viernes, marzo 29, 2024

LA COSTUMBRE DEL PODER: Biden, presidente de EU, no de México

*Los que allá se fueron a vivir y los que aquí nos quedamos difícilmente coincidimos en el qué y el cómo de la relación de México -como Estado, nación patria- con Estados Unidos. La integración está planteada, ¿por qué no se ha consolidado?

Gregorio Ortega Molina

Suponer o desear que la llegada de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos contribuirá a resolver nuestros problemas, es algo más que una ingenuidad. Debemos parafrasear a John Kennedy: lo que nuestros presidentes, nuestro Congreso y el Poder Judicial junto con los ciudadanos de a pie no hagamos por México, nadie lo hará.

     ¿Qué tan importante es la colaboración del gobierno mexicano para el desarrollo económico de los vecinos del norte, su seguridad nacional interna y externa, o la seguridad de la región? Temo que el apoyo de México sólo es circunstancial y transversal, no esencial. ¿Cómo modificar ese hecho?

     ¿Qué tan importante es la idea de México entre los “expatriados” a Estados Unidos, sean emigrados legalmente o “mojados”, o hijos de migrantes ilegales, pero nacidos en esa nación? ¿Se mide su cariño a la patria con el monto de las remesas, o éstas nada más expresan su compromiso con las familias? No olvidemos que un número importante de emigrados prefirieron votar por Donald Trump en lugar de por Hillary Clinton, y a saber cuántos rechazaron la idea de que Biden llegara a la Casa Blanca.

     Lo cierto es que un buen número de méxico-americanos, o “pochos” o emigrados se avergüenzan de lo que dejaron atrás, abominan de muchos de los hábitos que nos identifican, y se esfuerzan por distanciarse de los que no son hábiles o suficientemente inteligentes para integrarse y hablar en inglés lo más pronto posible. La historia está llena de casos de emigrados que más pronto que tarde dejaron de ir a la Plaza Olvera. Edward James Olmos llevó al cine lo que sucede en el seno de esas familias que hacen implosión, empeñadas en dejar de ser lo que fueron.

     Los que allá se fueron a vivir y los que aquí nos quedamos difícilmente coincidimos en el qué y el cómo de la relación de México -como Estado, nación patria- con Estados Unidos. La integración está planteada, ¿por qué no se ha consolidado? ¿Por falta de empeño de nuestro gobierno, o porque la Casa Blanca perdió el interés porque así sucediera? ¿Qué opinan en Ottawa de este tema?

     ¿Dejamos atrás esa necesidad de comportarnos como vecinos distantes, agraviados por sucesos históricos divergentes que definieron las diferencias del presente y el futuro de cada una de las dos naciones? Creo que la mutilación de la patria puede olvidarse, pero a muchos resulta imposible dejar atrás el agravio de ese racismo majadero y constante, refrendado en el Muro y las políticas anti inmigrantes recientes, las diferencias salariales y la explotación de la mano de obra ilegal en los campos agrícolas y en las fábricas y los hogares estadounidenses.

     ¿Es un asunto de asimetrías legales, laborales, económicas, o el peso del retraso cultural manifestado en el racismo -incluso entre afroamericanos y latinos o mexicanos- impedirá que realmente se logre la integración? Imposible saberlo.

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El rumor daña más que la mentira, las medias verdades o la verdad a secas. Fueron incapaces de dar información puntual y específicamente de la salud del presidente de México. Tan sencillo como que un médico acreditado diera, al finalizar la conferencia de prensa presidida por la secretaria de Gobernación, el reporte clínico hasta esa madrugada.

     Recomiendo a los comunicadores del gobierno federal la lectura de La psicología del rumor, de Gordon W. Allport y Leo Postman. Sobre todo porque les falta recorrer un camino que dura 4 años.

     Ahora el daño está hecho. Deben revertirlo. ¿Podrán?

www.gregorioortega.blog                                           @OrtegaGregorio

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