martes, abril 23, 2024

JUEGO DE OJOS: Volcán solitario

Miguel Ángel Sánchez de Armas
En la República de las Letras, uno de los hijos predilectos de Calíope y Terpsícore lleva por nombre Ezra Pound. Este año celebramos el 137 aniversario de su nacimiento.
Fue el más grande poeta en lengua inglesa del siglo XX y la huella que dejó en su generación es inigualable. T.S. Eliot, James Joyce y Ernest Hemingway, por mencionar a tres cumbres literarias, no hubiesen alcanzado la estatura que tienen si este gigante no los hubiera colocado en sus hombros.
Nació el 30 de octubre de 1885 en Hailey, Idaho. Asistió a la Universidad de Pennsylvania y al Hamilton College. Muy joven viajó a Europa en donde ejerció el periodismo. Su primer libro fue publicado en Venecia en 1908. Durante su vida publicó más de noventa volúmenes de poesía, crítica y traducciones de poesía.
A Pound se le ha llamado el “poeta de poetas”, responsable de la definición de la estética poética modernista y la promulgación del imaginismo, escuela cuya técnica sigue la propuesta de la creación clásica china y japonesa que pone énfasis en la claridad, la precisión y la economía del lenguaje para “componer en la secuencia de la frase musical y no del metrónomo”.
Ernest Fenollosa recuerda que como ensayista “Pound escribió sobre todo acerca de la poesía. A partir de mediados de los veinte se propuso examinar cómo los sistemas económicos promueven o aniquilan a la cultura. Pound tenía la esperanza de que el fascismo pudiera organizar una sociedad en la que la cultura floreciera. Sostenía que la poesía no es un “entretenimiento” y como elitista que era no tenía aprecio por el lector común.
“Pound consideraba que la cultura de Estados Unidos estaba aislada de las tradiciones que sustentan el arte y caracterizó a Walt Whitman como ‘una píldora extremadamente nauseabunda’”.
El 3 de febrero del 1909, Pound escribe a William Carlos Williams desde Londres: “Estoy a punto de caer en el centro de la turba que hace las cosas aquí”. Por esa época conoce a Olivia Shakespear, amante de Yeats, a quien Pound admiraba por encima de todos los poetas del momento.
Fue gracias a ella que Pound llegó a la morada del bardo irlandés, en el 18 Woburn Buildings. Allí Yeats dirigía, todos los lunes, un salón en que se reunían algunos escritores y sus admiradores. A comienzos de 1910 llegan a Pound rumores de que Yeats comienza a hablar bien de él. Se entera de um juicio de Yeats, que transmite lleno de entusiasmo a sus padres: “No hay una generación de poetas jóvenes. Ezra Pound es un volcán solitario”.
Donald Hall entrevistó a Pound para The Paris Review en 1960. La entrevista es larga y erudita y en ella Pound propone interesantes consideraciones sobre la estética de la creación y revela detalles de su sistema artístico. Sus respuestas me confirman que tanto para las artes como para el trabajo no creativo, es decir, el que cotidianamente desempeñamos la mayoría de los mortales, la disciplina, la constancia y el estudio son fundamentales:
“-Cree usted que el verso libre es una forma particularmente estadounidense?
“-A mi me gusta el apotegma de Eliot: ‘Ningún verso es libre para el hombre que quiere hacer un buen trabajo’.
Pound y Hall se encontraron en Roma a principios de marzo en el apartamento de Ugo Dadone: “El autor de la entrevista se sentó en una gran silla mientras Pound se desplazaba, intranquilo, de otra silla a un sofá y de nueva cuenta a la silla. Las pertenencias de Pound en la habitación consistían en dos maletas y tres libros: la edición de los Cantos publicada por la casa Faber, un Confucio y la edición de Chaucer de Robinson, que Pound estaba releyendo”.
La obra poética capital de Pound, The Cantos, comenzó a aparecer en 1917 […] Sus poemas más breves fueron recogidos en Personae (1926, edición aumentada, 1950). Love Poems of Ancient Egypt, una traducción, fue publicada en 1962, y From Confucius to Cummings, una antología de poesía compilada por Pound y Marcella Spann, en 1963.
Aldo Mazzuhelli nos obsequia un sensacional recuerdo del poeta:
“En el año 1961, a los 76 años de edad, después de, entre otras cosas, haber estado un mes expuesto al clima en una jaula de acero pesado, haber descubierto y promovido a unas diez de las principales figuras de la literatura de este siglo, no haber poseído nada que no se pudiera guardar en dos valijas de viaje, haber convivido con dos mujeres a la vez durante décadas, haber pasado 14 años encerrado en un manicomio, haber tratado de cambiar las ideas económicas de Roosevelt y de Mussolini, haberse comido dos tulipanes de los adornos de la mesa de una cena para llamar más la atención que William Butler Yeats, haber cambiado -tal vez inventado- la poesía del siglo XX, haber fracasado esplendorosamente en su propósito de escribir una nueva Divina Comedia, y haber retado a duelo en Londres en 1912 a un rival poético -quien le propuso, al elegir las armas, que se bombardearan mutuamente con los ejemplares no vendidos de sus respectivas obras en verso-, Ezra Pound estaba profundamente deprimido. Le dijo a un visitante, de los que ya por esa época iban a contemplar a la leyenda viviente: soy un hombre reducido a fragmentos”.
Pound era de pensamiento independiente y crítico y estuvo en contra de la intervención de su país en Alemania durante la segunda guerra. Así lo dijo en una serie de programas radiofónicos, de corte francamente fascista, transmitidos desde la Italia del Duce. En uno sugirió que debía emprenderse un pogromo contra los judíos.
Al fin del conflicto fue arrestado y el ejército gringo lo tuvo seis meses encerrado en una jaula, con un foco permanentemente encendido, una cubeta en vez de WC y dos sábanas.
Lo trasladaron a Estados Unidos en donde fue declarado peligroso y loco y confinado al hospital mental Saint Elizabeth’s de Washington, D.C., durante 14 años.
¿Hay en esto alguna diferencia con el Archipiélago Gulag de Solyenitzin? Si esto padeció uno de los más altos poetas en lengua inglesa, ¿qué podían haber esperado los infelices prisioneros de Abu Dabi o de Guantánamo, que ni poetas, ni gringos, vaya, ni cristianos eran?
Saint Elizabeth’s, manicomio fundado en 1855, además de huéspedes legítimos ha dado hospitalidad a otros, digamos, menos ortodoxos. Por ejemplo los “marielitos”, declarados sicópatas cuando, asustados y monolingües, llegaron a la tierra de sus sueños después de abandonar su patria con riesgo de la vida.
Termino con dos sonetos de Pound en versión de Javier Calvo:
El desván
Ven, apiadémonos de los que tienen más fortuna que nosotros. / Ven, amiga, y recuerda / que los ricos tienen mayordomos en vez de amigos, / y nosotros tenemos amigos en vez de mayordomos. / Ven, apiadémonos de los casados y de los solteros. / La aurora entra con sus pies diminutos / como una dorada Pavlova, / y yo estoy cerca de mi deseo. / Nada hay en la vida que sea mejor / que esta hora de limpia frescura, / la hora de despertarnos juntos.
Un pacto

Haré un pacto contigo, Walt Whitman- / Te he detestado ya bastante. / Vengo a ti como un niño crecido / Que ha tenido un papá testarudo; / Ya tengo edad de hacer amigos. / Fuiste tú el que cortaste la madera, / ya es tiempo ahora de labrar. / Tenemos la misma savia y la misma raíz- / Haya comercio, pues, entre nosotros.

 

 

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