Gregorio Ortega Molina
* No hay soluciones fáciles a los problemas que dejaron pudrir a la sociedad y al Estado. Resolverlos les costará uno y la mitad del otro.
Tanto desear hacerse con el poder para regarla con la desbordada imaginación, la incontenible voluntad de romper el molde del quehacer político, sin tomar en cuenta las insuficiencias humanas de los comprometidos con la regeneración nacional, y la absoluta falta del monetario requerido para hacer todo de un solo golpe. Me recuerdan al sastrecillo valiente.
La descentralización está conceptuada y planificada desde las consecuencias del terremoto de 1985. Lo único que salió de la Ciudad de México es el Inegi, Capufe y párenle de contar. Entre ese año y este 2018 nos separan 33, durante los cuales evidentemente se modificó todo el escenario para descentralizar, con o sin planeación y recursos. Han señalado los conocedores del tema que la del Instituto Nacional de Geografía y Estadística requirió invertir 6 millones de pesos por empleado. Después de semanas de “entretenimiento” mediático parecen haber entrado en razón.
También deseo referirme al adelgazamiento forzado del aparato burocrático. Todos son susceptibles de irse, menos los sindicalizados. Los que permanezcan deberán hacerlo conscientes de que sus expectativas de ahorro y la educación de sus hijos -si en institución particular se hace- se verán seriamente comprometidas, porque han de resignarse a ganar, de la noche a la mañana, la mitad del salario devengado a partir de la fecha en que el DOF lo haga público.
La austeridad no es señal de ingenio ni imaginación. Coincido, los salarios de ministros, magistrados, jueces, de la primera línea del INE, de secretarios, subsecretarios, oficiales mayores, directores generales y directores generales adjuntos son un insulto, pero considero que en este caso debe procederse por pasos contados: primero adelgazar a la burocracia, luego de una evaluación del ahorro logrado, determinar en qué porcentaje deben descender las nóminas. ¡Ah!, está bien eso de eliminar gastos de representación, viajes, viáticos, todo lo que no sea necesario; disminuir los servicios de seguridad y proporcionarlo a quienes vean comprometida su vida por el desempeño de sus funciones, pero lo demás es parte del circo mediático referido por Rob Riemen. Es necesario ser noticia, aunque sea mala noticia.
Preciso evocar la memoria de Martin Luther King con motivo del 50 aniversario luctuoso: “Si en este mundo no tenemos buena voluntad para con los demás seres humanos, nos destruiremos a nosotros mismos por no saber utilizar nuestros propios instrumentos y nuestro propio poder”, dijo en su homilía de la Nochebuena de 1967.
AMLO parece desechar la experiencia por él acumulada. Dar la espalda a la realidad es negarse a sí mismo, además de no aceptar que “el crimen prospera en todos los estamentos sociales. Mientras llegamos a curar enfermedades que parecían incurables y la salud física puede ser asegurada a través de mejores terapeutas que en el pasado, el consumo masivo de drogas y el alcoholismo alcanzan proporciones de gravísima epidemia”, pero es más importante enfocar los esfuerzos del Estado en el adelgazamiento de la burocracia.
No hay soluciones fáciles a los problemas que dejaron pudrir a la sociedad y al Estado. Resolverlos les costará uno y la mitad del otro.