Por David Somellera (Parte II)
CIUDAD DE MÉXICO, 29 de enero, (AlmomentoMX).-La idea es que en esta segunda parte el lector pueda ver la transformación de una avenida, que en vez de desaparecer como espacio público, más bien ha ido absorbiendo y adaptando diferentes corrientes ideológicas, así como diversas funciones.
Primero sirvió para comunicar, posteriormente para cristalizar el republicanismo de Porfirio Díaz, por último como un escaparate de la élite política. En este siglo XXI los políticos tienen planeado la comercialización del Paseo de la Reforma, poniendo en riesgo el patrimonio y la ecología de este corredor.
Esta utopía urbana perredista no tomó en cuenta la opinión de la ciudadanía, no demuestra una planeación urbana, ni respeto por los vestigios del Paseo, intenta acabar con la zona verde que es Chapultepec pelando todos los árboles hasta la Sierra de Guadalupe, obstaculizando un camino procesional de más de 700 años.
Para la valenciana Pilar Monreal Muñoz (2016) en su artículo sobre Ciudades neoliberales define el espacio público como “una producción social y cultural construida por una variedad de agentes sociales: el Estado y las administraciones públicas, los técnicos y los profesionales cuya misión es ordenarlo y planificarlo”.
Aquí desarrollaré las reflexiones que tuve al lado del arquitecto Rubén Ochoa Ballesteros en torno a la puesta en marcha de la línea 7 del metrobús. Es un amplio conocedor de Inmuebles patrimoniales, arquitecto por la Facultad de la UNAM, pensador de altos vuelos, da conferencias y maneja grupos a quienes les explica ya sea en el campo o en una clase a puerta cerrada sus interpretaciones sobre el urbanismo mexicano.
Forma parte del colectivo 06600 Plataforma Vecinal y Observatorio de la colonia Juárez. El arquitecto nació en una casa sobre Reforma, hace mucho que la echaron abajo. En su lugar está el edifico de HSBC. Hoy duerme en la cama en donde nació su madre, en el edificio de la Privada Roja en la colonia San Rafael.
El Paseo de la Emperatriz como el eje urbano que une el camino imperial y el religioso
La historia de este Paseo es reciente. Durante el Segundo Imperio de Mexicano (1864-1867) el archiduque Maximiliano y Carlota de Bélgica al no poder descansar debido al ajetreo comercial que se registraba en la otrora Plaza del Volador que es hoy el gran Zócalo capitalino, los emperadores decidieron dejar el Palacio virreinal, hoy Palacio Nacional sede del Ejecutivo, para radicar en el Bosque de Chapultepec.
En la punta del cerro de Chapultepec el virrey malagueño Bernardo de Gálvez comenzó las obras de lo que es hoy el castillo de Chapultepec en 1784 y terminó en 1786. El virrey mandó construir una casa de campo para recluirse del bullicio de la naciente ciudad de los palacios, aunque sólo la pudo vivir su hijo, quien tuvo que tomar el lugar de su padre. El lugar es abandonado hasta que se vuelve el Antiguo Colegio Militar.
La pareja imperial construye encima de esta casa una réplica del Castillo de Miramar que era su morada en Trieste, Italia. En tiempos de Maximiliano la única forma de llegar al bosque era atravesando la avenida del Paseo Nuevo hoy Bucarelli, y luego el camino empedrado (hoy avenida Chapultepec) que funcionó como albarradón para dividir el agua dulce del agua salada, y llevar el agua dulce de la Laguna de México a Tenochtitlán.
Los emperadores prefirieron trazar otro camino hacia el bosque para poder pasar con sus carruajes que era el medio de transporte de la élite política de esa época. Maximiliano inspirado en la arquitectura europea de moda con la que Napoleón III mandó hace las grandes avenidas del “Gran París”.
Maximiliano copia las operaciones urbanas de Napoleón III, e intenta trasladar en México un tipo de urbanización con anchos bulevares, glorietas y plazas. Pide a dos austriacos, al ingeniero topógrafo Ferdinand de Rosenswaig y a Louis Wollant, que trazaran lo que en su momento se llamó el Paseo de la Emperatriz, que iba de lo que es hoy el principio de la avenida Juárez (en donde está hoy El Caballito) en una perfecta diagonal hasta llegar a la puerta del Castillo de Chapultepec.
