*Suponemos que el presidente tiene la certeza de que, como en otras ocasiones, se saldrá con la suya, y construirá, en la persona de Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, la candidatura para llevar al país al gobierno de los jueces, como garantía de su impunidad
Gregorio Ortega Molina
Poco importan las consecuencias constitucionales de la convocatoria a sumar, por acuerdo o decreto presidencial, la Guardia Nacional bajo la férula de los generales que mangonean la secretaría de la Defensa Nacional. La fecha elegida para ello es sugerente: el 16 de septiembre, día en que también adquirió el compromiso de dar respuesta a quienes lo presionan por la reforma eléctrica y el TMEC. Dice él que es asunto de soberanía.
Lo que debe inquietarnos son el o los motivos que lo orillaron a despojarse de la máscara que, hasta ayer, escondía su verdadero talante de autoritario. ¿O es que lo obligan el o los grupos que lo encaramaron en la silla del águila?
¿Es el presidente de México el que desea sustituir a Victoriano Huerta en la iconografía nacional de los despropósitos políticos, porque decidió expresar su verdadera vocación? Imposible saberlo, aunque mostró las orejas durante su gobierno en el entonces Distrito Federal, al determinar hacer todo por bandos, porque la ley nunca le fue grata y tampoco se lo permitía.
La incógnita preocupante es la que nos lleva a pensar que la decisión de militarizar México obedece a las exigencias a él impuestas por el o los grupos que lo convirtieron en presidente de la República. Son ineludibles y, por contradictorio que parezca, la Guardia Nacional en la secretaría de la Defensa es para aparentar la lucha contra el narco. Lo ocurrido en Jalisco, Guanajuato y Michoacán, Tijuana, Colima, Tamaulipas y Zacatecas son muestra clara de quien detenta el verdadero poder: el de las armas.
De nueva cuenta prefiero precisar con una cita de El último encuentro: “Para nosotros, matar es una cuestión jurídica y moral, o una cuestión médica, un acto permitido o prohibido, un fenómeno limitado dentro de un sistema definido tanto desde un punto de vista jurídico como moral. Nosotros también matamos, pero lo hacemos de una forma más complicada: matamos según prescribe y permite la ley. Matamos en nombre de elevados ideales y en defensa de preciados bienes…”.
Suponemos que el presidente tiene la certeza de que, como en otras ocasiones, se saldrá con la suya, y construirá, en la persona de Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, la candidatura para llevar al país al gobierno de los jueces, como garantía de su impunidad.
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