*El desplazamiento de Occidente a Oriente de los polos de desarrollo y de hegemonía económica no es nada más un asunto de sumas y restas, lo que está en tránsito de modificarse es la civilización y la percepción del mundo, que va más allá del cambio de época como el vivido a consecuencia de la Gran Guerra y la disolución del Imperio Austro-Húngaro
Gregorio Ortega Molina
Poco o nada sabemos de la cultura oriental; supongo que los líderes políticos y empresariales a duras penas tienen un barniz de lo que motiva y mueve a los chinos y a los tigres del Pacífico. Me refiero a su razón y deseo de ser, a la esencia de lo que es su civilización. Los que en Occidente mangonean toman sus decisiones de la mano de asesores, intelectuales y estudiosos de lo que ocurre en ese Oriente que se adueña del mundo.
Pareciera que los líderes occidentales -dóciles y sin protestar- se dejaron conducir a un reacomodo geo-económico porque carecieron de la disciplina para unirse en bloques con similares intereses políticos, sociales y culturales. En Europa el Brexit y la manera en que gestionaron la migración facilitaron los desacuerdos que les impidieron “administrar” las guerras regionales de Oriente Medio y el entendimiento con Estados Unidos para contener el avasallamiento presencial de Rusia y China en buena parte del mundo.
En lo que concierne a América, Canadá, Estados Unidos y México fueron incapaces de desaparecer las asimetrías y se apoltronaron con los resultados positivos de un TLC que pronto fue rebasado por la realidad social de las tres naciones. Los recelos y egoísmos particulares, engendrados por la historia de cada uno de los países, evitaron que se consolidara ese proyecto de integración que debió ofrecer resultados hace una década, al menos.
¿Tenemos líderes para guiar al mundo hacia la libertad y el desarrollo humano?
El desplazamiento de Occidente a Oriente de los polos de desarrollo y de hegemonía económica no es nada más un asunto de sumas y restas, lo que está en tránsito de modificarse es la civilización y la percepción del mundo, que va más allá del cambio de época como el vivido a consecuencia de la Gran Guerra y la disolución del Imperio Austro-Húngaro.
¿Está preparado Occidente para dejar de ser el referente del mundo en cuanto a civilización, fe, cultura, manera de ser, vivir y depredar? ¿Tendremos la inteligencia suficiente para comprender lo que narra Henning Mankell en El Chino, novela que motivó mi regreso a mis inquietudes por esforzarme en comprender el pensamiento oriental?
El primer incentivo lo impulsó mi padre al obsequiarme La tentación de Occidente, de André Malraux, ensayo en el que pone en la pluma de Ling lo siguiente: “… Las ilusiones que creó en nosotros (Europa), chinos, son demasiado precisas como para que podamos encontrar en ellas enseñanza o placer a su modificación: los libros, y nuestra propia angustia, nos obligaron a buscar el pensamiento de Europa más que sus formas”.
Me lo ofreció porque andaba yo deslumbrado con el cuento de que José Iturriaga (el bueno) acababa de convencer a Luis Echeverría Álvarez para que financiara un centro de estudios sobre Estados Unidos, similar a los que existen en algunas universidades de esa nación, cuyo sujeto de investigación es México, somos los mexicanos. Todo terminó en un fiasco.
¿Están -los líderes políticos de Occidente- capacitados para guiar a sus naciones a un cambio de paradigma civilizatorio? ¿Es necesario? ¿Cómo vivieron en Oriente esta cierta imposición de la cultura judeo-cristiana para negociar con la mitad del mundo? La Guerra del Opio es un buen ejemplo de cómo se hacían las cosas.
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Mentiras gubernamentales y medicamentos. Se acerca un amigo para preguntar si sé qué ocurrirá en 2021 con el desabasto de medicinas, sobre todo ahora que el Covid-19 marca otros parámetros al estado de salud, y prácticamente condena a los que padecen diabetes o son hipertensos, por una u otra razón.
Dice estar angustiado porque él es diabético e hipertenso, pero en su clínica del ISSSTE que le corresponde hace seis meses no le surten la receta del telmisartán de 40 mg, ni la metformina de 850 mg, que por fuerza debe ingerir a diario, para controlar sus niveles de azúcar y mantener sujeta la presión arterial. Afirma que no surtir esos medicamentos equivale a condenar a muerte a quienes padecen esas enfermedades, sobre todo ahora que el Covid-19 les sigue los pasos.
www.gregorioortega.blog @OrtegaGregorio