La idea es que los emperadores viajaran en un camino más estable de la puerta de lo que fue el Palacio virreinal hasta su nueva residencia en el Castillo de Chapultepec, el cual se construyó en muy poco tiempo.
Con la presencia de los emperadores en el lado poniente, comenzaba la construcción de un segundo perímetro de la ciudad imperial, que tiene hasta hoy una proyección urbanística de avanzada que en vez de las catedrales y claustros característicos del primer perímetro, que hoy es el Centro Histórico, y que se trazó como una copia de Roma.
Al contrario Maximiliano proyectaba un “pequeño Paris” en su imperio que se había ganado el difícil título de ser la capital del nuevo mundo. La ciudad imperial se conectaría con esta nueva traza, como un cordón que unía al cerro del Chapultepec con la Plaza virreinal, través de esta avenida se irían dibujando las colonias que nacieron por donde pasaba este camino real.
Según me explicó el arquitecto Ballesteros, el Paseo de la Emperatriz fue pensado como un jardín lineal, con grandes camellones y una parte de andador peatonal. El jardín lineal en sí tenía el objetivo de ser recorrido por los jinetes en sus caballos. Según el arquitecto los caballos y carruajes salían de las casonas de la colonia de los arquitectos hoy colonia San Rafael Cabalgaban hasta entroncar con el Paseo de la Emperatriz hasta el bosque de Chapultepec, y después de regreso por el mismo camino de vuelta por el corredor bosque-ciudad.
El jardín lineal de Reforma, según Ballesteros desaparecerá en algún momento como sucedió con el Zócalo -que fue una plaza ajardinada y hoy es una plancha de concreto-, que actualmente sirve para mítines políticos, plantones, conciertos, ferias y espacios de divertimento.
El Tepeyac como un imán de peregrinaciones multitudinarias
El Paseo de la Emperatriz conectaría de poniente a norte por medio de un camino que habían trazado los antiguos mexicanos que era otro albarradón de piedra que igual dividía el agua dulce del agua salada, e iba de Tenochtitlán al señorío de Tlatelolco. Adelante de este señorío se encontraba el cerro del Tepeyac a donde los antiguos mexicanos peregrinaban hacia este santuario como a otros cerros para pedir lluvias desde octubre hasta marzo. En ese cerro se adoraba y alimentaba a “Tonantzin” en castellano, “nuestra madrecita” que posteriormente se volvió hacia 1531 la Emperatriz de América.
Este camino de peregrinación se le llamó Calzada de los Misterios, ya que a lo largo de esta Calzada se colocaron hacia 1675 los 15 misterios tallados en piedra de estilo barroco. A la fecha los peregrinos que llegan de diversos estados pasan por el Paseo para desembocar en dicha Calzada, así como también llegan por la Calzada de Guadalupe construida hacia 1786.
La Villa de Guadalupe se uniría a la ciudad en el siglo XIX por medio de caballos, diligencias y carruajes propios de la alta aristocracia, a través de la Calzada de los Misterios, que tenía un jardín lineal lo que permitía armoniosamente la entrada de miles de peregrinos que todavía hoy ocupan esta vía.
La proyección urbanística de Maximiliano, uniría el eje imperial que concentraba el poder de los emperadores, con el antiguo camino del Tepeyac en donde se concentraba el poder religioso Colonial. Por lo que Reforma es un ombligo que conecta a dos cerros que simbolizan dos polos que son, el religioso (afuera de la urbe) y lo político-civil (la urbe).
Para Ochoa Ballesteros el Paseo de la Emperatriz simboliza la traducción urbana del cambio de poderes, y la liga de comunicación entre el norte en donde se encontraba el santuario de la Emperatriz de América y el poniente en donde gobierna Carlota de Bélgica que era la Emperatriz de México.
El Paseo de la Reforma como el mausoleo de los próceres de la élite política mexicana
La construcción de la Ciudad Imperial se detiene tras la reinstauración de la República sobre la monarquía. El Paseo se abandona y se queda en pura terracería, hasta que Comonfort lo realínea y lo convierte en una paseo urbano, quitándole los aires imperiales, y le dio el nombre de Paseo Degollado en honor al liberal Santos Degollado.
