Gregorio Ortega Molina
*Abusaron tanto y son tan graves las consecuencias sociales y económicas de la globalización, que el riesgo de no manumitir a los mexicanos en el ámbito electoral de manera definitiva, puede derivar en una confrontación tan de larga duración y sofocado aliento como el bogotazo, aunque es posible que decidan gobernar como se hizo antes de 1910
Ayer fue cauta y limitada mi apreciación sobre el principal problema de nuestro comportamiento electoral. Es profundo y serio y tiene registro histórico: nunca se nos ha manumitido electoralmente.
De la emisión del voto bajo la acosadora mirada de los hacendados, involucionamos a un sucedáneo de libertad administrado por los nuevos señores de las haciendas -Rosario Castellanos lo describe puntualmente en Oficio de tinieblas-, los capitostes del corporativismo sindical, primero, empresarial ahora, y al precedente de dar por sentado que el gobierno y los barones del dinero siempre ganan. Si no comparten las derrotas, al menos las alternan.
Abusaron tanto y son tan graves las consecuencias sociales y económicas de la globalización, que el riesgo de no manumitir a los mexicanos en el ámbito electoral de manera definitiva, puede derivar en una confrontación tan de larga duración y sofocado aliento como el bogotazo, aunque es posible que decidan gobernar como se hizo antes de 1910.
¿A qué abusos me refiero? Son tantos los desaparecidos, los secuestrados, las víctimas de trata y de la corrupción, que lo que anteriormente podía solucionarse de manera casuística, hoy requiere una respuesta general y nacional.
La idea la tomo de Así empieza lo malo, porque los gobernados somos acreedores del gobierno, siempre omiso, constantemente incumplidor del mandato constitucional, así es que “a todo el mundo le subleva y le duele lo que les han hecho a ellos o a sus allegados o a sus antepasados, no lo que se ha hecho <<en general>>. Sería una tarea desproporcionada y ridícula enfrentarse a <<lo general>>, jamás se ha acometido eso en ninguna época ni en ningún país”.
Lo cierto es que siempre hay una primera vez, porque el hartazgo produce rencor, y de éste la confrontación crece a odio; manifestarlo en una lucha de clases favorece la aparición de guardias blancas o ejércitos clandestinos financiados por quienes pueden hacerlo. Las compañías petroleras antes de la expropiación de 1938 tuvieron las primeras, los barones de la droga tienen los segundos en las personas de los sicarios.
Nada sabemos de lo que va a ocurrir gane quien gane el 1° de julio. Lo que ocurra durante el nuevo gobierno es una incógnita, nada puede asegurarse.
De lo que sí estamos seguros es de lo que ya no debe ocurrir, porque la sociedad está hasta el “queque” de tanto engaño, de haber sido convencida y vencida con ardides de retórica política, para quedar expuesta a las felonías, a la humillación, a la traición de esos políticos que los sedujeron, para después arrancarles lo único que les queda: su dignidad.
El verdadero proyecto de nación iniciará cuando los mexicanos sean manumitidos electoralmente, de una buena vez.