lunes, agosto 4, 2025

La narrativa de Ebrard

Federico Berrueto

En estos tiempos de gobiernos disruptivos la narrativa política ha perdido valor como expresión de la realidad. Cada uno ve y dice lo que le conviene y cuando se tiene el aparato público de divulgación y se carece de recato, la propaganda se impone; narrativa a conciencia de su desapego de la verdad. Los gobiernos de siempre han aspirado a ganar respaldo y reconocimiento, el problema se agrava por la intimidación a los medios de comunicación para que se vuelven resonancia acrítica del poder. El populismo hace de la libertad de expresión un objetivo para anularla o al menos hacerla marginal.

Una postura asertiva de quien goza de autoridad propicia la confianza en quien observa y escucha; por eso no hay gobernante bueno, mediocre o pésimo que dude. Todos hablan con seguridad, convencidos de tener la razón. En temas internacionales, más ahora con las negociaciones y acuerdos con el gobierno norteamericano, los países extreman postura para afirmar que han logrado el mejor resultado posible, que es cierto si poco se esperaba.

El dicho de la presidenta Sheinbaum y del secretario Ebrard se ha tomado como éxito la continuidad por 90 días más el régimen de aranceles unilateralmente impuesto por el gobierno norteamericano. El mejor acuerdo posible, se dice y se acepta y algunos aplauden con singular devoción. Propio que el gobierno lo diga porque hay que propiciar confianza ante la incertidumbre y el sombrío panorama económico y existe libertad para coincidir, pero también para disentir. La continuidad de lo que existe vale mucho si se considera que lo nuevo podría ser peor, que es el fondo del mensaje oficial.

Es cuestión de perspectiva y opinable la narrativa gubernamental, porque se ignora una parte, quizá la más relevante del dicho de la contraparte: México se compromete a eliminar las barreras no arancelarias. Esto merece más que una explicación, porque plantea un escenario muy complicado, ya que alude a cambios de política y seguramente reformas legales y constitucionales. El secretario Ebrard elude el tema y lo remite a la complejidad de la aplicación de las normas que regulan el comercio entre ambos países. La cuestión es que los 90 días no son de espera, sino de evaluación de ese periodo, y las pretensiones del vecino son mayores. La revisión del acuerdo comercial será renegociación y hay razones suficientes para considerar que será un desafío significativo por la visión proteccionista de la contraparte.

No es cierto, como afirma el secretario Ebrard -afortunadamente la presidenta ha sido más cauta-, que a México le fue mejor que a todos, su dicho fácilmente verificable y que demuestra el desapego a la verdad en el afán de construir una narrativa de éxito. Los aranceles ya definitivos oscilan entre 10 y 15% para Inglaterra, la Unión Europea, Japón, Corea del Sur y Vietnam, inferiores a los de México, además del periodo de espera, que contribuye a la incertidumbre. El cuento de Ebrard parte de la idea de que quienes escuchan son tontos o complacientes.

Los mercados financieros no se dejaron impresionar ni por la expectativa previa ni por el acuerdo. El tipo de cambio no registra cambios mayores, aunque hay que subrayar que el dólar norteamericano ha perdido valor respecto a las demás monedas. Existe un tema fundamental más allá de las elaboradas explicaciones de quienes gobiernan: habrá o no mejora en la economía a partir de una realidad insoslayable, desde que llegó el obradorismo al poder México el modesto crecimiento de décadas perdió impulso.

El secretario Ebrard tiene tres públicos a complacer: el primero es de una sola persona, la presidenta Sheinbaum; el segundo, la nomenclatura morenista que de siempre lo han visto con reserva, y el tercero, los demás, especialmente los empresarios ávidos de entender qué sucede y el impacto para sus negocios. El problema es que Ebrard ni la presidenta les pueden dar certeza porque el resultado está en el presidente Trump. Por ejemplo, presumir que México ganó por la posposición por 90 días de un acuerdo, pretende minimizar el hecho de que los aranceles ya se están aplicando. El gobierno de Trump planteó en su propio interés la prórroga, no como concesión graciosa a las habilidades negociadoras de los mexicanos.

En la economía, la seguridad y la relación con el gobierno de Trump más allá del triunfalismo está la realidad. Nada qué celebrar que no sea invocar eso de que podríamos estar peor.

SIN LÍNEA

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