*El monto de las remesas, que se incrementa mes a mes y es motivo del orgullo presidencial -sin entender o aceptar o saber que crece en la medida que expulsamos connacionales, porque aquí les niegan las oportunidades de una vida digna-, son muestra irrecusable de nuestra dependencia de la economía de Estados Unidos
Gregorio Ortega Molina
En muchos aspectos la globalización no es tal. Es cierto, predomina en la comunicación cibernética e instantánea, en el tiempo real, pero de ahí a más, nada, está determinada por las fuerzas económicas y, encima de éstas, por los intereses geopolíticos y -imposible negarlo- los del crimen organizado en toda la gama de sus manifestaciones, pacíficas y violentas.
Pensar en que nuestro gobierno y los empresarios mexicanos pueden acercarse sin consecuencias a China y su economía, a Rusia y sus intereses, ya sea a través de la vía diplomática, o por medio de sus representantes o testaferros en el continente americano, como puede verse en los intentos de hermanarse con Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, es sólo una estupidez; lo hace patente la militarización de nuestra frontera sur.
México, su gobierno, su territorio, sus habitantes y su desarrollo, son parte inherente a la seguridad interna y regional de Estados Unidos. En gran medida y en asuntos de migración, terrorismo y espionaje, sin mencionar narcotráfico, somos los perros guardianes de su democracia, su desarrollo y su economía. Los intereses de los mexicanos están subordinados a los de los estadounidenses. Vicente Fox, que parecía lelo -pero no Larrea-, lo intuyó bien: hacemos los trabajos que ni los negros quieren.
El monto de las remesas, que se incrementa mes a mes y es motivo del orgullo presidencial -sin entender o aceptar o saber que crece en la medida que expulsamos connacionales, porque aquí les niegan las oportunidades de una vida digna-, son muestra irrecusable de nuestra dependencia de la economía de Estados Unidos, a pesar de que muchos de nuestros compatriotas son explotados y maltratados desde el punto de vista racial. Saben que es la manera de garantizar un mínimo de bienestar a sus familias acá, de este lado.
Hay acuerdos diplomáticos mudos, simulaciones en silencio, porque es la única manera de asegurar que la vida entre naciones parezca normal, y así puedan guardarse los viejos agravios en el clóset de los floreros de Lladró, para que no se rompan y demos al traste con los resultados de los operativos similares al rápido y furioso y la demanda a las armadoras que propician el contrabando de su fuerza letal hacia el sur, porque no se detiene en México.
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