*Por lo pronto y a pesar de que se nieguen a aceptarlo, es necesario considerar que en el transcurso del próximo año el presidente de la República se esforzará por conculcar, una vez más y ahora de manera definitiva, su mandato constitucional, porque buscará el camino legal, o no, para tener el primer sexenio de diez años. ¡Claro que pueden suspenderse las elecciones! Pretextos no le faltarán, para eso es que los milites ocuparán la vía pública hasta 2028
Gregorio Ortega Molina
El discernimiento del que se sirven las personas con poder para la toma de decisiones y justificarlas es difícil de comprender, si no imposible. Robert Graves narra en Yo, Claudio, que Calígula aprendió pronto a simular los ataques epilépticos con el propósito de que lo consideraran divino. Es la obsesión por acceder a la eternidad del panteón de los seres humanos que mueren por ser reconocidos.
¿Quién puede explicarnos la decisión de bloquear Reforma, o el ungimiento del presidente legítimo, o la necesidad de entrar por la puerta de atrás a las oficinas de Manuel Camacho a recibir el billete destinado por Carlos Salinas a Andrés Manuel y sus protestas? Tampoco nadie puede dar razón de lo que orilló a Ernesto Zedillo a ordenar que le dieran registro como candidato al gobierno de la ciudad de México, sin tener el domicilio legal; mucho menos la simulada consulta para cancelar el AICM cuando ya tenía tomada la decisión, o no enjuiciar a los responsables de la Línea Dorada, que ya costó vidas, o la desestructuración del sistema médico del Estado. Sólo una es la respuesta posible: al diablo las instituciones.
Imposible saber qué orilló a quienes lo encumbraron con su voto en 2018, cuando ya estaban advertidos, 12 años antes, de que efectivamente es un peligro para México. Así les resultó a quienes hoy se arrepienten, como tarde a temprano lo harán los detentadores de los poderes fácticos que creen controlarlo, y no me refiero exclusivamente a los nacionales, los tycoons de BlackRock. Su sorpresa será mayúscula.
Desconozco los valores sobreentendidos con los cuales considera que puede conjurar el riesgo del narco Estado, o la tácita amenaza de “sus” generales para hacerse con el poder, aunque formalmente lo ejerza Andrés Manuel López Obrador.
Por lo pronto y a pesar de que se nieguen a aceptarlo, es necesario considerar que en el transcurso del próximo año el presidente de la República se esforzará por conculcar, una vez más y ahora de manera definitiva, su mandato constitucional, porque buscará el camino legal, o no, para tener el primer sexenio de diez años. ¡Claro que pueden suspenderse las elecciones! Pretextos no le faltarán, para eso es que los milites ocuparán la vía pública hasta 2028.
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