Por José Cruz Delgado
Antes que nada quiero disculparme con ustedes amigos lectores por si peco de presumido como dicen en mi tierra, mi lindo estado de Nayarit, pero el domingo pasado viví una gran experiencia que recordaré por siempre.
Fui al cumpleaños de mi nieta Valentina, tenía muchos años que no convivía en familia y me sentí feliz, esa felicidad que había dejado de sentir, porque creí que el periodismo era mi única felicidad.
Que equivocado estaba.
Ver correr a mis dos nietos con una gran sonrisa que contagiaban a los presentes y ver felices a mi hija Suhey y a su esposo Josué me llenaron de energía y de ganas de querer más la vida.
Quiero verlos crecer como a mi hijo, el psicólogo Marco Antonio Delgado, mi gran compañero y amigo.
No me di la oportunidad de estar con mis otros nietos por cuestiones del destino, y esta experiencia me ayudó a valorar más a la familia.
Recordé a mi hijo Lennin Emanuel (QEPD), quien fue hace unos años cobardemente asesinado, de tan solo 27 años y en un momento me llegó la nostalgia, pero se me pasó al ver tan feliz y alegre a mi nietecita Valentina.
Pensé al mismo tiempo si vería nacer y crecer algún día a los hijos de mi Marco, de 26 años, y en mis adentros me dije que sí, aunque yo ya voy cuesta abajo y el cuesta arriba, pero sé que lo lograré, reitero, la alegria de mi Valentina me contagió y me dió fuerzas para seguir adelante y seguir ejerciendo el periodismo.
Hoy le doy gracias a Dios por llegar hasta aquí, y con alegría salgo en busca de la noticias.
Gracias Valentina, gracias Marco, gracias Suhey por darme fuerzas para seguir adelante, pues su amor que siento por ustedes es el motor para seguir en este mundo terrenal.
A la profesión del periodismo que he ejercido durante 43 años y que tanto amo le debo muchas satisfacciones, no en lo económico, sino en el desarrollo de mi persona y que me ha hecho más humano y sensible.