*Establezcan las analogías que les convengan, lectores. Lo cierto es que hace 36 años, al menos, México ha sido y continúa siendo gobernado por máscaras
Gregorio Ortega Molina
Pareciera que las cifras le juegan las contras al proyecto dictatorial de AMLO, pero para imponer una sola voluntad sólo es necesario vencer el estado de ánimo del pueblo bueno y sabio, y también el de las casi inexistentes clases medias y el de los barones del dinero. Escarnecerlos como corruptos, denunciar el acuerdo BID-Empresarios como algo pernicioso. Lo que escapa de las manos presidenciales, de su idea de la nueva economía como consecuencia del Covid-19. por fuerza es malo.
Únicamente algunos críticos desde sus columnas periodísticas lo vieron venir. Los políticos de oposición, los intelectuales, los líderes sociales (incluida esa delincuencia organizada que distribuye despensas y manda sobre amplio territorio nacional, aunque no gobierna) se apoltronaron, les convino dejarse engañar, no defender sus intereses ni los de la amplia franja de esa sociedad que dicen representar. Asumieron la actitud de los tres monos sabios: no ven, no escuchan, callan.
Recién iniciada la cuarentena, los últimos días de marzo, el INEGI difundió los resultados de la última encuesta sobre empleo-desempleo. ¿Quién levanta la cerviz con esas cifras?
“La Tasa de Desocupación (TD), que se refiere al porcentaje de la Población Económicamente Activa (PEA) que no trabajó siquiera una hora durante la semana de referencia de la encuesta, pero manifestó su disposición para hacerlo e hizo alguna actividad por obtener empleo, fue de 3.3% de la PEA a nivel nacional, proporción inferior a la del mes previo. En su comparación anual, la TD retrocedió durante marzo de 2020 frente a la de igual mes de 2019 (3.3% vs 3.6%), con datos ajustados por estacionalidad.
“La Tasa de Subocupación (referida al porcentaje de la población ocupada que tiene la necesidad y disponibilidad de ofertar más tiempo de trabajo de lo que su ocupación actual le demanda) representó el 9.3 por ciento. En su comparación anual, esta tasa fue mayor a la de igual mes de un año antes que se ubicó en 7.1 por ciento.
“La Tasa de Informalidad Laboral 1 (proporción de la población ocupada que es laboralmente vulnerable por la naturaleza de la unidad económica para la que trabaja, con aquellos cuyo vínculo o dependencia laboral no es reconocido por su fuente de trabajo) fue de 55.8% en el tercer mes de 2020, proporción inferior a la del mes precedente, y menor en (-)1.2 puntos respecto a la de igual mes de 2019.
“Asimismo, la Tasa de Ocupación en el Sector Informal 1 (que se refiere a la proporción de la población ocupada en unidades económicas no agropecuarias operadas sin registros contables y que funcionan a partir de los recursos del hogar o de la persona que encabeza la actividad sin que se constituya como empresa), representó 26.9% de la población ocupada durante marzo de este año, tasa menor que la del mes anterior de 27.3% e inferior en -0.9 puntos a la de marzo de 2019, con datos ajustados por estacionalidad”.
En marzo del presente año, el 60.1% de la población de 15 años y más en el país se ubicó como económicamente activa (Tasa de Participación). Esta tasa es menor a la de un mes antes, también con cifras desestacionalizadas”.
Un mes después y envueltos en el engaño moral y dialéctico de AMLO, la situación no es mejor, pero ni modo de reclamar, de alguna manera todo se hizo con anuencia de esa franja de la sociedad que creyó votar por la libertad, pero frentazo se va a llevar.
El engaño es hábil y persistente. El quid radica en la comunicación matutina que destila escarnio, majadería, desprestigio, acusaciones falsas, nada comprueba, porque según él la palabra presidencial todo lo puede.
María Zambrano, que no era ninguna lela y conoció bien los entresijos del comportamiento humano, el de los seres de poder, dejó anotado: “No hay personaje histórico que no se vea obligado a llevar una máscara. Reciente, apenas pasada, está en nuestros ojos la visión de las últimas, de las que esperamos sean las últimas.
“Y no hay máscaras, personaje enmascarado, que no desate un delirio de persecución. Podría preverse el número de víctimas que a un cierto régimen corresponde, mirando tan sólo la máscara que lo representa. A mayor potencia de representación, mayor el número de víctimas. Y no es necesario que las víctimas sean hechas por decreto cruel, por delirio persecutorio”.
Establezcan las analogías que les convengan, lectores. Lo cierto es que hace 36 años, al menos, México ha sido y continúa siendo gobernado por máscaras.
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