La fotografía, ¿pero qué necesidad?

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Federico Berrueto
De no entenderse la fotografía del cuestionado gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, con Andrés López Beltrán, la figura política más relevante después de la presidenta Sheinbaum. Es una afrenta al proyecto y complica la situación del país frente a la embestida del presidente Trump. La situación del gobernador es insostenible, hay fundada sospecha de connivencia con el crimen organizado y evidencia de haber consentido y quizá promovido el encubrimiento del homicidio de su rival político, el exrector y diputado federal, Melesio Cuén. En otras circunstancias el gobernador ya hubiera pedido licencia o estaría sujeto a proceso. El régimen obradorista lo protege, y que López Beltrán lo evidencie representa un mensaje desafiante.
La sospecha del involucramiento del gobernador Rocha con el crimen organizado es fundada. Condenado por sus mismas palabras, igual que su conducta. Tiene que ver con lo señalado por El Mayo Zambada, testimonio no desmentido y confirmado por la FGR respecto al encuentro que habría ocurrido al momento en que El Mayo fue secuestrado y donde fueron asesinados sus lugartenientes y el diputado Melesio Cuén.
El problema no sólo es la impunidad o la complacencia del régimen que protege a toda costa a los propios, el asunto se complica por la difícil relación con el gobierno vecino y el señalamiento del presidente Trump de este martes de que México ha estado dirigido por cárteles del narcotráfico durante muchos años, pero lo está más ahora. La fotografía del gobernador y el prominente político es argumento suficiente para recrear el señalamiento. ¿Pero, qué necesidad?
El presidente Trump y colaboradores afirman que existe diálogo con el gobierno de México y que se comparte la información de inteligencia, esto significa que la presidenta Sheinbaum y sus más cercanos están fuera de sospecha, pero confirma el señalamiento de colusión de las autoridades con el crimen. ¿El presidente Trump tiene elementos o pruebas más allá de los públicos para señalamiento en tal sentido? ¿será una baladronada más como recurso para someter a las autoridades mexicanas a sus propósitos?, parece ser más bien lo segundo.
El gobierno norteamericano ha actuado unilateralmente al emprender acciones de espionaje, sin aprobación del Congreso y de las autoridades mexicanas en territorio nacional. Funcionarios norteamericanos lo han reconocido y confirmado medios de comunicación de ese país. La presidenta Sheinbaum queda en mala situación porque es una violación a la soberanía nacional y en el explicable deseo de no llegar a la confrontación primero responde que la información es una “campañita” opositora; un día después afirma que está en el marco de la colaboración de los dos gobiernos.
El gobierno de Trump está decidido a todo. Si acabó con la alianza atlántica, confrontó a la Unión Europea y traicionó a Ucrania seguro está dispuesto a actuar unilateralmente para combatir al narcotráfico bajo la tesis de que las autoridades mexicanas son ineficaces y están en colusión con el crimen. La política de abrazos no balazos cobra factura con cargo a la soberanía nacional y todavía peor, Morena ratifica el desdén por la legalidad y la idea de entendimiento con el crimen organizado.
Lo peor está por venir. La calificación como terroristas a los cárteles del narco tiene serias implicaciones. Las autoridades mexicanas y Morena no deberían dar lugar al pretexto como es la imprudente fotografía del gobernador Rocha con el dirigente de Morena. Los frentes están en la economía, la seguridad y los derechos humanos de los migrantes. En los tres planos México está en desventaja, que explica el cuidado con el que se ha conducido la presidenta Sheinbaum, con el abono a su favor de haber actuado con determinación para combatir al crimen organizado desde el primer día de su gobierno.
El objetivo del presidente Trump es semejante al de López Obrador. Se utilizan los problemas para cambiar el régimen político; la estrategia es disruptiva, además, hacerlo en muchos frentes para ganar múltiples batallas a partir de la fuerza que tienen. El expresidente López Obrador logró su objetivo, le llevó tiempo, pero acabó con el régimen democrático. En el caso de Trump la situación es más compleja e incierta por las contenciones propias de la democracia norteamericana. El problema es que en los tres temas: migración, comercio y seguridad el presidente norteamericano cuenta con amplio apoyo de la población. Semejante a la reforma judicial que emprendió el obradorismo, hay consenso, entonces hay permiso para imponerse y destruir.

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