lunes, diciembre 2, 2024

LA COSTUMBRE DEL PODER: La 4T nos receta un 14 de febrero sin amor ni amistad

* Añoro el cumplimiento de esa promesa de la República amorosa, de los abrazos para sustituir a los balazos, de la posibilidad de contar con servicios de salud como los del Primer Mundo y con una educación distinta y gratuita, porque definitivamente encaminan a la nación a esa cuarta transformación tan difusa y poco explicada, pero en la que se juega beis como en Estados Unidos

Gregorio Ortega Molina

 

Sueño con un 14 de febrero diferente, porque chairos y fifís están dispuestos a poner de lado diferencias y enfrentamientos, para unidos trabajar por México; distinto también porque el presidente constitucional de esta patria en la que vivimos, decidió servirse del poder de la palabra para propiciar una reconciliación nacional, en vez de continuar, día a día, con esa confrontación tan soez y peligrosa, como si en dividirnos le fuera la vida.

Sí, anhelo un día del amor y la amistad en el que el presidente olvide su característica majadería y se comprometa a hacer a un lado su pública corrupción moral, que no es intercambio de favores, de bienes económicos, sino que se traduce en hechos que pervierten el comportamiento de los mexicanos y la conducción del gobierno, con más diversas y profundas consecuencias, siendo la primera de ellas esa innecesaria y abierta guerra en la que el campo de batalla son las redes sociales; olvide también su incumplimiento del mandato constitucional, el ejercicio del poder para que los suyos dejen de ser vistos en su complicidad pecuniaria, porque lo de ellos, sí, sólo de ellos es anecdótico porque es poquito.

Sí, añoro el cumplimiento de esa promesa de la República amorosa, de los abrazos para sustituir a los balazos, de la posibilidad de contar con servicios de salud como los del Primer Mundo y con una educación distinta y gratuita, porque definitivamente encaminan a la nación a esa cuarta transformación tan difusa y poco explicada, pero en la que se juega beis como en Estados Unidos y, en medio de la catástrofe financiamos, de manera pía la construcción de estadios para el juego de pelota caliente.

Muero de ganas porque al mural de Sinaloa en el que enaltecen la figura del líder, se sumen otros para que también incluyan en ellos a los líderes paradigmáticos de este gran movimiento, como Félix Salgado Macedonio, Alfonso Ramírez Cuéllar, Armando Bejarano, Manuel Bartlett, Esteban Moctezuma, Miguel Barbosa, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, Alejandro Gertz Manero, por mencionar a las más señeras de esa inolvidables figuras que tanta tranquilidad confieren a los gobernados.

Sí, se me calientan las habas porque todos los mexicanos, hermanados y en un único abrazo a través del territorio nacional, escuchemos en fervoroso silencio el himno a la alegría, cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven, para que enaltecidos y entusiastas tomemos la decisión de apoyarnos unos a otros, con el único y legítimo propósito de alcanzar los sueños de José María Morelos, consolidar las ambiciones de Emiliano Zapata, lograr los ensueños de Felipe Ángeles, o repetir la denuncia de Belisario Domínguez hasta que los abusos del poder queden en un mal recuerdo.

¡Claro!, también sueño con la idea de que las obras faraónicas dejarán de ser una pesadilla, y tendrán la sensatez de detenerlas para que no ocurra lo sucedido con los puertos de altura iniciados durante el sexenio de José López Portillo, concebidos así porque desde ellos se exportarían los excedentes petroleros, y hoy la producción no alcanza ni para los de casa.

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@OrtegaGregorio

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