*Asumir, como lo hace Jorge Zepeda Patterson, que durante los tres años de regeneración nacional se modificaron, ya, usos y costumbres de ese conglomerado administrativo y político que se niega a dejar de ser burócrata para convertirse en servidor público, obliga a pensar con seriedad en las argucias morales de un modelo político que retrocede más en corrupción. Es la derrota moral de la República
Gregorio Ortega Molina
Los corifeos de Andrés Manuel se han convertido, al menos, en desvergonzados e ingenuos, para no ser acusados de corruptos, pero ¿quién tiene la certeza de que nada reciben? Asegurar que en 36 meses de regeneración nacional los usos y costumbres de los políticos se modificaron, va más allá de la tontería.
En esta nación el sincretismo se afianza debido a la manera en que se comportaron los evangelizadores en el trabajo de campo, y esa socarrona actitud de los habitantes originales permeó en todos los ámbitos de la vida en que se da la interacción, pero sobre todo la que involucra a una autoridad con un mexicano de a pie.
Vamos a peor, como lo muestra el hecho de la persecución a científicos y administradores de Conacyt. 31, casi uno por mes desde que asumieron el poder.
En la vida nacional sobreviven muchos mini gobiernos que defienden los usos y costumbres de su manera de ser, por encima de la evangelización y la Colonia. 500 años se dice fácil, pero se requiere demasiada perseverancia para dejar pasar el cambio, colocarse de lado, y vivir como han vivido siempre. Con la Guadalupe en una mano, y las deidades ancestrales en la otra. Tonantzin permanece viva en medio de sus fieles.
Exactamente lo mismo ocurre en el gobierno, entre esa burocracia que se niega a transformarse en servidores públicos, porque entonces su proceder sería distinto y les impediría hacerse con los recursos que les permiten mejorar su nivel de vida, e incluso superar todas las expectativas y hasta sorprender. Llegan a la conclusión de que no medrar equivale a la asfixia profesional, civil y familiar.
Tienen sus propios usos y costumbres, y gracias a ellos controlan la relación de buena parte de la administración pública con los electores. Los grandes, por ser personas adineradas, y los pequeños, pero con enorme fuerza y presencia social: en los mercados, las colonias, las manzanas, las escuelas, los sanatorios, hospitales y clínicas… las ventanillas tributarias, los servicios públicos y el catastro.
Asumir, como lo hace Jorge Zepeda Patterson, que durante los tres años de regeneración nacional se modificaron, ya, los usos y costumbres de ese conglomerado administrativo y político que se niega a dejar de ser burócrata para convertirse en servidor público, obliga a pensar con seriedad en las argucias morales de un modelo político que retrocede más en corrupción y cierra con cerrojos “ideológicos” las puertas del acceso a la democracia y otras libertades. La ambivalencia del trato a los migrantes es muestrario de su conducta. Los que quieren entrar a pie, aquí son tratados peor que lo son nuestros connacionales por los servicios migratorios estadounidenses.
Y faltaría revisar con lupa los verdaderos motivos que dieron al traste con el proyecto económico intentado desde 1994, cuando se firmó y entró en operación el TLC. Nunca un gobierno fue tan entreguista y tan de derecha como este de la regeneración nacional, o quizá en eso consiste su mantra, en un regreso al pasado.
El ejemplo incontrovertible está en el uso faccioso de la procuración de justicia. Andrés Manuel muestra su verdadero talante ideológico, adquiere esa opacidad de lo inefable, y retoma la vertiente histórica que sumió a España en una verdadera masacre.
Resulta innecesario querer interpretar lo que está dicho y no requiere traducción. Retomo la reseña que, en su momento, 1995, se hiciera para el libro de Carlos Rojas, editado por Planeta, Barcelona: «¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!» Pocos hechos resumen mejor toda la barbarie de la guerra civil española que esta frase famosa de Millán Astray, a la que Unamuno repuso con clarividencia y mesura ejemplares. Por ello la confrontación –el 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la universidad de Salamanca- entre el aún rector perpetuo y el general fascista cobra valor de símbolo de aquella trágica historia>>.
Andrés Manuel abre, de par en par, las puertas a la confrontación, al odio entre mexicanos, y al miedo. Caro lo vamos a pagar.
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