Gregorio Ortega Molina
*El olvido de la reforma del Estado, la posposición, hasta la eternidad, de la IV República, un nuevo régimen. Sólo cambiando se puede sancionar; para permanecer igual y fiel a los principios que han determinado el ejercicio del poder y permeado las instituciones de la República, es necesaria una complicidad con el pasado
En política perdonar es abrir las puertas a la traición. Se establecen, o no, acuerdos. Los Césares lo manifestaron con el índice hacia arriba, y si el estado de ánimo no era suficiente para otorgarlo, hacia abajo; los crímenes políticos existen para no recordar el olvido ofertado, el acuerdo logrado. El perdón, si no es para asuntos del espíritu y del alma, de la razón y de la necesidad de vivir en paz, se revierte, llega a matar.
Además, la oferta de un punto final parte de un supuesto erróneo, de esa idea absurda de que la corrupción es exclusivamente económica. Otros hechos, otras actitudes, otras decisiones; las traiciones causan mayores estragos que el dinero cambiando de manos. Corromper la toma de decisiones, pervertirla sin que haya beneficio económico inmediato de por medio, ha puesto a México en el estado de indefensión en que se encuentra, ante las pretensiones de los organismos financieros internacionales y la actitud de Donaldo Trump.
En religión el perdón solicitado requiere que el arrepentimiento sea sincero y se pase por una penitencia; en política es de a gratis. Traicionas, te corrompes, y te vas con impunidad garantizada.
Raymond Chandler, en El largo adiós, endereza una filípica moral a su personaje, Marlowe.
“-Usted se siente como un actor que tiene que representar su gran escena -dijo fríamente-. Aferrarse a sus derechos, hablar de la ley, etcétera. ¿Cómo puede un hombre ser tan ingenuo, Marlowe? Un hombre como usted, que se supone que debe conocer el mundo que lo rodea. La ley no es la justicia. Es un mecanismo muy imperfecto. Si usted aprieta exactamente los resortes justos, y además tiene suerte, es posible que al final se haga justicia. La ley no ha intentado ser nunca otra cosa que un mecanismo. Veo que usted no quiere ayuda…”.
¿Qué determinó el punto final? El olvido de la reforma del Estado, la posposición, hasta la eternidad, de la IV República, el nuevo régimen. Sólo cambiando se puede sancionar; para permanecer igual y fiel a los principios que han determinado el ejercicio del poder y permeado las instituciones de la República, es necesaria una complicidad con el pasado, un puente de garantías que resuelven el tránsito al olvido después de haber querido ser todo, y quedar convertido en nada, en don nadie.
Pregunten a EPN, a Felipe Calderón, a Vicente Fox, a Ernesto Zedillo, a Carlos Salinas de Gortari. Tranquilidad económica, sí, dimensión histórica, no.
www.gregorioortega.blog @OrtegaGregorio