viernes, marzo 29, 2024

La peligrosa e irresponsable competencia coheteril Putin-Trump

Luis Alberto García / Moscú

* Los Avangard rusos, superiores a los Tomahawk estadounidenses.

* Se refrenda la antigua rivalidad entre Rusia y Estados Unidos.

* Apenas empiezan a mostrarse las nuevas armas atómicas.

* Llegan los arsenales de última generación, con China en el duelo.

* Washington se preparaba para la ruptura del pacto de 1987.

Rusia experimentó a fines de 2018 el Avangard, uno de esos misiles hipersónicos que fue, según Vladímir Putin, un “regalo de año nuevo” para sus compatriotas; pero también un gesto hacia Washington y Donald Trump, que ya habían denunciado que Moscú incumplía el Tratado para la Eliminación de Misiles de Mediano y Corto Alcance (INF) con otro cohete polémico, el misil de crucero de tierra SSC-8 conocido como 9M729.

Moscú lo ha desplegado en cuatro batallones en dos bases al Este de los montes Urales, cerca del mar Caspio, arma que Washington ve como una forma de intimidar a Europa —especialmente a las antiguas repúblicas soviéticas—; pero que según el Kremlin no vulnera el pacto.

Como demostró la acogida del Avangard, las estrellas de los futuros arsenales serán probablemente los misiles hipersónicos, que combinan dos características clave: son mucho más rápidos y manejables que sus parientes cercanos, los misiles estadounidenses de crucero sónicos o subsónicos Tomahawk.

Los cohetes hipersónicos de Rusia pueden viajar más de cinco veces a la velocidad del sonido, o alrededor de 1,6 km por segundo, lo que los convierte en extremadamente difíciles de interceptar, mientras los Tomahawk de Estados Unidos alcanzan velocidades de 900 kilómetros por hora.

En el campo de los misiles hipersónicos, según han revelado distintos funcionarios estadounidenses, el Pentágono —pese a que ha doblado su presupuesto para ello— está atrás de Rusia y China, que entra en el duelo belicista.

“Esperamos desplegar nuestras primeras armas de este tipo a mediados de 2020”, dijo un científico estadounidense, informando que Japón, India, Australia o Francia también trabajan en tecnologías hipersónicas similares a las rusas.

Parece que Estados Unidos se estaba preparando para la ruptura del pacto firmado por Mijaíl Gorbachov y George W. Bush en 1987, porque desarrolla ya un cohete de ataque de precisión, previsto para 2023 y que estaría fuera del rango permitido por el INF.

También puede adaptar otros armamentos, como sus Tomahawk ubicados en el mar, para lanzarlos desde tierra, y dispone de otros, en este caso de contención, como el escudo antimisiles que, bajo el paraguas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) opera desde Rumania y Polonia.

Se trata de un mecanismo que pretende evitar un ataque de misiles balísticos de largo alcance provenientes de Irán o Corea, pero que Moscú entiende como una amenaza directa, en tanto el Pentágono también podría desplegar misiles de alcance intermedio en sus bases en Japón apuntando a territorio chino.

Pekín haría lo propio; pero incluso así, Estados Unidos es consciente de que necesita un arma más moderna que recorra más distancia, y eso apunta de nuevo a los misiles hipersónicos.

Rusia, pese a que ha dicho que mantendrá una respuesta “simétrica” y que no se embarcará en una nueva carrera armamentista, en realidad ya ha anunciado nuevas armas, al menos una versión de tierra de su misil hipersónico lanzado desde el aire y una versión terrestre del llamado Kalibr, un misil de crucero lanzado desde el mar.

Ambas opciones superan el rango que permite el tratado nuclear, y derribado el obstáculo del INF quedarían acuerdos como el de No Proliferación o el Nuevo START III, que limita el número de misiles nucleares estratégicos y de cabezas nucleares; sin embargo, Estados Unidos no parece dispuesto a prorrogar este último, que expira en 2023.

La limitación actual más importante para ambos países es la presupuestaria: Rusia dedica a defensa unos 67.000 millones de dólares al año, un 4,5% del PIB, según el Instituto de Investigación para la Paz Internacional de Estocolmo (SIPRI).

Estados Unidos es el país que más invierte, casi 610.000 millones de dólares, un 3,1% de su PIB); y China, segundo país que más gasta en esta industria, le asignó 228.000 millones de dólares en 2017, un 1,9% de su PIB.

El Pentágono solicitó para 2019 un incremento de sus fondos para una parte del programa de armas hipersónicas de 278 millones de dólares; en 2018 fue de 201, sobre un total de 2.000 millones presupuestados para el programa general.

La Marina y el Ejército de Tierra o la Fuerza Aérea de Estados Unidos tienen programas para desarrollar estas armas bajo el nombre de Prompt Global Strike; pero la administración de Trump no va a tener fácil explicar en un Congreso dominado por los demócratas que el amplio paquete disponible para Defensa se le queda corto.

En Rusia el problema es mayor, y como comenta Michael Kofman, analista experto en sistemas de defensa rusos de la CNA Corporation, pese a las dudas sobre la efectividad de las armas rusas, el problema no es que no funcionen.

Según él, lo hacen, pero se pregunta cuántos de esos misiles hipersónicos puede permitirse Moscú en un periodo en el que el país, acosado por las sanciones occidentales, se enfrenta a la recesión económica y a la pérdida de popularidad de Vladímir Putin.

Tras anunciar que también se bajaba del INF, afirmó que no aumentaría el presupuesto para defensa, sino que se limitaría a ajustarlo; sin embargo, el gobierno ruso anunció un nuevo presupuesto para un programa de desarrollo de la industria militar en todo el país.

Y si Moscú quiere mantener el ritmo anunciado, necesitará más, dicen los que saben.

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