lunes, marzo 10, 2025

LA PIEDRA DE SÍSIFO: México, en el lecho de Procusto

Por José Luis Camacho

López-Procusto era un feroz, cruel,  siniestro y despiadado hostelero de la mitología griega. Colocaba a sus víctimas en un camastro de hierro con el engaño   de ofrecerles un pausado descanso. Pero cuando sus piernas eran más largas y quedaban fuera se las cortaba;  si eran más cortas las estiraba hasta descoyuntar sus huesos para ocupar todo el rudo catre.

El presidente Donald Trump es una representación exacta del  Procusto griego, no solamente nos aplica la redención dela Doctrina Monroe y la del Destino Manifiesto del siglo XIX. Está empeñado en la recuperación del poderío imperialista de esos mandamientos, a lo cual agrega violencia psíquica de sus ambivalentes discursos,  practicada cada noche por el régimen de Adolfo Hitler durante la ocupación alemana de Europa.

Trump agobia tanto a México como a Latinoamérica; a Panamá con la amenaza de arrebatarles el Canal,  una de las luchas más largas de la soberanía de ese pequeño país de Centroamérica;  imponer sanciones arancelarias hasta Chile y a su socio similar en Argentina. A la devastada Ucrania le exige intercambiar recursos minerales   raros como parte del pago de la ayuda militar recibida de la Casa Blanca durante la guerra contra Rusia;  y  convertir en un emporio turístico la ensangrentada franja de Gaza por  su sanguinario socio del gobierno ultraderechista de Israel.

Trump es un peligroso maniático que ya desde su primer mandato asomó su perfil totalitario. Nada nos debe ser extraño cuando  elogia a la presidenta Claudia Sheinbaum-  maravillosa mujer, le dice-  al hablar de sus cualidades y por otra mantiene el dedo sobre el gatillo. Sobre todo al acusar al actual gobierno mexicano de “proporcionar refugios seguros para que los cárteles se dediquen a la fabricación y el transporte de narcóticos peligrosos” y   operar “sin trabas debido a una relación intolerable”.

El narcotráfico es una vieja historia en México.  Plagada de perversos amasiatos entre  poderes públicos de diversas instancias desde el municipal, estatal y federal. El gobierno de la Doctora Claudia Sheinbaum le ha tocado muy pagar caro los costos de la indolencia, abulia, desentendimientos y hasta complicidades de gobiernos anteriores con el narco.

Durante las campañas electorales de 2024 fue una de las víctimas de la guerra sucia de sus opositores. Se propagó la sucia especie del “narco presidente” para estigmatizar al entonces presidente López Obrador y a la ex Jefa de Gobierno de la Ciudad de México al llamarla “narco candidata” para bombardear su carrera hacia Palacio Nacional.

Las políticas mexicanas  contra las drogas en los años de la economía neoliberal  partir de 1982 en las relaciones con Estados Unidos merecen ser vista a  profundidad. En ese marco están las certificaciones sobre el comportamiento de los gobiernos mexicanos en la lucha contra las drogas y la abierta presencia de los agentes políticos de la DEA en territorio nacional, el organismo estadunidense encargado de perseguir a las organizaciones criminales mexicanas y de otros países  dedicados a los trasiegos de los estupefacientes a Estados Unidos y a Europa.

Las certificaciones creadas a modo por Washington en 1987 y hasta 2002 para calificar  el comportamiento de los gobiernos mexicanos en sus políticas de combate al narcotráfico no llegaban a satisfacer a la parte estadunidense. Mantenían que el narco  era “su principal amenaza” cuando el transporte de la cocaína procedente de México  llegó a ser del 70 por ciento. Ahora es el fentanilo.

Un conflicto sobre el narcotráfico se ha convertido en 2025 en un problema político entre el Estado mexicano y el empresario Trump, quien  lo utiliza ahora  para imponer los aranceles del 25 por ciento a las exportaciones mexicanas hacia su país.

Los gobiernos mexicanos de la era neoliberal no hicieran más contra el narco cuando desde el  primer gobierno neoliberal de Miguel de la Madrid,   Carlos Salinas de Gortari, entonces era secretario de Programación y Presupuesto,  habló  de que el narcotráfico representaba “una amenaza para la seguridad nacional”. Hasta la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación habló de que el narcotráfico “amenazaba las raíces mismas de la República” en notas publicadas en el Washington Post y el New York Times en los meses de enero y marzo de 1988.

Para la egresada científica  de la Facultad de Ciencias de la UNAM,  Doctorada en Ingeniería Energética,  quien habla y lee perfectamente la lengua inglesa,  la dimensión del conflicto del narcotráfico para su gobierno es político. No se trata de la Ley de Newton de que todo cae por su propio peso ni de las probabilidades de la física cuántica.  Es tarea más compleja al definir la probabilidades de entendimiento en las actuales relaciones con el imperio del norte, la piedra angular que describió Martín Luis Guzmán en sus notas sobre México y Estados Unidos desde 1919.

Cuando la presidenta  mantiene la cabeza fría y la serenidad  habla la científica. Cuando habla de honestidad – porque cree en ello y  hay que creerle- sin sumisión, en la defensa de la soberanía, de respeto mutuo, colaboración y la coordinación con la bicéfala  administración de Trump habla como parte de la nueva clase política de la IV Transformación de la República.

