¡Tan cerca de Estados Unidos y
tan lejos de América latina!
Por José Luis Camacho
Para Estados Unidos, desde que hace 250 años inició su proceso de independencia de los ingleses, el principio del respeto a la soberanía de otros países no existe. México es un país que ha mantenido infructuosamente la bandera de la soberanía como el eje de sus principios de nación independiente. El historiador John S.D. Eisenhower ilustra lo que para Estados Unidos representa la soberanía mexicana.
Al concluir su extensa historia sobre La Guerra de los Estados Unidos contra México, 1846-1847 resume así el valor y el respeto del imperio del norte hacia la soberanía mexicana: “¡Pobre México! ¡Tan Lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!
El emperador Donald Trumb acaba de anunciar con júbilo bajo el lema imperialista “American Firts” las espectaculares celebraciones de los 250 años de los Estados Unidos sobre el origen de la independencia de esa nación, que en esos dos y medio siglos su política exterior sido marcada por el expansionismo y violentísimas acciones intervencionistas para probar que han sido y recuperan en el siglo XXI, con el maniático presidente republicano, la imposición de un orden unipolar en el planeta.
México ha perdido desde que se independizó del imperio español las guerras con el imperio del norte, agresivo, intolerante, autoritario con una política de doble filo, la big stikc, de hablar quedito y con el palo dando, la teoría del gran garrote bajo la sombra de la política expansionista y dominante de la Doctrina Monroe, de América para los americanos, y la del Destino Manifiesto probada exitosamente en las guerras con México, la peor de 1846-1848.
El México de la IV Transformación de la República está en la mira del emperador desde sus oficinas del salón oval de la Casa Blanca en Washington. A pesar de ordenar al gobierno súbdito de Israel cuándo y cómo atacar al régimen fanático de Irán y dando terminar la guerra de los doce días, dominar a los países de la Unión Europea, México no deja de mantenerlo en su dura mirada.
Gradualmente las principales demandas hechas por el emperador Trumb a la presidenta Claudia Sheinbaum de frenar las corrientes migratorias del sur que cruza el Suchiate, reforzar la guerra contra las poderosas organizaciones del narcotráfico se ha ido cumpliendo, pero no le es suficiente. Insiste en la intervención militar para exterminar los focos de infección en la población norteamericana que representa el tráfico de drogas.
En el gobierno de la presidenta no se duermen. Cuenta con funcionarios, Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente, Alicia Bárcena con la experiencia para descifrar los pasos de Trumb sobre México. El emperador no cederá a pesar de los esfuerzos que hace el gobierno mexicano en el combate en varios frentes a esas organizaciones violentísimas. Domina en la rígida mirada de Trump y de su gabinete de seguridad y de sus servicios de inteligencia norteamericanos, CIA, DEA, FB, que son “terroristas” dueñas de extensas zonas del territorio mexicano y es el más idóneo pretexto para su intervención disfrazada o abierta.
Desde la embajada de su procónsul Ronald Johnson, el ex agente de la CIA y un militar entrenado en la guerra de guerrillas, Trump recibe información clasificada de cada hecho de violencia en el país, sean las matanzas acreditadas a las peleas sangrientas entre las bandas de narcos y su reguero de cadáveres en las carreteras y los asesinatos; las capturas en el mar de pesados cargamentos de drogas o los atentados a funcionarios municipales. Violencias sistemáticas que nublan las acciones de la Guardia Nacional constitucional y de las secretarías de Marina y Defensa.
Los principales noticiarios de Televisa y Azteca y de la radio, propiedad de empresarios privados, están dedicados a dar cuenta de los crímenes que diariamente que ocurren en el país por las disputas territoriales entre esos grupos, sean los de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación y otras muy locales como las de Santa Rosa de Lima o La Familia Michoacana, las poblaciones del país por el control de la venta, narco-tienditas, en barrios, pueblos y colonias de las zonas urbanas del país que dan una imagen de un país sin controles de seguridad y donde domina el miedo en la población.
