lunes, diciembre 2, 2024

LA JIRIBILLA: Fin al culto a la personalidad

Jorge González Durán

El culto a la personalidad es una patología no sólo compleja sino reveladora de un afán de avasallar, de dominar e incluso de destruir. Quizá eso se esconda detrás de la decisión de Roberto Borge de poner los nombres de los gobernadores de Quintana Roo en el Monumento a la Bandera en Chetumal, la capital del Estado.

Fue una descabellada idea de Roberto Borge que de inmediato concitó el rechazó de los habitantes de la capital del Estado. Estaban los nombres de los gobernadores del Estado, pero la intención era colocar el suyo en una absurda pretensión de figurar junto a los héroes de la patria. No sólo fue descabellada la idea, no sólo fue absurda, sino insultante. Demencial.

Pero desde ayer ya no figuran los nombres de los gobernadores, que algunos sí son respetables, per ellos no avalaron esa aviesa decisión.

La sicóloga Yamile Farjat Alcocer, entrevistada por el Diario de Yucatán, asegura:

“Cuando uno necesita tanto el reconocimiento de los otros, seguramente ponerle su nombre a una calle no será suficiente. El político que siente una admiración exagerada por sí mismo no tiene la percepción del límite y si no hay nadie que pueda frenarlo siempre querrá más y más. ..

“Las personas egocéntricas tienen sentimientos de omnipotencia y aparentan tener una gran seguridad en sí mismas, pero esta seguridad es artificial, detrás de esta ‘personalidad avasallante’ en la mayoría de los casos se esconde un complejo de inferioridad…

“Hay una necesidad de reconocimiento, que es algo natural en el ser humano, pero cuando no se satisface a lo largo del desarrollo surge el problema, el deseo crece y la persona quiere llamar la atención no ya de su círculo íntimo, sino de todos…

“La tendencia a la autoglorificación, a darse demasiada importancia, tiene también que ver con la carencia de afecto. En un momento de su vida estas personas aparentemente pretensiosas se sintieron muy inferiores, tal vez humilladas. “En sus vidas hubo un punto de quiebre en el que sintieron que su individualidad estaba en jaque. Ahí lo normal se volvió patológico”…

Y luego remata: El político que siente una admiración exagerada por sí mismo no tiene la percepción del límite y si no hay nadie que pueda frenarlo siempre querrá más y más.

Roberto Borge cometió un dislate al ordenar colocar su nombre en un monumento emblemático de la capital del Estado. Fue un exceso que ofendió. Pero a partir de ayer se borraron los nombres.

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