*Lo cierto es que no hay para donde hacerse, sino en nota diplomática enérgica, decirles que aquí no criamos monstruos como Patrick Crusius
Gregorio Ortega Molina
El agravio del gobierno y los ciudadanos de Estados Unidos a los mexicanos, trasciende todo parámetro diplomático, humano y ético. Para ellos somos escoria, y no escucho una reacción de la 4T que les pare los tacos.
Obvio que la elección estaba difícil, entre aceptar los aranceles imperiales y servir de policías a los supremacistas blancos, no hay diferencia en el costo humano, porque optar por la decisión económica habría encarecido la vida en esta patria aterida e indefensa, ya de por sí jodida; actuar de golpeadores, además de vidas tiene un costo moral inmisericorde.
Detenerse a leer la información, el dato duro enviado por el Instituto para las Mujeres en la Migración, es para provocar depresión profunda en el más pintado, o moreno, o como quieran: “El pasado 22 de julio se cumplieron los 45 días del Acuerdo firmado entre México y Estados Unidos, en el que el gobierno mexicano se comprometió a frenar la migración, desplegar la Guardia Nacional en las fronteras y aceptar la devolución a México, de solicitantes de asilo allá, del otro lado. Las medidas aplicadas reviven tratos discriminatorios que violan los derechos de las personas migrantes en niveles que no se veían desde 2006.
“Entre los costos, podemos señalar la detención de más de 50,000 niñas, niños y adolescentes, quienes en su mayoría han sido deportados sin respetar su Interés Superior como lo establece la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes; la ocupación de fondos de la cooperación internacional para mejorar las condiciones de las estaciones migratorias; el registro de 100,861 eventos de detención de enero a junio del 2019, la mayoría terminó en una deportación, sin acceso efectivo al asilo; el nulo fortalecimiento a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) pese a que en los primeros seis meses del año ha recibido 30,000 solicitudes; así como las 20,000 personas varadas en la frontera norte sin acceso al asilo y en condiciones de vulnerabilidad, sin trabajo, ni cobertura de sus necesidades básicas.
“De acuerdo con el monitoreo del Colectivo de Observación y Monitoreo de Derechos Humanos del Sureste Mexicano, en los últimos 7 meses se pasó de un discurso de política migratoria respetuosa de los derechos humanos, al reforzamiento y continuidad de un enfoque de seguridad policial y militarizada. Esta situación se ha visto reflejada en la práctica sistemática de detención; aumento de los operativos migratorios en colaboración con la policía militar a lo largo de la ruta del sureste de México y el hacinamiento en los centros de detención migratoria y demás espacios habilitados para tales fines.
“Al tiempo, se ha incrementado la criminalización de personas defensoras de los derechos humanos de la población migrante, a través de detenciones arbitrarias y judicializaciones injustificadas. Las casas y albergues de migrantes, desde donde se proporciona ayuda humanitaria, han sido objeto de hostigamiento y amenazas directas por parte de los agentes de la Guardia Nacional”.
Lo cierto es que no hay para donde hacerse, sino en nota diplomática enérgica, decirles que aquí no criamos monstruos como Patrick Crusius.
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