miércoles, abril 24, 2024

La actividad petrolera cambió la vida de Sajalín

Luis Alberto García / Yuzhno-Sajalinsk, Rusia

*Gobierno federal y ecologistas, enfrentados ante daños ambientales.

*Acusaciones contra la empresa Shell por violar protocolos.

*Madera y pesca son los principales productos de exportación.

*Es una isla de contrastes y también de oportunidades.

*Hay posibilidades de progreso, paralelas a problemas del desarrollo

*La capital tiene casinos, hoteles de lujo y bares con strip-tease.

Las ambiciones de Moscú de protagonizar una política global basada en la energía, apuntan hacia una redefinición de las reglas del juego en las plantas procesadoras Sajalín 1 y 2, en un ambiente bajo sospecha, dado que los argumentos ambientales del gobierno ruso probablemente resguardan intereses económicos, como los acuerdos entre Gazprom y Shell.

Como parte de un conflicto soterrado, desde 2004, grupos ecologistas organizados advirtieron de los daños que provocan ambas instalaciones respecto a la devastación forestal, la desviación de los cauces fluviales y los males causados a la fauna, principalmente a las ballenas grises, las focas y las aves marinas, despertando de su indiferencia a las autoridades federales.

Estas ofrecieron algunos argumentos de sus científicos en el caso de Sajalín-2, acusando a Shell de una larga lista de violaciones e infracciones a los protocolos ambientales -decretados desde el inicio del primer gobierno del presidente Vladímir Putin, en marzo de 2000-, exponiendo una respuesta inconsistente por parte de los responsables de la calidad en la planta de gas licuado.

“Consideramos imposible obtener en pocos días los certificados ambientales de cientos de buques cargueros que deben entregar a tiempo los productos procesados”, respondió la empresa europea mediante un comunicado firmado por los funcionarios encargados del control de calidad de la segunda planta.

Independientemente de que hace más de dos décadas la isla se ha beneficiado económicamente de la explotación de petróleo y gas naturales, no deja de expresarse el malestar por los daños ecológicos surgidos en las costas isleñas, si se toma en cuenta que, por ejemplo, la madera y la pesca son dos de los principales productos de exportación hacia Japón.

“La vida nos cambió debido a la actividad que generó la presencia de instalaciones, funcionarios y trabajadores extranjeros en los lugares que procesan los hidrocarburos, al provocar algo que no deseábamos”, dice Piotr Kanik, promotor cultural para quien Sajalín es una isla de contrastes desde fines del siglo anterior, donde se plasman de forma extrema las oportunidades.

Como siempre ha ocurrido –añade Kanik-, ante esa situación las posibilidades de progreso y ascenso en la calidad de vida corren paralelas a los problemas del desarrollo, no solamente aquí, sino en todo el Oriente de Rusia, de Vladivostok y Javárosk, a Nikolayevsk y Magadán, sin excluir a Petropavlovsk, capital histórica de la península de Kamchatka, fundada en el siglo XVII por los primeros exploradores de la Rusia oriental.

En la antes desolada y apenas poblada capital de la división administrativa (óblast en ruso) cercana al mar, ahora hay casinos, algunos hoteles de cinco estrellas para ejecutivos de otros países –en los que han llegado a hospedarse jeques y emires de Yemen, Arabia Saudita, Qatar, Dubai y de otras naciones en manos de dinastías hereditarias encabezadas por reyezuelos rapaces- quienes pretenden sacar ventaja en el otro lado del mundo.

Los visitantes ricos se solazan en veladas con strip-tease a cargo de hermosas jóvenes que responden a mezclas raciales increíbles, además de que abundan los restaurantes chinos, japoneses, coreanos, de la India y de origen europeo occidental, así como bares más caros que en Londres, París, Berlín, Moscú o San Petersburgo.

Con el apoyo de Roman Abramovich, dueño del Chelsea, equipo de futbol de la liga inglesa y principal accionista de la compañía petrolera rusa Rosneft, se fundó un periódico de finanzas y negocios, en razón de que en Yuzhno-Sajalinsk componen la mayor concentración de extranjeros de toda Rusia, quienes viven en zonas exclusivas y bien custodiadas por guardias privadas.

Los mandos medios y los obreros, por su parte, llegados de diferentes latitudes del planeta, residen en unidades habitacionales y campamentos prefabricados, como es habitual en sitios dedicados a la explotación de recursos naturales lejanos de sus tierras de origen, sin que se cumplan a cabalidad las prestaciones sociales a que tienen derecho.

En las transnacionales petroleras y gaseras, el personal que habla inglés, holandés, francés u otro idioma, recibe sueldos superiores a los cinco mil dólares, mientras los maestros, médicos y de profesiones menos reconocida, acaso ganan algo menos de quinientos, mostrando la desigualdad prevaleciente desde hace bastantes años.

En lo que parece un contrasentido, la afluencia de forasteros dispersos en esta isla no basta para compensar el número de los que se van y la población local que se reduce cada año, y es que Yuzhno-Sajalinsk progresa y construye; pero otras poblaciones languidecen y están a punto de desaparecer al quedar al margen del desarrollo generado por el gas y el petróleo.

Ese podría ser el destino de Alexandrovsk-Sajalinsk -antigua capital en la que Antón Chéjov desembarcó en 1890 para recoger y escribir sobre la trágica situación de los presos castigados por la corona zarista-, que vino a menos cuando se cerraron las minas de carbón que entonces existían

En Neftegorsk, otra localidad cercana, el terremoto de 1995 se llevó cientos de vidas y provocó tal destrucción que las autoridades de la división administrativa prefirieron, sin más trámite, borrarla de los mapas oficiales, para hundir en la pobreza a sus habitantes, quienes aseguran que las fuentes laborales se extinguen ante tragedias como ésa.

Igual pasa con los trabajadores de la construcción, despedidos cuando concluyen las obras de infraestructura, y es por eso que la administración de la isla ha preferido apostar al turismo de naturaleza; pero el Servicio Federal de Seguridad ha declarado a las costas como zonas de riesgo, requiriéndose de un permiso especial caro y poco accesible.

“Estamos pagando los costos del progreso”, expresa con desaliento Piotr Kanik, quien como muchos de sus compatriotas, reconoce que ha dejado de creer en el futuro luminoso prometido cuando, en 1991, la Unión Soviética dejó de existir y apareció el fantasma de una incertidumbre tan enorme como el mar que rodea a la isla de Sajalín, que se niega a aceptar la condición de paraíso perdido.

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