*¿Qué nos espera a los que somos observadores de lo que ocurre? ¿Vivimos ya en el tiempo real y a la velocidad de la comunicación instantánea? ¿Estamos dispuestos a migrar dentro de nuestros hogares y ante la pantalla de la computadora?
Gregorio Ortega Molina
Los factores reales de poder saben al dedillo que, para garantizar sus intereses y sus proyectos, no basta con subvertir el orden político. Es cierto, la administración pública siempre se subordina al poder económico, pero ahora hay dos nuevos jugadores: el enorme valor del dinero negro del narcotráfico y sus derivaciones, y las exigencias que se requiere satisfacer para que funcionen totalmente el orden cibernético y la IA.
La hipótesis puede parecer absurda, pero es posible comprobarla en un plazo razonable, el tiempo de una generación. Para que el reordenamiento económico sea satisfactorio para quienes lo instrumentan, es necesario empalmarlo con la reingeniería social necesaria para que, en no muchos años, la civilización Occidental, a pesar de su historia y el peso de la moral cristiana, modifique su comportamiento para “adaptarse” a la IA y no a la inversa.
Sí, así de aberrante: los seres humanos, el futuro de la humanidad, quedará sujeto a lo que se determine por los factores reales de poder, administradores de lo que quede establecido como IA. De otra manera no puede entenderse la reingeniería social a escala nacional, impuesta en México, para modificar el modelo de desarrollo que imperaba, y convertir a este gobierno en administrador del tránsito de la migración que aspira a dormirse abrazando el sueño americano.
La dimensión de lo que ocurre es monumental. ¿Cuántos miles, o cientos de miles, o millones de personas recorren el mundo, casi sin recursos, porque buscan su lugar y su sentido, sin percatarse de que se mueven porque así se ha diseñado política y económicamente para establecer, como guía y orden, un nuevo paradigma civilizatorio en Occidente, determinado por la IA?
Habrá que acuñar otros términos que describan con exactitud lo que sucede, o buscar otro significado para esas viejas palabras que nos daban, con exactitud, un retrato hablado de los desterrados, los deportados, los perseguidos políticos, los migrantes. Los transportes usados por ellos dan cuenta de lo que verdaderamente sucede: los techos de los vagones de la “bestia”, pateras, balsas, escondrijos en camiones de transportes de mercancía.
¿Qué nos espera a los que somos observadores de lo que ocurre? ¿Vivimos ya en el tiempo real y a la velocidad de la comunicación instantánea? ¿Estamos dispuestos a migrar dentro de nuestros hogares y ante la pantalla de la computadora?
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