Porfirio Díaz retomaría el Paseo para convertirlo en el reflejo urbano de la república. Por lo que además de celebrar el centenario de la Independencia, también se celebró el centenario de Juárez (1806-1872) por lo que tomó la imagen de este prócer, padre del federalismo para darle un soporte a su gobierno.
Con la imagen de Juárez en alto, Díaz inaugura la Avenida Juárez antes calle de Plateros, hace el Hemiciclo a Juárez, bautiza lo que es hoy la colonia Juárez, y al Paseo Degollado le llama Paseo de la Reforma.
Para Ochoa Ballesteros Paseo de la Reforma es la calle más entrañable de la capital por que lleva los elementos más emblemáticos de la historia de México, uno de ellos es el Ángel de la Independencia, monumento que Santa Anna quiso colocar en el Zócalo, pero el proyecto pasó al olvido. Díaz retoma la idea, y la proyecta ni más ni menos que en el centro del Paseo.
Para Ochoa Ballesteros, Reforma es el “olimpo de los padres de la patria”, y esta constituido según el arquitecto, “por un sótano que es representado por el mundo prehispánico, la planta baja representa a la Colonia, y la superestructura es la República de Díaz quien se monta encima de Juárez para galvanizar la república federal”.
El Paseo se adornaría también con las más de sesenta estaturas que se mandaron hacer durante el gobierno de Santa Anna así como de las decenas de copones que se alternan con estos personajes.
La élite política de la actualidad al igual que don Porfirio también han querido dejar su huella, López Obrador en 2003 manda poner nuevas guarniciones a las banquetas, retira las bancas porfirianas para poner unas del siglo XXI. Ebrard puso las ecobicis y ahora Miguel Ángel Mancera también quiere dejar su marca para eternizar su nombre echando a andar la línea 7 del metrobús.
El proceso de gentrificación del Paseo de la Reforma
En este siglo XXI Reforma es una avenida principal que no ha perdido su función principal, permite al peatón andar a lo largo de la avenida, ya que está pensada para ese fin, para que los viandantes utilicen esta vía para su disfrute. Sin embargo el paisaje visual ha cambiado, las esculturas sobre Reforma están vandalizadas, no representan ningún respeto,
Lo que interesa es la nueva función de la avenida que es la introducción de un transporte público que deja ver un proceso de gentrificación, idea que acuñó Ruth Glass en 1964 para señalar el proceso de aburguesamiento que sucede en las ciudades modernas en donde el arribo de las clases altas desplazan a los habitantes de las zonas con alto valor patrimonial. En esta parte de la ciudad de México este proceso de gentrificación o elitización está presente con el incremento del valor del piso.
Reforma funciona también desde hace décadas como espacio de protesta, en donde los civiles levantan la voz y se manifiestan en contra de la mala toma de decisiones de los gobernantes.
Reforma es a la par un foro multiusos en donde el gobierno central (según sus intereses) organiza maratones, conciertos masivos y exposiciones urbanas que intentan ofrecer una experiencia estética. Es el punto de reunión de los recién casados, quinceañeras, así como aficionados al fútbol.
La avenida es también una prolífica zona de negocios la cual despuntó desde los años cincuenta del siglo pasado. Fue sobre Reforma en donde se construyeron los museos que hoy son visitados por millones de turistas, como el Museo de Antropología -que resguarda gran parte del patrimonio nacional material- o el Castillo de Chapultepec, que desde por órdenes de Lázaro Cárdenas en1944 se convirtió en el Museo Nacional de Historia, y forma parte de la zonificación patrimonial estratégicamente creada por la necesidad de nacionalizar la cultura por parte de quienes conformarían el partido oficial hacia el segundo cuarto del siglo XX.
También se construyeron las casas según las tendencias arquitectónicas del momento, como los condominios Pani, -que fueron los primeros condominios de Reforma-, hoteles de cinco estrellas, bancos, restaurantes y edificios de oficina del más puro estilo utilitarista que sustituyó toda arquitectura decimonónica. Mario Pani participó en la segunda proyección urbanista de mitad del siglo XX la cual fue según Ochoa Ballesteros de tipo funcionalista-futurista.