La presidenta mexicana hace esfuerzos por conservar la calma, piensa con la cabeza fría sin dejar de sonreír en el principal escaparate mediático que tiene en sus conferencias mañaneras o en sus recorridos por diversas partes del país donde sus discursos, siempre que se refiere a las relaciones con el delirante republicano de la Casa Blanca, exigen una relación de respeto a la soberanía del país que Trump no le asegura.
La presidenta mantiene como su política central una colaboración y cooperación en todos los campos de las relaciones, la de seguridad, migración y económica.
México asumió la defensa de su soberanía con una política ampliamente activa hacia las vecindades al sur del Suchiate, donde la experiencia de soberanías vulneradas es tan larga como la de México, cargadas de los más violentos y atrabiliarios agravios, semejantes a las de la historia de nuestro país, sean los golpes de Estado en la Guatemala de 1954 contra el gobierno del presidente Jacobo Arbenz o contra el gobierno del presidente Salvador Allende en 1973 en Chile; o los golpes militares en Argentina, Uruguay, Perú, Bolivia; las invasiones militares en Santo Domingo, Granada y Panamá y la adhesión asociada obligada de Puerto Rico; o el salvaje bloqueo a la Revolución Cubana y los acosos armados a la Revolución Sandinista con las bandas de los contras en los ochenta.
En toda esa historia de bárbaros ultrajes que ha narrado Gastón García Cantú, la defensa de la soberanía se ha hecho con dignidad en gobiernos de la posrevolución mexicana, aún con todas sus contradicciones internas y dependencias del imperio del norte, hasta que en 1982 se impuso el Consenso de Washington que convirtió el país en uno más de sus súbditos al convertirlo en un Estado administrador con nuevas formas de colonialismo.
En los años veinte, el líder de las revoluciones nicaragüenses, César Augusto Sandino, México fue su refugio; lo mismo para los miles de republicanos españoles al final de la década de los treinta; y al igual que en los setenta al dar acomodo a cientos de perseguidos por las dictaduras centroamericanas y de Sudamérica, de Brasil, Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay, Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, Venezuela y de las islas caribeñas.
A pesar de que el gobierno de la IV Transformación de la República, con todo su estrecho campo de acción en sus relaciones con Latinoamérica al tener encima las presiones de Trump, ha mantenido exigencias históricas en política exterior al condenar ahora el endurecimiento imperialista al bloqueo y embargo a la isla, pero no basta.
La presidenta de México elude acercarse más a las naciones de la región sur y del Caribe y de otras zonas del planeta claramente opuestas a las políticas de Trump. El único viaje que hizo al exterior fue a la efectuada en Canadá del Grupo de los Siete más poderosos del mundo, donde iba a entrevistarse con Trump. Pone como pretextos sus viajes al interior del país para no estar presente en la cumbre de líderes del bloque BRICS, una alianza económica, política y social integrada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, un bloque de países de economías emergentes que se realizará el 6 y 7 de este mes en Brasil, un país clave al sur del continente.
El expresidente López Obrador cometió las mismas omisiones de acercar más su gobierno al sur. La relación con América Latina es de la mayor importancia estratégica para México. El general Lázaro Cárdenas lo entendió perfectamente. En 1961, concluir en la Ciudad de México la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la emancipación económica y la paz, Cárdenas fue el lector de la Declaratoria de entre cuyos textos destacan los siguientes:
“La fuerza fundamental que bloquea el desarrollo de América Latina es el imperialismo norteamericano”.
“Resuelta a ejercer una política independiente, sin otra meta que la de sus auténticos intereses y necesidades América Latina exige pleno respeto a la autodeterminación de los pueblos. Dicha política es la premisa indispensable de nuestra participación en el orden mundial en igualdad de condiciones”.
“Sin emancipación económica, no hay independencia política”.
México rehén: ¡tan cerca de los Estados Unidos y tan lejos de América Latina y el Caribe!