CIUDAD DE MÉXICO, 17 de octubre (AlmomentoMX).- El aislamiento en el que España mantuvo a sus colonias y el consecuente desconocimiento que éstas tenían sobre lo que sucedía en las naciones científico y tecnológicamente desarrolladas impidió –en el caso de México– una revolución agrícola en el siglo XVIII, aseveró el doctor Juan José Saldaña González, académico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Al dictar la conferencia inaugural del Segundo Coloquio internacional Technical and cultural transfers in rural history between Europe and the Americas (17th-20th centuries), en el Auditorio Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez de la Rectoría General de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), sostuvo que la enseñanza de herramientas avanzadas no impulsó la economía del país.
Dicha formación se limitaba a seguir los parámetros establecidos por el despotismo ilustrado borbón, dirigido a aumentar la rentabilidad de las colonias con base en la minería y la metalurgia y, en menor medida, al conocimiento de la flora local, la introducción de la arquitectura neoclásica y el perfeccionamiento de las artes.
La agricultura, considerada una práctica tradicional que se transmitía de padres a hijos indígenas, nunca logró ser formalizada en una enseñanza formal, porque era despreciada por la clase dirigente de ese momento, refirió el especialista en historia social de la ciencia.
En la ponencia José Antonio Alzate y José de la Luz Gómez, dos personajes y un siglo de intentos modernizadores de la tecnología agrícola en México, abundó sobre las aportaciones y acciones emprendidas por algunos criollos en beneficio del sector campesino, quienes analizaron las condiciones y los saberes locales para crear tratados, documentos y memorias que recopilaron en forma sistematizada para contar, por primera vez, con el conocimiento existente en esa época sobre el sector agropecuario.
Saldaña González recordó que los registros de José Antonio Alzate en periódicos y gacetas fueron de gran importancia debido a que compendió las prácticas agrícolas, describiendo “materiales útiles para la alimentación y la producción de herramientas para uso industrial o médico, sin contar casi con antecedentes de esos estudios”.
“Sus monografías sobre diversos cultivos que adaptó al conocimiento universal así como a las condiciones particulares de las regiones o localidades hablan de un comportamiento típico de los ilustrados americanos, el de establecer una conexión con la ciencia moderna europea que los torna creativos a la vez que innovadores”, indicó.
Así, cuando comenzó la instrucción en México faltaban estudios serios sobre las características particulares de la nación, pero tomando en cuenta que se trata de una de las regiones planetarias con mayor diversidad en recursos naturales y una extensión territorial considerable, eran “utilizados como libros de texto los tratados escritos en francés, inglés o alemán que se ocupaban de temas agrícolas de otros contextos, exigiendo a alumnos y maestros entresacar de esa información algo que pudiera ser aplicable a su realidad”.
Ante eso, el experto en historiografía mexicana de la ciencia recordó la labor que José de la Luz Gómez hizo en favor de la sericicultura, al diseñar un tratado tecnológico de 452 páginas que tomaba en cuenta las costumbres de la gente del campo, así como en la apertura de un centro de investigación especializado en el tema.
Sin embargo, aquellos esfuerzos no fueron suficientes para alcanzar el avance industrial, ya que se requería de voluntad política que alentará la ciencia y sus aplicaciones productivas, y esa fue una ausencia que se expresó durante las tres décadas del Porfiriato, que adoptó una política de apertura plena al extranjero para la importación de tecnología, tornando imposible el desarrollo de una industria nacional.
“A lo largo de un siglo no ocurrió nada en lo agrícola, sino hasta 1912 con la celebración del primer congreso científico mexicano y luego en 1915 con el triunfo de la Revolución Mexicana”, informó en la actividad convocada por el Seminario de Historia Agraria Mexicana (SEHAM) y el Groupement de Recherches Internationale Agriculture, Approvisionnement, Alimentation (GDRI-AAA), el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la UNAM, el Colegio de Michoacán y la Unidad Iztapalapa de la UAM.
“Fue hasta ese momento cuando científicos, sociedad y gobierno se convirtieron en verdaderos actores epistémicos y políticos sociales del cambio revolucionario”, concluyó el catedrático del posgrado en Historia de la UNAM.
AM.MX/fm