*“La frase de Raymond Aron, según la cual los hombres <<no saben la historia que crean>>, siempre le había parecido una ocurrencia sin consistencia, si era lo único que tenía que decir Aron habría sido mejor que se callase. Detrás de esto había algo mucho más sombrío, la distorsión cada vez más evidente entre las intenciones de los hombres políticos y las consecuencias reales de sus actos entrañaba algo completamente malsano e incluso maléfico… de todos modos la sociedad no puede continuar su curso sobre esas bases”
Gregorio Ortega Molina
Lo cierto es que nunca, sí nunca, hemos consolidado el proyecto de nación. A Juárez lo interrumpieron Maximiliano y Porfirio Díaz, a este Madero, que muere ejecutado por Victoriano Huerta, y a la Constitución la “asesina” Álvaro Obregón, el conculcar la piedra angular del movimiento armado: la no reelección.
Lo aseverado por Emilio Uranga es constatable: la Revolución se quedó en agraz, y establecieron un armazón ficticio, ilusorio, el relevo cuatrienal, primero, sexenal después, para hacer del presidencialismo una sucesión de dictadores rotatorios. Quienes pretenden quedarse, lo hacen, pero bajo tierra, como se encargó de ello José de León Toral, tripulado por Concepción Acevedo y de la Llata.
Hoy estamos a la misma distancia de lograrlo que cuando Francisco Cárdenas y José Pimienta ultimaron a Francisco I. Madero y José María Pino Suárez durante un supuesto traslado desde Lecumberri. Lo cierto es que fueron ejecutados.
Desde entonces, los mexicanos únicamente tenemos atisbos de democracia y desarrollo económico para impulsar a México y consolidarlo como patria. Sí, es líder, o lo fue, en América Latina, en política exterior, en nada equiparable a lo que sucede dentro de nuestras fronteras.
Michel Houellebecq nos obsequia una aproximación de lo que padecemos en México y en el mundo: “La frase de Raymond Aron, según la cual los hombres <<no saben la historia que crean>>, siempre le había parecido una ocurrencia sin consistencia, si era lo único que tenía que decir Aron habría sido mejor que se callase. Detrás de esto había algo mucho más sombrío, la distorsión cada vez más evidente entre las intenciones de los hombres políticos y las consecuencias reales de sus actos entrañaba algo completamente malsano e incluso maléfico… de todos modos la sociedad no puede continuar su curso sobre esas bases”.
La distorsión se hace evidente en el dispendio de recursos fiscales que nada producen, en la manera de solapar actos de corrupción como los denunciados en el pasado: Segalmex, Mexicana, Aeropuerto de Texcoco, fracaso económico en CFE y Pemex, los sobres amarillos, suman más, mucho más que el odiado Fobaproa.
Pero nada harán para modificar el modelo político, muchos amigos me aseguran que es imposible, porque los mexicanos gustamos de ser guiados por mano dura. ¿Será cierto?
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