lunes, diciembre 30, 2024

La deuda de gratitud de Lenin con Elena Stasova

Luis Alberto García / Yakutsk, Rusia

*Fue la mujer que dio su sobrenombre al dirigente bolchevique.
*Adolescente, llevaba libros hasta su exilio político en Siberia.
*Existen otras versiones; pero ésta ha sido popularmente aceptada.
* Vladímir Ilich Ulianov adoptó esa identidad política en 1901.
* Desterrada en 1913, después participó en la toma del poder.
*Dirigente y funcionaria brillante, sobrevivió a la dictadura estalinista.

Un enigma apenas resuelto y que pocos conocen, salvo sus biógrafos, contemporáneos y compañeros de lucha que lo acompañaron en sus afanes de derrocar al último representante de la dinastía de los Románov -la autocracia de tres siglos que se prolongó de 1613 a 1917-, es la razón que eligió o tuvo Vladímir Ilich Ulianov para adoptar el sobrenombre que significaría su entrada a la historia.

Existe una versión que ha sido popularmente aceptada, emotiva, romántica y digamos que hasta amorosa, porque Lenin, según ideólogos y dirigentes de la Revolución de octubre de ese año, tuvo una tercera mujer en su vida, Elena Stasova, además de Nadezhda Krúpskaya e Inessa Armand.

Incentivado en su oposición al régimen zarista tras la muerte en la horca de Alexander, su hermano mayor, el joven Vladímir, como parte de un grupo contrario al gobierno y consciente de la tarea heredada de él, asumió su rol revolucionario, integrándose a quienes cuestionaban un orden social y político por demás arrogante, injusto y represivo.

Con una actividad política notable en la segunda década de su vida –nació en Simbirsk en 1870-, fue detenido y deportado a Chuchenskoe, en la Siberia central, en abril de 1897, permaneciendo unas semanas en la estación ferroviaria de Krasnoyarsk, para ser enviado a su destino final en el que permaneció hasta febrero de 1900 para, un año después, adoptar el nombre con el que asumiría el liderazgo de la Revolución de 1917.

Acompañado inicialmente por su madre y dos de sus hermanas, separado por la fuerza de Nadezhda -desterrada a su vez al Sur de los montes Urales, para finalmente casarse con Ulianov el 22 de julio de 1898-, éste recibía libros y documentos que le entregaba Elena Stasova, adolescente militante de la causa socialista en la Rusia de esa época.

Conocida como Lena en los círculos revolucionarios, cuatro años antes de la abdicación del zar Nicolás II, entre 1913 y 1916 vivió el exilio interno y, muerto Lenin en enero de 1924, Elena Stasova alcanzaría altas posiciones en la nomenklatura comunista.

Nacida en San Petersburgo en 1885, Stasova era hija de un importante abogado y sobrina de una dirigente del Movimiento de Mujeres de Rusia, y al igual que Lenin y Krúpskaia, por su activismo fue condenada al destierro siberiano, más de diez años después de sus visitas al lugar en el cual Vladímir Ulianov estuvo confinado en Chuchenskoe.

Al volver de su propio exilio, como secretaria del Comité Central del Partido Comunista en febrero de 1917, ayudó a planear y liderar la Revolución que puso fin al zarismo la noche del 25 de octubre -7 de noviembre en el calendario gregoriano- de ese año, cuando se decretó la destitución del gobierno provisional y fue inaugurado el Consejo de Comisarios del Pueblo.

Un día después, como participante en ése y otros episodios –como el asalto del Palacio de Invierno y la promulgación de los Decretos sobre la Paz y la Tierra en el Congreso de los Sóviets- Elena Stasova tuvo una actuación notable.

“Tras la Revolución se convirtió en una funcionaria cada vez más importante en el Comité Central del Partido y en el gobierno regional del Cáucaso”, explicó Lenin al decir que merecía esos reconocimientos, recordando que, cuando permaneció desterrado en Siberia a fines del siglo XIX, una jovencita de nombre Lena lo auxilió en todos sus requerimientos.

Al igual que otras mujeres bolcheviques, Stasova no era partidaria del Tratado de Paz de Brest- Litovsk firmado entre el nuevo gobierno bolchevique, Alemania, Turquía y Bulgaria en 1918, que hizo perder enormes territorios a Rusia y dio por terminada la participación rusa en la Primera Guerra Mundial.

Desde sus años juveniles –cuando conoció a Lenin, que aún no se autonombraba así- ya era crítica con el tipo de gente que se había sumado a los bolcheviques una vez que triunfó la Revolución, así como con la pobreza generalizada que veía en Petrogrado, que así se llamó entre 1914 y 1924, para convertirse en Leningrado, la antigua San Petersburgo fundada por Pedro el Grande en 1703.

Como secretaria técnica del Comité Central tuvo que lidiar con las múltiples críticas que aseguraban que el organismo no era lo suficientemente eficiente, sin que faltaran voces que decían que ella era demasiado poderosa, protegida de Lenin, siempre agradecido con ella.

Sin embargo, todo eso concluyó con la reorganización a que hubo lugar, dejando a Elena Stasova fuera de sus actividades políticas y partidarias, por lo que, en 1920, con la guerra civil casi concluida, decidió subirse a un tren hacia el Cáucaso, al pensar que su carrera como bolchevique había terminado.

Su destino ejemplificó el de las mujeres durante esa etapa (1917-1922), cuando ellas no eran tomadas en cuenta para las decisiones importantes, aseguró Nadezhda Krúpskaya en su calidad de profesora del Departamento de Historia de la Universidad de Leningrado, experta en estudios soviéticos y de género hasta su fallecimiento en 1939.

“Toda la cultura del partido se militarizó y masculinizó”, afirmó la viuda de Lenin en 1927, “así que después de la guerra, los puestos eran para personas con experiencia militar, más que a una mujer que fuese una de las antiguas bolcheviques que no tenía experiencia militar”.

Puesto en discusión el tema de si fue por ella que Lenin adoptó ese sobrenombre para pagar la deuda de gratitud que contrajo con Lena en Siberia en 1898 y a pesar de su receso, Stasova no se alejó de la política y, entre 1921 y 1926, actuó como representante de la Internacional Comunista en Alemania.

A su vuelta a Rusia ocupó varios cargos, incluida la dirección de una revista literaria, y en la década de 1930 logró librarse de las purgas estalinistas que diezmaron al recaer sobre los veteranos -civiles y militares- de 1917, acusados de contrarrevolucionarios y traidores al pensamiento y acciones del difunto Lenin.

Tras la muerte de Iósif Stalin en marzo de 1953, Stasova, a los 68 años, había recobrado su enorme prestigio y se dedicó a recuperar el honor de sus antiguos colegas purgados, sin que faltara Lenin, cuya obra y memoria quisieron ser borradas por el dictador.

Recibió cinco veces la Orden de Lenin y sus restos reposan en la necrópolis de la muralla del Kremlin, junto a los de Inessa Armand, Nadezhda Krúpskaya y John Reed, el periodista estadounidense que hizo la gran crónica vertida en “Los diez días que estremecieron al mundo”, en la cual narra la historia de ese tiempo de cambio en una nación de desposeídos.

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