Gregorio Ortega Molina
*Quienes poseen la estatura y la historia genética para encabezar el largo camino de reordenamiento del país y la refundación del proyecto de Nación, como se anuncia en Por México, hoy, se arredran, por comodidad o por miedo
La jornada electoral del 4 de junio ofrece una instantánea del verdadero rostro político de México: un profundo abstencionismo como consecuencia del abuso de poder, de la corrupción y la manera en que la partidocracia -como administradora de los poderes fácticos y los barones del dinero- toma decisiones que conducen a una reingeniería social, cuyo destino es la integración ciega a América del Norte, una vez que desestructuren totalmente el ser mexicano.
Porque ya desestructuraron la ideología política de lo que fue el PRI, y desapareció el carácter, congruencia, legitimidad y sentido de pertenencia de líderes y militantes, tanto del Revolucionario Institucional como de los padres fundadores de Acción Nacional. Los que hoy mangonean esos organismos abandonaron la idea de patria y el concepto vivido de lo que fue un proyecto de nación exitoso, hasta que decidieron disminuir al Estado, cuando los globalizadores determinaron que a un gobierno fuerte y legítimo, correspondía un Estado anoréxico, sometido a un constante vómito de activos.
Hoy vivimos una contradicción absurda: en la absoluta legalidad de partidos y los tres niveles de gobierno, pero en una profunda ausencia de legitimidad. Los niveles de aceptación en el que se mueven las autoridades son de espanto. Alfredo del Mazo III gana la gubernatura con 12 por ciento real de la votación, después de haber restado al padrón electoral de esa entidad la cifra de los abstencionistas (48 por ciento) y los sufragios obtenidos por sus partidos satélite.
¿Dónde voltear para topar la mirada con la imagen de un líder, con un grupo que tenga la determinación de reordenar al país y combatir ese fenómeno cultural y civilizatorio en que se han convertido la corrupción y la impunidad, en los parámetros establecidos por T. S. Eliot en Notas para la definición de la cultura? Pensemos en la historia de la decadencia de Roma, o del Imperio Austro-Húngaro.
Quienes poseen la estatura y la historia genética para encabezar el largo camino de reordenamiento del país y la refundación del proyecto de Nación, como se anuncia en Por México, hoy, se arredran, por comodidad o por miedo, y no se vale, sí, no se vale que Ifigenia Martínez, Manlio Fabio Beltrones y Cuauhtémoc Cárdenas se echen para atrás a la hora de la acción. Al último, doña Amalia se lo ha de reprochar durante sus noches de insomnio.
Pero la verdadera figura que me desconcierta, porque parece haberse desestructurado como político, es Manlio Fabio Beltrones, hoy distante de ese imaginativo y recio senador de la República que en 2011 tuvo la capacidad de convocatoria suficiente para encabezar una alternativa distinta, que el actual gobierno se empeñó en enterrar.
Era un largo camino para llegar a la reforma del Estado. Beltrones, en su búsqueda de opciones para convertir la llana alternancia en complicada pero viable transición, a través de la gobernabilidad, apuntó y presento la idea de los gobiernos de coalición, viables hasta antes de la descomposición total de los partidos convertidos en partidocracia, y porque deja viva la institución que es el cáncer desde el cual irradia toda la descomposición política y social que padece México: el presidencialismo concebido y conceptuado por Plutarco Elías Calles, y perfeccionado por Lázaro Cárdenas.
Hoy, los gobiernos de coalición son una bolsa de aire fresco a la partidocracia, sin reordenamiento político, sin legitimidad a través de la reforma del Estado y sin encausar una transición que, de posponerse por la eternidad, pudrirá más a México.
¿Dónde quedaron Ifigenia, Cárdenas y Beltrones Rivera, que en su momento fueron capaces de inquietar y mover el magín para crear opciones? ¿Dónde, esos político que saben que no puede haber gobernabilidad con menos del 20 por ciento de aceptación real como resultado electoral? Las cifras son inconmovibles.
Tengo la impresión, quizá equivocada, que perdieron la confianza en ellos mismos. Quizá el camino es que Ifigenia escuche la sugerencia formulada por Muñoz Ledo durante su homenaje en la casona de Xicoténcatl, y convoque al encuentro de dos voluntades, una conversación entre Cuauhtémoc Cárdenas y Manlio Fabio Beltrones Rivera, si no para encabezar, sí para encaminar propuestas lógicas que nos permitan recuperarnos a nosotros mismos, como mexicanos, como nación, como proyecto.
Me dirán que no pueden juntarse el agua y el aceite, es cierto, pero sí pueden correr por el mismo cauce para lograr objetivos compartidos. ¿Lo harían Por México, hoy?
Ojalá, porque los tres son corresponsables del futuro de México en 2018.