jueves, marzo 28, 2024

La Iglesia fue importante empresaria en México hasta el siglo XIX

Conferencia de la historiadora Leonor Ludlow

Por Norma L. Vázquez Alanís

(Segunda de tres partes)

 

La primera gran empresa financiera del periodo novohispano y hasta una parte importante del siglo XIX fue la Iglesia católica, que se constituyó como una intermediaria que no dejaba morir sus capitales ociosos, sino que buscaba invertir por medio de préstamos a todos los sectores sociales, dijo la doctora en Ciencias Sociales por el Colegio de Michoacán Leonor Ludlow.

Al iniciar el ciclo de conferencias ‘Los empresarios en la historia de México. De la colonia al porfiriato’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carlos Slim, la profesora del Instituto de Investigaciones Históricas apuntó que también los monasterios y los conventos dedicaban buena parte de sus fondos y recursos a invertir en negocios, no solamente en Nueva España, sino que comerciaban ampliamente con el cacao con las Filipinas y otras entidades del universo colonial.

El comercio de cacao estaba controlado en buena medida por los conventos de monjas, especialmente las clarisas, reconocidas como una orden de las más ricas, mientras que los jesuitas, hasta su expulsión en 1762, crearon grandes empresas en el norte de la república mexicana. La iglesia participó con financiamiento y empresas, de manera que estaba relacionada con el aparato productivo y económico a través de distintos grupos y asociaciones, las cuales cooperaban en las inversiones, sobre todo en el ramo agrícola, pero además tenía el tope del crédito y combatía el mercado libre de oferta y demanda, es decir, a través de la usura imponía límites al desarrollo capitalista propiamente hablando.

El tema que abordó la doctora Ludlow fue ‘Empresas y empresarios: tradiciones y cambios’ en el que englobó la progresión de la actividad empresarial desde la época novohispana hasta el inicio de la Revolución Mexicana.

Al respecto, dijo que el sector calve de la empresa en el siglo XVIII fue la minería, una cuestión muy jerárquica pues quienes propiamente se metían a las minas a excavar eran los gambusinos que se prestaban a ello, pero los empresarios agrícolas fueron fundamentales porque eran familias valencianas que trabajaron para sacar adelante las minas.

Éstas funcionaron siempre con un sistema llamado de acciones, el cual consistía en que los comerciantes que necesitaban la plata para pagar sus mercancías compraban una barra, es decir una parte de la mina o parte de las acciones del mineral; por ello al sector minero se le reconoce como uno de los más modernos en el XVIII, ya que introdujo el sistema de sociedades por acciones, además de tecnologías nuevas y estaba siempre jugando con el capital de riesgo, pues una vez que desaparecía el mineral también se disipaba la posibilidad de continuar con la explotación.

Otro grupo importante fue el de los comerciantes, sobre todo los mercaderes del Consulado de México que eran grupos cerrados que luchaban con métodos arcaicos por mantener el monopolio y el control de la producción; calculaban no perder el mercado mediante el control del crédito y de las acciones, lo que les permitía tener el poder sobre las mercancías desde antes de que fueran fabricadas, o extraídas en el caso de los minerales, explicó la ponente, quien en 2008 recibió el reconocimiento ‘Sor Juana Inés de la Cruz’ como mujer sobresaliente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

De tal suerte que el ramo del comercio era muy arcaico porque siempre procuró mantener los privilegios y el monopolio, oponiéndose al decreto de la libertad comercial; sin embargo, el consulado de Veracruz era totalmente abierto porque por allí entraban los proveedores extranjeros a finales del siglo XVIII.

Sistema de familias empresariales

En ese momento empezó el sistema de familias empresariales; una de las más destacadas fue la de los Murphy, presente a lo largo de todo el siglo XIX en Málaga, Madrid, Cádiz, Sevilla, Nueva Orleans y Jamaica, donde realizaba comercio o intercambio de mercancías, bienes y capitales, así como esclavos. Fue una amplia red de economía familiar.

Los Murphy ocuparon un papel fundamental no solo en el manejo y la intervención en el comercio de la plata, sino como factor en la independencia de Estados Unidos a través de su apoyo a una serie de movimientos y de grupos, así como de todo lo relacionado con los tratados del famoso comercio neutral.

Hubo otro tipo de empresas en este periodo virreinal y eran las que recibían apoyos estatales; la Real Hacienda manejaba ciertos monopolios como las salinas en San Luis Potosí, los naipes especialmente en la Ciudad de México y el tabaco, que tenía la concentración obrera más importante en aquella época con más o menos ocho mil operarios. Estas empresas fueron manejadas por el Estado y tenían establecido un mercado de distribución muy amplio y cautivo para la venta de sus productos.

También había pequeñas empresas que dependían del ahorro de la familia o de su capacidad para contratar créditos con los comerciantes, casi siempre de refacción, es decir, les pagaban su producto por adelantado para que pudieran comprar la materia prima. Este tipo de empresas eran las agrícolas y los obrajes.

Las empresas agrícolas dieron como resultado la formación de las grandes haciendas del periodo, las cuales sufrieron un duro golpe con el movimiento de Independencia, no solamente porque fueron ocupadas por las tropas, sino porque toda la cuestión del mercado se rompió.

En materia empresarial, el siglo XVIII se caracterizó por el nulo desarrollo de la empresa productiva; los mexicanos ricos de aquellos años se dedicaron a dilapidar la riqueza y los recursos heredados de sus antepasados, mientras que algunos nacionales y extranjeros invertían grandes cantidades de dinero en los espectáculos, negocios lucrativos que no creaban producción, pero que sí daban ganancias.

Industria textil y agio, muy fuertes en el siglo XIX

En el siglo XIX la manufactura de los textiles logró un importante desarrollo, pues aprovechó la existencia de viejas fábricas. Los empresarios de esa industria fueron muy cercanos a Lucas Alamán y a eso se debió la fundación del Banco del Avío, fundamental para promover el desarrollo del recurso textil, procurar telas y vestidos a un nivel más amplio.

Sin embargo, como sólo dependían de los ingresos aduanales, la inestabilidad de estos provocó el cierre del Banco por falta de recursos y por el gran endeudamiento de los capitalistas del ramo que no tuvieron el nivel de ganancias esperado frente a la competencia que había en los mercados locales con los telares indígenas. No obstante, sí desarrollaron su ramo industrial, sobre todo en la asociación de Puebla que se convirtió en la metrópoli textil y que surtía a la ciudad de México.

En la primera mitad del siglo XIX los más exitosos negociantes fueron los agiotistas, porque entonces no había inversión productiva, al contrario, se evitaba, y la fuente de ganancia más segura, aunque fuera muy riesgosa era el préstamo; las grandes fortunas se lograron gracias al agio y a los préstamos a los gobiernos. Así se inició un proceso de secularización del crédito, en el que avanzaban los privados y la glesia iba quedando en segundo plano, aunque no desapareció totalmente.

(Concluirá)

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