*Quedarse con la idea de que el poder constitucional combate a la delincuencia organizada es una tontería, porque lo que se hace es administrarla, y lo que ahora se percibe es que se voltearon las tornas, y quien administra al poder político es la delincuencia organizada
Gregorio Ortega Molina
Debido a los índices de criminalidad registrados estadísticamente en México, imposible no suponer que la impunidad es garantizada hasta cierto límite, y esta seguridad para actuar que determina los movimientos del crimen organizado -notoriamente de los narcos- no implique alguna relación con los tres niveles de gobierno y, también, con los tres poderes.
Es notoria la crisis económica, que de ninguna manera es pasajera, y tampoco afecta sólo a unos cuantos. Es global, y en esa globalidad también está inserto el movimiento del dinero del narcotráfico y otras variantes de su actividad, como la extorsión. Los dólares negros circulan y adquieren otro rostro, incluso van de mano en mano en algunas campañas políticas y otras actividades proselitistas. Hoy son llamadas aportaciones. Se entregan en persona y en sobres manila.
Regresa como un eco, y actualizada, la frase de los abuelos: Hay dos cosas que no se pueden ocultar, la riqueza y la estupidez, y todavía es más difícil si van juntas. Hay ex gobernadores y ex integrantes de algún gabinete presidencial, que la librarán por la incompetencia de la Fiscalía General de la República, y porque algunas garantías de impunidad fueron pactadas con anterioridad, debido a que ese “exceso” de dinero fue destinado a los operativos políticos. Cuando de conquistar el poder se trata, los que andan tras él olvidan todo retintín ético y moral, a sabiendas de que lo conquistarán sucios, y más se enlodarán.
El ejercicio del poder no convierte, a quien lo detenta, en el Maestro Limpio, ni en el Súper fabuloso ni en el Jabón Zote, es una estupidez suponer que quienes se adueñan de la silla del águila llegaron a limpiar los establos de Augías; lo cierto es que llegan a vivir en dichos establos, y a su manera lo disfrutan y le sacan provecho.
El oficio de mandar no es impoluto, porque para poner un orden determinado, lo que se necesita es adquirir compromisos y, por ende, se lesionan los intereses que privaron en el organigrama anterior.
Quedarse con la idea de que el poder constitucional combate a la delincuencia organizada es una tontería, porque lo que se hace es administrarla, y lo que ahora se percibe es que se voltearon las tornas, y quien administra al poder político es la delincuencia organizada.
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