Los edificios actuales que recorren la avenida Reforma ya con sus años y grietas encima, arropan el actual paseo bursátil de la avenida Reforma que hoy es un pastiche, que han creado los políticos mexicanos por medio de la imitación y apropiación de las corrientes arquitectónicas –primero neoclásicas, luego afrancesadas, art decó, art nouveau, hasta las funcionalistas y/o utilitaristas, la suma de todas las corrientes e ideologías es lo que la hace única. Reforma resume nuestro sincretismo (que es la apilación e imbricación de culturas) algunos le han llegado a llamar incluso el corazón de México.
El corredor Reforma como el “nuevo Manhattan”
La avenida en este siglo representa, por su afán de imitación de tendencias arquitectónicas y de estilos de vida, una ciudad que aspira a una arquitectura global, esto es una ciudad que gire en torno a los grandes capitales y estilos de vida del extranjero.
Reforma como se ha narrado atrás, se urbanizó primero con la toma de las tierras baldías, y le siguió todo un proceso de privatización del espacio público por parte de políticos e inversionistas. Por lo que esta zona histórica hoy es parte clave de la especulación inmobiliaria, y en donde se han desplazado a los viejos habitantes para dar paso al establecimiento de franquicias, empresas y corporativos extranjeros.
Las ciudades globales contribuyen al desequilibrio social, por un lado están los suburbios que tuvieron un proceso de gentrificación específico y diferente de la que se dio en esta zona histórica, en donde que se comenzó dotar de manera acelerada desde los años sesenta, servicios como transporte público masivo, tiendas, restaurantes, hospitales, oficinas de gobierno, peluquerías, todo esto creó la hiper-urbanización que sufre esta zona.
Este proceso de gentrificación desde que comenzó el presente siglo, ha provocado el encarecimiento del piso y por ende un boom en la especulación inmobiliaria. Este proceso de reurbanización se puso en entredicho después del 19-S que recordó el pasado lagunero de la zona, por lo que cualquier proyecto que invite a aumentar la carga en este corredor Chapultepec-Misterios no toma en cuenta las necesidades locales sino que sólo piensa en seguir proyectándose como una ciudad vertical.
Paseo de la Reforma representa la ciudad de los negocios es en donde se encuentran las corporaciones internacionales, las cuales necesitan servicios específicos que el gobierno se encarga de crear para satisfacer a las inversiones. Tal es el caso del metrobús de la línea 7 que es un proyecto de movilidad para los trabajadores de las torres que transitan según el arquitecto Ochoa Ballesteros desde la calle de Lieja, en donde comienza la colonia Juárez hasta el Edificio de la Lotería Nacional.
Las ciudades-negocio se caracterizan por desarrollar un urbanismo neoliberal, que destaca por su vida vertical, y porque el crecimiento urbano lo dictan lo capitales. Algunos ejemplos son el centro de Londres, de la Defensa, la zona más moderna de París que es, la ciudad de Bankenviertel en Frankfurt, el Parque das Nações en Lisboa, así como el enclave que es la zona de Santa Fe.
El cambio más visible reside en paisaje visual que se encuentra poblado por mega torres, que detentan ahora el poder financiero y que no permiten ni el paso del sol. Aquí el estilo de vida se perfila hacia uno vertical, que asemeja a las ciudades estadounidenses. Ochoa Ballesteros llama a este corredor financiero que va de Lieja al Edificio de la Lotería como “el nuevo Manhattan”.
Sin embargo, a diferencia de dicha parte dela ciudad de Nueva York, la cual se encuentra anclada en duras piedras, aquí nosotros estamos parados sobre lodo y grietas que avisoran el implacable hundimiento de algunas partes de esta ciudad, como la zona histórica que hacemos referencia que está sujeta a la subsidencia por su antecedente lagunero.
Esta parte de la ciudad pareciera estar a manera de matrushka dentro de otra ciudad, se caracteriza por su formato compacto y vertical. Esta miniciudad que aspira a la mercantilización por parte de políticos y empresarios, tiene necesidades precisas como un transporte ad hoc y a la altura de las empresas que ponen sus corporativos en las torres. Para ellos dice Ochoa Ballesteros es que se pensó la Línea 7 del Metrobús, y no para los ciudadanos de a pie.
Las torres como la nueva imagen del poder económico
En una ocasión caminamos hacia una de las estaciones o kioskos del metrobús para ver los cambios que ha sufrido la avenida con la puesta en marcha de las obras del metrobús.
Para Ochoa Ballesteros las megatorres y minimizan la importancia histórica de la ornamentación, también están minimizadas las estatuas y monumentos, los cuales ya quedaron como pequeñas estructuras urbanas.
