Raúl Moreno Wonchee
La Constitución cumplió cien años. Si son muchos o pocos lo habrá de dilucidar la sabia virtud de valorar lo ganado en la lucha por ejercer la potestad fundamental de la nación: la soberanía, cuya vigencia hace posible que los mexicanos forjemos nuestro destino. Al presidente Peña le tocó conmemorar el centenario haciendo frente a amenazas del exterior. Y no con posiciones de última hora pues desde que apareció Trump en el horizonte de las posibilidades políticas, advirtió el riesgo de que tomara por asalto la Presidencia de Estados Unidos al percatarse de que el establishment gringo carecía de capacidad y aún de voluntad para detener el embate del revanchismowasp. En efecto, el 29 de septiembre de 2015, en la 70 Asamblea General de la ONU, Peña previno al mundo sobre la amenaza de los nuevos populismos, pidió a los países estar alertas frente a quienes se aprovechan de sus miedos y condenó a quienes siembran odio, rencor y discordia social con el fin de cumplir agendas políticas para satisfacer ambiciones personales. También abordó el tema migratorio y señaló que sus riegos se agravan cuando los migrantes son estigmatizados y responsabilizados de las dificultades propias de los países de destino. Desde esa visión, trazó una línea eficaz de política exterior que ha confirmado el valor estratégico de la preeminencia que en la defensa de la soberanía, la Constitución otorga al Presidente, único dignatario de la República que es electo por el voto directo de todos los mexicanos. Y cuando el asedio a la Patria nos obliga a la unidad en lo fundamental, atacar al Presidente favorece al enemigo.