*Sé que en casa se cansaron de recibir llamadas para preguntar si no estaba entre los pasajeros de ese vuelo. Fui afortunado, por alguna razón había decidido no subirme al avión. Me comporté solidario con Jesús Galindo y Eduardo Robledo. Después opté por buscarme otro empleo, seguro de que no hay dos sin tres
Gregorio Ortega Molina
Para Rogelio
Hay decisiones que se toman sin meditación alguna, pero resultan salvíficas. Me explico.
Eduardo Robledo Rincón me busca, por instrucciones de Silvia Hernández, entonces directora del CREA, para que me incorporara a su equipo de trabajo. Ella fue generosa, supo de mi desempleo y me llevó en calidad de responsable del área de comunicación.
Creamos una página en El Nacional exclusiva para los jóvenes, se abrieron espacios en los medios y, lo esencial, nos divertimos suponiendo que éramos innovadores, cuando nada hay novedoso bajo el sol.
Lo ocurrido sucedió hace más de 40 años, no recuerdo los nombres de todos los que contribuimos al proyecto; mencionar a unos y omitir a otros es una absoluta majadería. ¿Qué ocurrió? Lo dejo en palabras de Silvia Hernández, tomadas de una entrevista concedida a Sergio A. Venegas Alarcón en 2019:
“Siendo Directora del CREA me dispuse a inaugurar en Querétaro la Procuraduría de la Juventud, que tenía como objetivo central sacar de la cárcel a muchachos con delitos menores y que habían tenido una pobre o nula defensa legal. Ese día me citó el Sr Presidente a una reunión de Procuradores que habría de tener lugar en Morelos. Tomé un avión privado para cumplir con ambos compromisos, pero no llegué a ninguno. A pocos minutos de despegar del aeropuerto de la Ciudad de México falló uno de los motores de la aeronave y en un intento por regresar a las pistas caímos sobre una fábrica cercana al aeropuerto. Murieron todos los pasajeros menos Mariano Lemus y yo que recibimos quemaduras de gravedad en más de la mitad del cuerpo”.
La noche anterior al accidente, la directora del CREA me llamó para convocarme al viaje. Mi respuesta fue automática, quizá surgida de una oscura memoria de lo sucedido en Poza Rica.
–Gracias Silvia, pero a Querétaro no voy en avión, me voy por carretera en mi coche y te espero en el aeropuerto.
Así quedamos. Solicité a Mario V. Palomera que me acompañara. Llegó a mi casa en su vehículo, donde lo dejó, y nos trasladamos en el mío al aeropuerto de Querétaro. Época en la que los celulares no existían, así es que nos enteramos del suceso al llegar a nuestro destino. Estiramos las piernas y regresamos al entonces Distrito Federal.
Sé que en casa se cansaron de recibir llamadas para preguntar si no estaba entre los pasajeros de ese vuelo. Fui afortunado, por alguna razón había decidido no subirme al avión.
Me comporté solidario con Jesús Galindo y Eduardo Robledo. Después opté por buscarme otro empleo, seguro de que no hay dos sin tres.
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