*La fiesta del baile de máscaras cedió la pista y la música al espectáculo circense… el público espera detenidos, juicios y cárcel, así como confiscación de bienes malhabidos. La exoneración, incluso la del traidor, se vivirá como engaño
Gregorio Ortega Molina
Desesperó el dueño del circo e inauguró con anticipación. Está seguro de que la “chairada” llenará el graderío para disfrutar de una sola pista y sólo un actor importante: Carlos Alejandro Gertz Manero y su muñeco Emilio Titino Lozoya. El guion está a cargo de la Presidencia de la República.
¿Cuánto tiempo podrá mantenerlos como centro de atracción? Faltan once meses para las elecciones que AMLO necesita ganar, de lo contrario la revocación de mandato se inutiliza con el voto del 1° de julio del 2021. Ese desenlace le repulsa de antemano.
De allí su interés en auspiciar que se ventile en los medios y las redes sociales -aunque no haya delito que perseguir, por haber prescrito- el financiamiento a las elecciones de 2012… porque únicamente con un INE desacreditado podrá intentar su cochinero electoral o, en caso contrario, invalidar la elección de la Cámara de Diputados, porque sabe que no puede ceder ese control total que sobre ella tiene.
Pero hay un riesgo mayor. ¿Cómo resolverá si la “chairada” pide sangre, y quiere peces gordos en la cárcel? ¿Aplicará justicia política y electoral, para que sus bases continúen dándole apoyo? ¿Tiene definidos los delitos por los que se les acusará, y constarán en la boleta de la consulta popular, si ésta se hace? ¿Tienen pruebas que den constancia de los abusos y traiciones? Corrupción es un delito penal porque es equiparable al fraude, manejo de recursos de procedencia ilícita y más, por lo que deberá probarse sin sombra de duda. Acusar puede revertirse en contra del acusador.
Es en este momento de decisiones de poder, que el juicio a los gobiernos del pasado se transforma en uno al presidencialismo imperial, esa institución que AMLO está empeñado en restablecer. El dilema no existe. ¿Por qué se permitió el desarrollo de tanta y tan perniciosa corrupción? Porque así lo exigió el presidencialismo metaconstitucional que, al deshacerse de los activos del Estado, empequeñeció la fuerza real de su representatividad. Dejó de ser el señor presidente, para quedar únicamente como presidente. Movieron el florero de lugar.
El poder fue casi absoluto. Luis Echeverría Álvarez debió operar el rescate de su suegro secuestrado, y negociar para que la abolladura a la banda presidencial por el asesinato de Eugenio Garza Sada no fuese a más… pero al final impuso a su candidato y él mismo se lo anunció, como narra una entrevista publicada en Proceso, en la que afirma que la sucesión presidencial no es una perita en dulce, y cómo se lo dijo, en discretísimo coloquio, a José López Portillo, su contlapache de la adolescencia.
Desde 1994 a la fecha, ningún presidente ha impuesto a su sucesor. Si no fue por crimen político, lo fue por la fuerza implacable de las circunstancias o acuerdos previos, como lo negociado en 1988, para legitimar una elección presidencial puesta en duda.
AMLO debe despertar de su ensueño reeleccionista. Su “colaborador” Emilio Titino Lozoya lo destapa, porque el señor presidente está empeñado en imponer a su candidato, que no es otro sino él mismo.
La fiesta del baile de máscaras cedió la pista y la música al espectáculo circense… el público espera detenidos, juicios y cárcel, así como confiscación de bienes malhabidos como producto de su corrupción. La exoneración, incluso la del traidor, se vivirá como engaño.
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