética, seguía “fortalecer la transición democrática” en México  y frenar el avance de los partidos “antidemocráticos” en el sur del continente.

 

 

El modelo intervencionista diseñado por la ultraderecha estadunidense, explicaba Rosario Green, partía de la democratización de América Latina y “acabar con el modelo estatista que predominaba en la mayoría de los países de la región” y derrotar a la “ofensiva cultura marxista”.

 

Con  el Tratado de Libre Comercio diseñado  entre  1988 y 1994 por el gobierno de Salinas de Gortari con  el gobierno de Estados Unidos  y  el de Canadá, concluía la primera fase de la intervención política de la Casa Blanca en nuestro país. Seguía la segunda fase, la política: la alternancia en el poder presidencial y poner un punto final a la larga hegemonía del partido de Estado del PRI desde 1929.

 

Por encima de las diferencias  y conflictos entre grupos  políticos entre el presidente Salinas y el de Ernesto Zedillo y tras los crímenes de Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la presidencia, y de Francisco Ruiz Massieu, en marzo y septiembre de 1994, y el fugaz levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), persistía el modelo de la democratización de México,  diseñado la ultraderecha estadunidense de Santa Fe II siguió su  marcha hasta las elecciones presidenciales del año 2000.

 

El proyecto de la democratización tan ansiado por la ultraderecha estadunidense para México, se coronó con la alternancia en el poder presidencial al final del siglo XX al cederlo el PRI a la sufrida oposición mexicana.  Triunfó el candidato-empresario Vicente Fox. El PRI bajó completamente la guardia, sacrificó a su candidato Francisco Labastida como lo hizo una década antes en Baja California con su candidata Margarita Ortega Villa para cumplir con la alternancia.

 

El presidente Ernesto Zedillo reconoció mucho antes de conocerse los datos oficiales de la elección presidencial de ese julio de 2000, el triunfo del candidato-empresario.  Su gobierno ya de salida le tendió una alfombra roja a Fox para su  arribo a Palacio Nacional. El empresario neopanista  ya había sido gobernador de Guanajuato dentro de esa misma apertura “democrática” de los santafesinos.

 

Lo que no calcularon los santafesinos de Nuevo México fue que después de los fraudes electorales de 2006 para bloquear al candidato de una disímbola  izquierda de Andrés Manuel López Obrador y  asegurar los doce años de los gobiernos dóciles del PAN en la presidencia, fue que un fallido gobierno del presidente priista  Enrique Peña Nieto les cambió la ruta.

 

El último priista en la presidencia  le abrió de par en par las puertas de Palacio Nacional a un  López Obrador en las elecciones presidenciales de 2018,   con una  izquierda todavía más disímbola que la del 2006.  En las de 2024 López Obrador logra imponer a la primera mujer presidenta, Claudia Sheinbaum  hasta 2030 en una confrontación mayor con la política intervencionista de la Casa Blanca, ahora con el fanático republicano Donald Trump.

 

El renacimiento o relanzamiento del PAN de días pasados, en un escenario más parecido a un profeta fanático religioso estadunidense,  con los mandamientos de Patria, Familia y Libertad,  este partido recupera su papel de ser de ser el modelo de una derecha más acabada para México en el 2030,  que la pensada por  los ultraderechistas de San Fee hace más de 35 años.

 

Un renacimiento apadrinado por desiguales personajes:  el empresario Claudio X. González; Lorenzo Córdova, expresidente del Instituto Nacional Electoral;  Jorge Castañeda, canciller de  la era de Fox; y José María Aznar, vocero de la más radical  ultraderecha española. Todos ellos actores  en un escenario similar a las de la ultraderecha fascista del partido Libertad de Milei en Argentina; neofranquista de Vox en España, y ahora del Partido Demócrata Cristiano por el cual triunfó en  Bolivia Rodrigo Paz Pereira y acabó con el sueño de la izquierda mesiánica indígena.

 

Un renacimiento más semejante a un aborto al romper sus alianzas con el PRI  sin el cual ya hubiera perecido el PAN desde el año 2000  y adelantar para el 2030 la procreación de una criatura similar al Silvio Berlusconi de la Italia fascista.

 

 

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