Desde 1986 como estudiante militante de izquierda en el Consejo Estudiantil Universitario, de la Facultad de Ciencias de la UNAM,   ahora con la banda presidencial,  le ha tocado un  espinoso y empedrado  proceso político de enseñanza-aprendizaje. Sin duda, como científica y ahora sentada en la silla presidencial,  es una persona de palabra,  como lo ha dicho en su cuarta conferencia con Trump del 6 de marzo.

Pero con  Trump no se puede confiar  a pesar del nuevo plazo de un mes más, hasta abril en la aplicación de los aranceles del 25 por ciento; de aranceles recíprocos, de no incluir a los productos citados en el tratado comercial, el TeMec,  negociado en el primer mandato del empresario republicano con México  y el gobierno de Canadá, que sustituyó al de 1994 del gobierno salinista.

Si los gobiernos mexicanos han llegado a ser débiles y cómplices con el narco, los del Tío Sam han sido complacientes con el lavado de dinero provenientes de cuantiosas fortunas como se llegó a describir en una Comisión bilateral entre México y Estados Unidos creada  con antelación para el Tratado de Libre Comercio de 1994 , donde se expuso que la zona del narcotráfico desde Bolivia hasta México y el Caribe, era un mercado de 110 mil millones de dólares que aterrizaba en el imperio del norte.

Trump usa ahora el narcotráfico para  que se cumplan sus intereses de dominación sobre el país. Hace a un lado deliberadamente que el hampa dedicada al narcotráfico, sus complicidades  están del lado de su frontera, donde los capos sajones gozan de impunidad. No habrá fin del narcotráfico si en los Estados Unidos no se combate  con la misma saña con la que se califica  a México de ser una especie de santuario del narcotráfico.

El vicepresidente JD Vance en su visita reciente a su frontera sur de Eagle Pass, en Texas llegó a decir que “si no controlan estos cárteles, el pueblo de México se despertará en un narcoestado, donde los carteles tienen más poder que su propio gobierno”.

México es el chivo expiatorio del fracaso de las políticas de las agencias policiacas estadunidenses en su propio territorio. La presidenta Sheinbaum lo ha preguntado en varias ocasiones: sí únicamente desde territorio mexicano ingresa el fentanilo u otras drogas, cuando  los puertos en los mares de las costas estadunidenses del Pacífico y del Atlántico son otras vías de acceso; en sus  mismas garitas de puertas giratorias en la frontera  con México donde cruzan las drogas  y a la vez las armas hacia nuestro país.

El gobierno mexicano actual ha estado cumpliendo con determinadas ofrendas de paz. Ha reforzado la frontera con diez mil elementos de la guardia nacional;  ampliado la búsqueda de los laboratorios de acabado del fentanilo; al igual que la entrega de 29 capos que reclamaban autoridades judiciales estadunidenses a diversos estados de la Unión Americana. A ello se suma desestimular a las corrientes migratorias provenientes del sur.

Ahora reclaman políticos vinculados al narcotráfico. Es el hoyo negro de la política mexicana. Son historias que persiguen y nublan al país, sean militares de alto rango o  un fiscal de Nayarit o ex gobernadores  sobornados,  casos que contribuyen  a la brutal embestida de Trump para configurar sus mensajes desde la Casa Blanca o desde su Congreso cuando asegura de la convivencia de los cárteles con el gobierno mexicano.

La presidenta Sheinbaum  debe conocer esas historia,  turbias, viscosas  y de lodo  que involucra a gobiernos tanto del PRI como del PAN. El episodio más presente de esas convivencias toleradas la representa  el gobierno de Felipe Calderón, entre 2006 y 2012,  donde su propio secretario de Seguridad, Genaro García Luna, ha sido procesado y sentenciado en Nueva York por cinco cargos relacionados con el narcotráfico y falsedad en sus declaraciones.

A diferencia con el trato con el garrote dando al comediante que preside a la desgarrada Ucrania, con la presidenta Sheinbaum el emperador Trump habla quedito;  afloja y aprieta. Quiere un México amaestrado a sus políticas geoeconómicas y geopolíticas. Cerrar las puertas a todo lo que represente una amenaza para su dominio imperial de la renovada Doctrina Monroe que reivindica en el siglo XXI, empezando por cerrarle las puertas a las inversiones al gigante chino en México.

Está muy lejos Trump de ser el buen vecino de las alianzas para el progreso; nos sigue con la misma   obsesiva mirada del entonces presidente Ronald Reagan, de ser  su traspatio, ser su frontera de seguridad nacional, ser su fuente de mano de obra barata cuando la ocupa.

Sin duda es hora de apoyar a la presidenta Sheinbaum, reconocer su talento al mantener la cabeza serena al hablar con Trumb, por lograr otra pausa de un mes en las represalias arancelarias, darle más tiempo al país de recomponer con estrechos márgenes una relación complicada, desigual, que cuelga con alfileres. Porque Trump está empeñado en seguir las enseñanzas de Procusto, nos ha tendido un lecho para cortarnos las piernas o desgarrarlas. El desafío es enorme para el país, probablemente el mayor en la historia de esas turbulentas relaciones.

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