*Muino, porque sabe ya de que a pesar de tener enormes posibilidades de hacerse -otra vez- con el poder en 2024, dejó de tener bajo su dominio absoluto la voluntad popular, tan volátil como esa economía incapaz de contener la inflación que, de seguro, ya está en dos dígitos
Gregorio Ortega Molina
Debimos verlo hace mucho. Andrés Manuel López Obrador manifiesta una enfermedad, o como quieran calificar su compulsión por acumular, pero no cualquier cosa, solamente poder.
Le molesta compartirlo, y le enoja sobremanera que otros tengan lo que él no puede poseer en exclusividad. Por eso el acicate entre él y los suyos por la lealtad. Incluso la voluntad y el libre arbitrio de sus servidores públicos y de los falangistas de la nación, ha de ser de su propiedad.
Me gustaría tener la información necesaria para saber quién es su José López Rega, puesto que tal como ahora se ve su imagen frente a los generales que lo acompañan, parece tan débil como en su momento estuvo Isabel Martínez, Isabelita.
Tiene todo lo que los presidentes de la Revolución y la vida institucional desearon, y jamás pudieron tener en sus manos, bajo su absoluto control y su desdeñosa mirada, porque ese cúmulo de fuerza política y económica (el Estado tiene lo suyo como poder económico, aunque no como el previo a la globalización) que tiene se ha desperdiciado en infiernitos, sin un auténtico proyecto de nación más allá de convertir en centro de su universo el rancho denominado La Chingada, como eufemismo de lo que puede hacer y ya hace con la República en vía de mientras, a través de la desestructuración de las instituciones y del incumplimiento de los acuerdos bilaterales y trilaterales. No es lo que él desea para su país, del que él es su único propietario.
Y está muino porque en su obsesión por acumular no puede someter al INE, la SCJN parece escaparse de sus manos y, puede que sea verdad, empieza a darse cuenta de que ha sido y continúa siendo engañado por los más cercanos, porque mientras el presidente de México tiene la certeza de estar construyendo un futuro, ellos saben que si no aprovechan su presente jamás tendrán la oportunidad de llenarse. Recaudaciones, cuotas, aportaciones, el lenguaje da para sustituir la palabra corrupción y dar por hecho que dejó de existir.
Muino, porque sabe ya de que a pesar de tener enormes posibilidades de hacerse -otra vez- con el poder en 2024, dejó de tener bajo su dominio absoluto la voluntad popular, tan volátil como esa economía incapaz de contener la inflación que, de seguro, ya está en dos dígitos.
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