Antiguamente los edificios que representaban el poder eran las iglesias que elevaban su centro sonoro en esas catedrales con gigantescos campanarios. El templo de San Hipólito que está entre Tacuba y Reforma, fue una de las primeras construcciones coloniales que intentaba representar el poder a través de su altura.
Hoy el poder político es el sector financiero y sus matrices, que en gran medida se han anidado en esta parte de la ciudad. Por lo que las iglesias que representaban antes el poder religioso, como la de la Sagrada Familia, la del Niño de la Paz, o la Parroquia de la Votiva.
Esta última está ubicada en la esquina de la calle Génova, y fue hasta 1930 el edificio más alto sobre Reforma. Hoy esta iglesia y otros edificios de esa época han quedado como una caricatura frente a los titanes de acero que acorralan a las viejas construcciones de principios del siglo XX.
Reforma fue hecha para que se pudieran ver los troncos y las copas de los árboles de los camellones, y detrás de las copas de los árboles, los edificios, así fue hasta los años cincuenta del siglo pasado. Esta función de Reforma quedó rebasada por las torres, y ahora por el Metrobús.
El metrobús aportará una nueva perspectiva ya que los usuarios verán con más altura los monumentos. Pero los transeúntes ya no tendrán la perspectiva inicial del Paseo, por la invasión del metrobús que obstaculiza la escala de Reforma, que en un principio se hizo para ver los árboles, ya éstos quedaron minimizados, igual que las estructuras y monumentos históricos.
Para el arquitecto Ocho Ballesteros fue en el año 2000 se deroga la reglamentación que limita las alturas, y se abre la posibilidad de incrementar la potencialidad del uso del suelo, potenciándose la tendencia a construir torres con más de 50 pisos.
Hoy el poder político está representado por las torres que son como “elefantes blancos” es decir, por construcciones que no sirven para lo que fueron creadas, pudiendo ser obras que nunca se terminaron o que se utilizan para otra cosa diferente para lo que fueron pensadas.
El proceso de gentrificación en esta zona de la capital se ha llamado como una especie de “blanqueamiento”. La idea de blanquear en México tiene a un buen representante que es Porfirio Díaz. Él introdujo grupos franceses e italianos al país para mejorar la raza y meter la cultura europea y blanca, para así sustituir progresivamente a la nativa.
Sergio González miembro del colectivo 06600 habla de este proceso de blanquización como un fenómeno específico en las colonias que forman parte de la zona histórica de la que nos hemos venido refiriendo, por lo que él llama este proceso como un “blanqueamiento por despojo”
En estas colonias (como la colonia Juárez) lo que rige es el capitalismo despiadado que desaloja a personas de toda la vida, para introducir a extranjeros que pueden pagar el doble o triple de renta.
Este proceso de “blanquización” dice Ballesteros, ya no es racial sino que responde a personas que no reúnen las características de una clase que llega a mejorar la zona, sino al contrario son nuevas generaciones que no les importa resguardar el patrimonio, dice Ochoa Ballesteros que son todo un grupo de comerciantes que al tener el poder adquisitivo han tomado esta zona para sus intereses.
Los oficinistas que transitan y conviven en esta zona histórica, según el arquitecto son los que trabajan para las transnacionales que manejan dinero “sucio” por lo que sus trabajadores tienden más que a blanquear la zona, dice Ballesteros a “ensuciar” y contribuyen al empobrecimiento de la zona por parte de estos oficinistas, que trabajan en las transnacionales que se encuentran sobre Reforma.
Sobre este proceso de “blanqueamiento” insistió Ballesteros que metafóricamente es como poner una capa muy delgadita, como una sábana blanca sobre el mugrero, que son los capitales que producen las necesidades de torres y del metrobús, para dar servicios a sus trabajadores.
Según el arquitecto no será un transporte para los obreros o funcionarios de gobierno, sino que es pensado exclusivamente para los que trabajan en el sector privado. El metrobús dice Ballesteros, es como tapar con cal una bola de caca.
Contacto del arquitecto Rubén Ochoa Ballesteros
Cel. 55 17 48 32 07
@BALLESTEROSOCHOA
Facebook: Rubén Alfonso Ochoa Ballesteros
E-mail rochoaballesteros