Gregorio Ortega Molina
*Las expectativas creadas por la venta política de la reforma energética y de la Ley laboral, son un espejismo
Los precandidatos a la Presidencia de la República tienen un problema de difícil solución: transformarse ellos mismos -falta ver si tienen voluntad para ello- para modificar el destino de millones de mexicanos cuyo futuro inmediato son los empleos mal remunerados, el hambre, la violencia y el sentido de frustración.
El 29 de noviembre el Banco Mundial advierte que “violencia y criminalidad en algunas regiones de México no sólo afectan la vida cotidiana de las personas, sino que en el mediano y largo plazo disminuye las posibilidades de crecimiento del ingreso y de reducción de la pobreza”.
Considero que ese organismo internacional no siempre dice la verdad, y además tergiversa la realidad de sus análisis para servir a los intereses de sus patrocinadores. Busco parámetros, algo que me dé la medida del comportamiento humano para saber qué podemos esperar del próximo presidente constitucional de México.
En evocación de mis lecturas de Sándor Márai de hace dos lustros, recuerdo un párrafo escrito para ¡Tierra, Tierra!, donde está la mejor explicación del comportamiento de los políticos, empresarios y especuladores que defienden con la vida -la fortuna no la arriesgan- globalización y libre comercio. Escribió el húngaro que vivió desde dentro la implosión de su Imperio:
“La gente percibía -con cinismo o espanto- que esa ilusión, maquillada con una fina capa de humanismo, que se llamaba <<civilización cristiana>> era, en realidad el alias de un sádico desenfreno”.
Nada ha variado desde la capitulación de Alemania en 1945. Hay quienes viven permanentemente en ese desenfreno de la prevaricación, la codicia, la riqueza mal habida, mientras los más, muchos millones más, camelan sin descanso, sin siquiera la remota esperanza de que el trabajo sea edificante por humano, creativo y remunerador, no para vivir con riqueza, sí con dignidad.
El reporte o informe del Banco Mundial indica que “los municipios con niveles más altos de crímenes relacionados con drogas en México, registraron un decrecimiento anualizado del ingreso de 0.2 puntos porcentuales al año durante un lustro.
“En México, los pobres tienen casi tres veces más posibilidades de ser afectados por algún desastre natural en términos de pérdida de vivienda, cultivos y ganadería, que las personas en situación de vulnerabilidad o de clase media, apuntó el organismo; pero también los conflictos civiles, entre los que están aquellos relacionados con la violencia provocada por grupos criminales, ponen en peligro los ingresos de los hogares.
“Un aumento de 10 homicidios intencionales por cada 100 mil habitantes duplica las probabilidades de un municipio en México a seguir sufriendo de pobreza crónica cinco a 10 años después”.
Es decir, las expectativas creadas por la venta política de la reforma energética y de la Ley laboral, son un espejismo, y de alguna manera habrán de evitar que nos refleje tal cual somos durante el próximo sexenio: con trabajo o con espejitos.
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