La guerra del fango
Por José Luis Camacho
En el Día Internacional de la Libertad de Expresión, de cada tres de mayo, nos obliga a reflexionar sobre el tipo de periodismo que se realiza en México, el que por solamente inducir una sospecha entra en el terreno de la guerra del fango, que dice Umberto Eco; o el de un ejercicio de difundir informaciones u opiniones tan rigurosos y objetivos como un espejo plano, al que convoca Camilo José Cela.
En estos días una de las últimas víctimas de la guerra del fango que vive el país en un régimen de libertades públicas, ha sido Nilda Patricia Velasco Núñez, esposa del expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León; otras víctimas de ese encono paranoico y de vilezas del fango han sido el también expresidente Andrés Manuel López Obrador y la actual presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
El escritor de El Nombre de la Rosa, escrupuloso lingüista como era Eco, describió las características del periodismo de fango, un tipo del peor periodismo que ha llegado a inundar en el propio Palacio Nacional, la conferencia mañanera de la presidenta Sheinbaum, desde donde por una confusa grabación difundida por un reportero de casa, la señora Nilda Patricia Velasco Núñez fue vinculada a un grupo de narcotraficantes de Colima conocidos como los hermanos Amezcua.
La presidenta Sheinbaum no se le veía cómoda cuando el reportero de casa se regodeaba al dar a conocer la posesión de una grabación de uno de los viejos casetes que poseía. Según aseguraba este periodista de casa, la voz era de la señora Nilda Patricia hablando con uno de los Amezcua, en una grabación que le proporcionó uno de los hijos de un general en el sexenio de Zedillo detenido por acusaciones de complicidad con el narcotráfico.
En los cursos de estos años López Obrador y Sheinbaum Pardo han sido calificados de “narco presidente” “narca presidente” por las campañas implacables desatadas en redes de los espacios de internet, dentro de esas guerras del fango, de la que ahora es víctima una señora que solamente es la esposa de un ex presidente en el marco de un ríspido conflicto político que sostiene con los gobiernos de la IV Transformación de la República.
La campaña de guerras del fango contra la presidenta Sheinbaum llegó a extremos de sembrar infamias, con imágenes que ofendían no solamente a la destinataria, también a quienes la recibíamos por medio de esas redes sociales. Por el origen de su familia, el antisemitismo y racismo alcanzó grados de lenguajes más allá de lo obsceno, de vilezas inconcebibles semejantes a las de los nazis para calificar a la población judía y las minorías raciales.
Este debate sano en principio por el conocimiento y discernimiento de políticas públicas como las del fondo del rescate bancario del sexenio zedillista, las obras públicas del sexenio de López Obrador y la elección de quienes deben ocupar juzgados, magistraturas o ministerios de la Suprema Corte de la Nación, ha desembocado en las tuberías de los drenajes.
La pagana de esta sórdida guerra del fango ha sido la señora Nilda Patricia solo por el hecho de ser la esposa del presidente del sexenio 1994-2000 y el haber conocido a su marido desde que fue su profesor en la Vocacional Cinco del Instituto Politécnico Nacional, donde ella era estudiante en la generación 68-69 y haber nacido en Colima.
Desde joven estudiante, quienes la conocieron la describen como una joven sencilla, reservada y tímida, feminista, admiradora de Sor Juana Inés de la Cruz. Ingresó a la Escuela Superior de Economía del Politécnico pero no terminó la carrera. Más dedicada a sus tareas de familia y cuidado de sus hijos e hija.
Durante la presidencia de su esposo, guardó una distancia prudente, permaneció alejada de su familia. Sufrió la pérdida de un hermano en un accidente automovilístico, blanco en su momento de perversas especulaciones de la prensa del fango. En general Nilda Patricia era una persona cuidadosa para el cargo que representaba en ese sexenio junto al economista egresado del Poli y de la Universidad de Yale.
Las grabaciones que hizo escuchar este joven reportero de casa en las conferencia del pueblo de la presidenta Sheinbaum desató una campaña de infamias en las redes y en algunas páginas de diarios tradicionales para lapidar a la señora Nilda Patricia, con una capacidad de rapiña de buitres similar a la que han padecido López Obrador y la presidenta Sheinbaum.
Para difundir estas grabaciones, este reportero gozó de lo que en el medio conocemos como “ponerlo en suerte”. Estaba ubicado en la primera fila, habló después de otro reportero de casa de una página Polemón, fundada por uno de los periodistas mexicanos más honestos, escrupulosos y de sólidas convicciones, Jaime Avilés, incapaz de avalar campañas sucias.
Ese jueves primero de mayo este reportero en la primera fila dio como cosa suya, veraz y novedad esas grabaciones turbias en el ahora salón Guillermo Prieto. La presidenta, como toda respuesta que da, dijo que se investigara sin más.
La presidenta no asume de la facultad de decir quién o no está en la primera fila pero en valores entendidos para los reporteros mañaneros, ella selecciona ya puestos en suerte, a los y las qué preguntan, como les dice el periodista José Sobrevilla en un libro de su autoría.
Esa selección de reporteros de primera fila, unos de casa y otros de visita, seguramente se determinan en una caja de pensamiento donde se construyen los modelos de políticas de comunicación social de la 4 Transformación de la presidenta, que durante el sexenio de López Obrador y describe Rogelio Hernández López en una entrevista con José Sobrevilla, llevaban a cabo como artífices: Paco Ignacio Taibo, Jesús Ramírez Cuevas y Jenaro Villamil.
La presidenta observa esta selección reporteril cada mañana al iniciar sus conferencias del pueblo. Esta vez, este reportero de casa disfrutaba al dar a conocer la grabación con la presunta voz de la señora Nilda Patricia, como si se tratara de un Watergate mexicano.
Una de las escasas voces, por no decir la única, que ha cuestionado esa grabación ha sido Yazmin Alessandrini, con vasta experiencia acumulada en el periodismo, capaz de con solo oír y ver, desentraña mensajes y sus efectos, una verdadera “chucha cuerera”, como se dice en el medio de los pintarayas. En El Universal del viernes dos de mayo, Yazmin desestimó el valor de esa grabación, no valía “ni tres pesos” y sin efectos probatorios. Una grabación más difundida por youtuberos, más no periodistas, escribió.
Ese vil deporte de difundir esa mezcla de periodismo nauseabundo con versiones informativas maliciosas e infames lamentablemente ha recaído más en las llamadas redes sociales y en alguno que otro diario impreso. En las redes basta tener acceso a una pantalla entrar al internet para hablar con el segundo cerebro humano, un tipo de periodismo completamente lejano del periodismo de la libertad de expresión que celebramos con las Naciones Unidas cada tres de mayo, al cual nos abrigamos quienes creemos que el periodismo tiene una función elevadísima en tiempos del fango del escarnio, de no estar ni de un lado ni del otro.
La sociedad mexicana merece “anteponer la verdad a todo puesto que la mentira no es noticia”, como dice Camilo José Cela. Un periodismo garante de la democracia, la libertad y la pluralidad, como dice Umberto Eco y no un periodismo que sirva para deslegitimar al adversario con la difusión de sospechas del periodismo del fango.