CIUDAD DE MÉXICO.- Durante décadas, la Luna fue un destino que parecía haber quedado en pausa. Tras las misiones Apolo, el interés global se desplazó hacia la Estación Espacial Internacional, Marte y la observación profunda del cosmos. Sin embargo, en los últimos cinco años, la carrera lunar resurgió con una fuerza inesperada, mezclando ambición científica, competencia política y un componente económico que antes no existía. Hoy, mientras varias potencias compiten por regresar al satélite, el calendario apunta a un objetivo común: 2030 será un año decisivo.
Un regreso impulsado por nuevas motivaciones
A diferencia de los sesenta, la nueva carrera lunar no se mueve solo por razones geopolíticas. Las misiones actuales buscan comprobar recursos, instalar infraestructura y preparar experimentos que servirán como base para viajes más lejanos. El interés por el hielo de agua, presente en los polos lunares, cambió por completo la conversación. Ese recurso podría convertirse en combustible espacial y permitir la fabricación de oxígeno, lo que transformaría a la Luna en una especie de estación de servicio interplanetaria.
Las potencias que encabezan el nuevo impulso
Estados Unidos, China e India lideran los avances más visibles. Estados Unidos apuesta por el programa Artemis, que pretende llevar a la primera mujer y a la primera persona de color a la superficie lunar en esta década. China avanza con misiones robóticas cada vez más complejas y con planes claros para construir una base científica en la región del polo sur. India, que sorprendió al mundo con el éxito de Chandrayaan-3, busca consolidarse como una potencia espacial emergente con misiones de bajo costo y alta eficiencia.
Europa, Japón y varias agencias nacionales también participan, aunque con enfoques más colaborativos. Mientras tanto, empresas privadas como SpaceX, Blue Origin e ispace comienzan a tener un rol que sería impensable hace veinte años, acelerando ritmos y reduciendo costos de forma agresiva.
¿Por qué 2030 es una fecha clave?
La mayoría de los programas espaciales coinciden en que, hacia finales de esta década, la Luna ya no será solo un destino de misiones puntuales. La meta es tener módulos habitables, operaciones regulares y experimentos permanentes que preparen el salto hacia Marte. Para 2030, se espera que al menos dos bases científicas estén en funcionamiento, una liderada por China y otra impulsada por Estados Unidos y sus socios, abriendo un nuevo capítulo en la exploración humana.
También será un año de transición para la economía espacial. Empresas dedicadas al transporte lunar, la extracción de recursos y la instalación de infraestructura podrían consolidarse como sectores multimillonarios. La Luna pasará de ser un símbolo histórico a un entorno donde se generarán contratos, empleos y tecnología que impactará nuestra vida cotidiana.
Qué significa este renacer para el futuro
El regreso a la Luna no es nostalgia, es estrategia. Funciona como un laboratorio cercano donde se pueden probar tecnologías que, más adelante, se usarán en misiones más ambiciosas. Representa también una oportunidad para revisar acuerdos internacionales, definir reglas sobre el uso de recursos y cuestionar cómo debe ser la convivencia en el espacio.
Si algo ha demostrado la nueva carrera lunar, es que la exploración dejó de ser un esfuerzo aislado. Es un proyecto global donde ciencia, política y economía avanzan juntas, y donde 2030 aparece como un año que marcará un antes y un después en nuestro lugar dentro del cosmos.
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AM.Mx/kmj
