Gregorio Ortega Molina
*¿Cómo combatir la impunidad, si en esta nación el verbo chingar, en su acepción de joder al vecino, se conjuga todos los días y en todos los ámbitos?
Los viernes disfruto de Elitismo para todos, textos en los que Fernando Solana ofrece a sus lectores una reflexión ajena al conformismo. Trata sus temas de manera distinta y distante a como observamos los sucesos cotidianos la mayoría de los escribidores.
Ahora se ha referido a la impunidad, de la que hasta antes de leerlo veía como ajena al comportamiento general de la sociedad, pero resulta que es muy posible que los políticos que delinquen lo hagan, porque están conscientes de que buena parte de los mexicanos aceptan la corrupción y comportamientos equívocos ajenos, porque disfrutan de loa propios.
Me queda la sensación de que si bien los delitos cometidos por el marido golpeador, el conductor de automóviles que supone que todo se arregla con una <<mordida>>, el gerente del taller mecánico que engaña con las piezas de repuesto, el que roba por hambre en una tienda de autoservicio, el pandillero que con sus secuaces tunde por puro placer, son totalmente distintos en dimensiones y consecuencias a los cometidos por los políticos “trinqueteros” y/o los capitostes de la delincuencia organizada, todos adquieren idéntica dimensión e importancia al momento en que con impunidad se resuelve el dilema de administrar justicia, ya no digamos procurarla.
¿Cómo, entonces, exigir que la impunidad desaparezca?
Resulta imposible, pues si bien cualquier tipo de capitanes de industria y empresarios protestan por la corrupción y la impunidad en la que se mueven los administradores públicos, muchos de ellos buscan los arreglos adecuados para obtener su condonación de impuestos o sus créditos fiscales, o negocian con el IMSS y el INFONAVIT ajustes en sus aportaciones, o buscan mayor rendimiento por menor salario. En este contexto corrupción e impunidad pueden ser similares entre ellos y los políticos.
¿Cómo combatir la impunidad, si en esta nación el verbo chingar, en su acepción de joder al vecino, se conjuga todos los días y en todos los ámbitos?
He escuchado, en lugares públicos, retazos de conversaciones que son esclarecedores: me lo chingué con 100 mil pesos; sí, la transa fue perfecta, es una vieja pendeja que ni cuenta se dio que nomás le lavaron el coche y no se le hizo ninguna compostura; el pinche mordelón se fue contento con 100 pesos…
Pueden prolongarse al infinito. Aquí todos los mexicanos quieren salir impunes, hasta del confesionario.