Norma Meraz
Dicen que “el prometer no empobrece” y, ciertamente, no empobrece al que lo hace, por eso en estos tiempos de Semana Mayor y de Pascua tiene buena cabida el refrán.
Cada mañana hay una llamada a “misa” en Palacio Nacional.
Atentos y puntuales, los periodistas acuden a la liturgia del poder.
Liturgia es el “orden y forma que ha aprobado la iglesia para celebrar oficios divinos”, tal como lo define el Diccionario de la Lengua Española y eso es lo que se oficia desde el “púlpito nacional”.
Las preguntas de los comunicadores nacionales y extranjeros son palabras que se lleva el viento pues respuestas puntuales que ellos esperan, no llegan.
La tempranera reunión se traduce en un dialogo sordos.
¿Cuántos planteamientos, dudas y cuestionamientos se hacen desde ahí buscando una respuesta a tales inquietudes?
La democracia exige una comunicación para generar acuerdos y no descalificaciones.
El orden y la forma para celebrar el “oficio divino” de la comunicación la establece el Presidente Andrés Manuel López Obrador. Y nadie más.
Cómo si los mexicanos viviéramos en la parvulez y poquedad mental, nos despacha cada mañana un sermón de. “amor y paz”, “portémonos bien”, lo que diga “el pueblo sabio”. Y hasta agrega: “si quieren que se haga una encuesta voluntaria para ver si los ciudadanos quieren que se juzgue a los expresidentes”. Pero si él ya los expió de sus culpas, ya purificó a Enrique Peña Nieto y a todos los corruptos de su régimen, por cierto, el más podrido del que se tenga registro.
Los mexicanos no tenemos flaca memoria, la corrupción y el mal gobierno de Enrique Peña fueron los que llevaron 30 millones de votos a las urnas para ungir al actual Presidente de la República.
Tampoco se nos olvida que, sin “consulta o encuesta”, el gobierno borró de un plumazo, la leyenda “sufragio efectivo no reelección”, de la papelería oficial. ¿Cuál es el mensaje?
Lo menos que hoy exigimos es un buen gobierno, un Presidente que conduzca al país por un camino hacia el progreso con acciones y trabajo no solo con discursos e imposiciones.
Alguien dijo un día que “el poder no se comparte “, y yo digo que tampoco se debe concentrar en un solo hombre, pues se corre el riesgo de caer en el autoritarismo.
Más de 50 millones de mexicanos no votaron por Andrés Manuel López Obrador, luego entonces, hay que gobernar para todos.
No cancelemos la pluralidad política, no excomulguemos a los opositores pues, más temprano que tarde, llega la “justicia divina”.
Así pues:
¡Digamos la Verdad!