La Costumbre del Poder: Los que se irán solos

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*Cumplido el mandato constitucional del tiempo que es irreversible, quienes ejercieron el poder presidencial y los integrantes de sus familias se convierten en seres solitarios, y descubren demasiado tarde que nunca cultivaron el agradecimiento de sus gobernados, ya no digamos su amor. Se van solos

Gregorio Ortega Molina

Dejar de ser considerado intocable para la sociedad, la prensa, la oposición, escuece, mortifica, duele y trastorna a quienes no fueron criados para hacerse con el poder y conservarlo. Para los críos López Beltrán y el niñete López Gutiérrez la adversidad apenas se inicia.

     En este México posrevolucionario y hoy cuatrotero, pertenecer a la familia presidencial va con todos los privilegios, y también con las exigencias de comportarse como se espera de esos hijos o esposa o hermanos y primos. La banda presidencial sólo cubre el pecho de quien la porta, los que se colocan al lado de quien la carga con todo el peso del poder, sienten ser merecedores de la inmunidad y la impunidad que de ella emana, pero olvidan que el aura presidencial dista mucho de serles inmanente.

     No es tarde para caer en la cuenta de que esa insignia de poder absoluto también es letal, o al menos así lo parece desde Gustavo Díaz Ordaz. ¿En brazos de quién terminó la nuera de Luis Echeverría Alvares y cuál de sus vástagos se “ahogó” sin compañía en su alberca; consideremos el fin de José López Portillo quien ni siquiera supo administrar su poder ni su riqueza; o la renovación moral de Miguel de la Madrid, quien fue engañado por su más cercano colaborador, o el destino del hijo mayor de Salinas de Gortari y los años de cárcel de Raúl, y lo soledad de Zedillo, ya no digamos de las traiciones padecidas por Fox y soportadas en el silencio de la pregunta sin respuesta: ¿Y yo por qué?

     El futuro de Calderón, Peña Nieto y Andrés Manuel chapotea en la estela de sangre dejada por sus gobiernos, aunque resulte verídico que ninguno de ellos se despertó pensando en cómo joder a México, aunque el último no necesitó pensarlo, porque buscó el poder para satisfacer sus frustraciones, e hizo creer a sus hijos que es eterno, pero hete aquí que esa letal aura que confiere la banda, sí tiene fecha de caducidad.

     La doctora Sheinbaum Pardo pronto iniciará sus meditaciones en torno al futuro que desea, y me refiero al inmediato y al eterno, porque ya percibe que no puede sustraerse e las consecuencias de la exitosa moral y ordenado plan de gobierno de su antecesor, que efectivamente transformó a México, y ahora padecemos el costo de esa cuarta transformación.

     Cumplido el mandato constitucional del tiempo que es irreversible, quienes ejercieron el poder presidencial y los integrantes de sus familias se convierten en seres solitarios, y descubren demasiado tarde que nunca cultivaron el agradecimiento de sus gobernados, ya no digamos su amor. Se van solos.

www.gregorioortega.blog                                                  @OrtegaGregorio

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