*El futuro se aleja todos los días de este ominoso presente, en que el Estado cedió su autoridad política y moral a la delincuencia organizada: la de cuello blanco, y la armada hasta los dientes
Gregorio Ortega Molina
¿Debemos, los mexicanos todos, ser solidarios con el presidente de la República, visto el resultado de su desempeño? ¿Hemos de afianzar su popularidad sobre la espalda de nuestro futuro?
El cambio de régimen es una exigencia. Deben escuchar el clamor producido por la inseguridad, la corrupción, la ausencia casi total de justicia, pues ésta tiene un precio, y en los tribunales te va conforme al abogado que puedes pagar. Debemos presionar para que el actual gobierno perciba el error en que desea hacernos vivir. No hay espacio para el regreso a la presidencia imperial.
La explicación es sencilla. Desde el 5 de febrero de 1917, ningún gobierno se ha mostrado capaz de cumplir con su mandato constitucional, e inmediatamente después de promulgada nuestra ley de vida como República, se aprestaron a conculcarla. Quizá sólo Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas del Río estuvieron dispuestos a empeñarse en ese sentido, pero no lo lograron. Fueron dos gobernantes antitéticos, pero también dos genios creativos para dotar de poderes metaconstitucionales a la institución presidencial.
Aquí reside el núcleo del verdadero problema. La Constitución de la República -resumen de legítimas aspiraciones para edificar el proyecto de nación- siempre quedó grande a la capacidad política de quienes dirigieron y dirigen al país. No la observaron ni la observan, pero tampoco se atreven a cambiar el modelo político para, así, dar satisfacción a un modelo de desarrollo que elimine tanta disparidad social y económica y elimine, en lo posible, esta violencia que, incluso, impide pensar en la mejor manera de vivir el presente, para edificar un futuro.
Al PRI, que fue depositario del proyecto de la Revolución, lo desestructuraron y desaparecieron por consigna -o de Estados Unidos o de los organismos financieros internacionales-, si efectivamente deseaban incorporar al país a la globalización, pero también a una interdependencia perversa, cuyos efectos ahora se perciben.
Olvidaron que los hijos políticos del PRI migraron a la oposición, por lo cual confían que en Morena están las inteligencias que conducirán al cambio de régimen, pero suponen mal, porque temen ir hacia la reforma del Estado, y sin ésta no habrá 4T, mucho menos podrán cerrarse las carpetas de investigación de los corruptos, ni las de la delincuencia organizada.
El futuro se aleja todos los días de este ominoso presente, en que el Estado cedió su autoridad política y moral a la delincuencia organizada: la de cuello blanco, y la armada hasta los dientes.
El balance histórico mostrará las consecuencias de la falta de previsión y la ausencia de prevención. Crean un país cuyos hijos pueden quedar enfermos. Todavía no hay la vacuna triple viral. Es la vertiente moral de la 4T.
Mensaje: ¿Cómo comprender lo que vivimos? Con lectura, reposo y reflexión. Este escribidor regresa el lunes 6 de enero de 2020. Felices fiestas de 2019, si se los permite este sorpresivo gobierno.
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